16-Drogas

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Carlo se despertó en el sofá donde llevaba durmiendo los últimos meses y frotó sus ojos sin reconocer el sonido que inundaba el ambiente, bostezo y se incorporó para caminar a la cocina.

Entró en la habitación y justo en ese momento supo que era ese extraño sonido, gemidos, gemidos que venían de la habitación del Cejas, al parecer estaba teniendo buena diversión por la mañana.

El cenizo soltó una risa y con rapidez salió de la cocina, no era el momento de desayunar en su nuevo hogar, saldría a buscar una cafetería por algún lugar.

—¡Divertidos!—Grito el Gambino mientras salí del departamento y cierre de un portazo, camino hacia el ascensor y bajó por el mismo hasta el portal del edificio donde habitaban.

Salió por la puerta y se encontró en la calle, no sabía qué hora era pero parecía que había madrugado, la luz era tenue en toda la ciudad y el sol perezosamente salía por las montañas, debía haber sido el día que más había madrugado y justo en el que su compañero le había echado para que desayuna en otro lado.

El italiano camino por la acera en el lugar mientras estira sus músculos, había dormido fatal, el mono de las drogas le está dando muy malas experiencias y sabia que era lo que su cuerpo. Algo de droga.necesitaba par que dejara de dormir fatal en las noches y alejar las náuseas que vivían en

Siguió su camino y mordió su labio al encontrarse justo delante de uno de los tantos callejones donde vendían las sustancias mágicas, su amigo no estaba, si entraba un momento y compraba aunque fuera un poquito de marihuana para que el mono saliera de su cuerpo no pasaría nada ¿No? Alfonso no se enteraría.

Con este argumento en mente entró en el callejón, el sabaai donde encontrar lo que buscaba, entraría hasta el fondo compraría la hierba y luego saldría con rapidez, era un plan malísimo y el Gambino lo sabía pero no iba hacer nada por cambiarlo.

Dio algunos pasos dentro del lugar y suspiro al ver un hombre que conocía muy bien y que sabía que lo que vendía era una de las cosas más buenas que en mucho tiempo había tomado, unas pastillas llamadas spider.

Mandando su promesa de que no consumirá más a la mierda se acerca al hombre y compro las famosas pastillas, metiendolas en su bolsillo, no era el lugar para drogarse, cuando compra la hierba que había venido a buscar se metería las pastillas.

Siguió caminando hacia el fondo del callejón, donde el hombre que le iba a vender la hierba que le había feliz se encontraba. Aunque por desgracia para él se encontró con otro de los tantos camellos que conocía, este vendía cocaína, y una raya en ese momento seria lo mejor para despertar, se acercó al hombre y compro el polvo blanco.

Guardo la bolsa de su chaqueta junto a las famosas spider y siguió caminando buscando la Maria, lo que necesitaba en ese momento antes de que cayera de nuevo en las garras de comprarle a otro hombre droga de cualquier tipo.

Camino un poco más y gritó mientras apretaban sus manos contra su boca, había un vendedor de LSD, droga que siempre le ha encantado desde que le había probado, así que camino hacia el camello y también la compro.

Tras intercambiar su dinero por las pastillas que tanto le gustaban, corrió hacia el fondo del callejón donde se encontraban el hombre que buscaba y compró la marihuana, dándose la vuelta minutos después y saliendo corriendo, atravesando los vendedores que gracias a las desgracias de los demás sobreviven.

Su destino en ese momento era el Pier, había varias cafeterías para poder desayunar y estaría tranquilo cuando se metiera toda la droga que había comprado, ignorando lo que le había dicho el coyote, el mono de droga era horrible y el las necesitaba para poder estar bien y con su cabeza ordenada.

Siguió caminando hasta llegar al puerto y empezó a caminar por los tablones de madera que servían de suelo dirección una de las cafeterías del lugar, primero había a desayunan y luego se meteria la droga, no era bueno drogarse con el estómago vacío, en realidad no era bueno drogarse en ningún momento, pero con el estómago vacío mucho menos.

Pidio un café para llevar en el local y camino hacia la barandilla que delimitan el lugar, observando el mar, era una muy linda vista para su desayuno.

Tomó un sorbo del café y metió su mano libre en su bolsillo de la chaqueta donde estaba la droga que por un impulso había comprado, después de tomar el café con leche que había pedido las metería en su organismo.

Le dio otro sorbo al líquido marrón y suspiro, le encantaba el matr, cualquier mar, que resultaba muy relajante el sonido de la olas rompiendo contra la orilla, el aroma de la salitre en sus fosas nasales y todas las leyendas que de niño amaba que ocurrían en el mar.

Tomo un poco más de su café y sacó de su bolsillo las famosas pastillas de spider, las observó con una sonrisa en su rostro, hacía varias semanas que no consumía nada y sabía que cuando está entrara a su boca, su cabeza volvería a ordenarse y todas las nauseas que le invaden todos los días desaparecerían y eso era lo único que en ese momento necesitaba ¿Verdad?

Llevó la droga a sus labios y antes de abrir la boca la lanzó rápidamente y con fuerza al agua. —Que quiero dejar las drogas joder.

Tomó en su mano toda la mercancía que escasos minutos atrás compró y la lanzó al mar, dando igual donde todo eso llegará, el no quería volver a las drogas, llevaba dos semanas limpio además se lo había prometido a sí mismo y él era un Gambino no rompería sus promesas, acabó el café de un trago y tiró el vaso a una de las papeleras del lugar par comenzar a caminar por el pier, no lo había hecho, no había tomado absolutamente nada de droga.

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1023 palabras

Carlo Gambino MonthDonde viven las historias. Descúbrelo ahora