La habían cagado en grande, no solo porque había hecho un atraco a un badulaque de mierda en el cual no había absolutamente nada bueno, solo algunas libras y un par de bebidas energéticas que tomaron del establecimiento. Aunque eso no era lo peor, al parecer ese día en Londres ningun policia estaba ocupado y todos fueron al aviso de robo al badulaque, lo cual acabó en Carlo y el Cejas detenidos, por si no fuera poco el italiano llevaba una pistola encima la que sabía en cuanto lo alejaron de su compañero de fechorías que le traería muchos problemas.
Introdujeron al italiano en una sala de interrogatorios tras retirarle todos los objetos que podrían suponer una peligro y le esposaron, el hombre no tenía nada con lo que poder escapar o convencer al policía que le interrogará de que le soltara, así que solo le quedaba aguantar el interrogatorio y no decir absolutamente nada de el arma de fuego, el era un Gambino aunque le torturaran no diría nada, no iba a ser ningún sapo, nadie de su familia estaría contento si en algún momento se enteraban, ni siquiera Toni lo estaría así que él debía aguantar con la boca cerrada.
Aunque en cuanto el policía que le interrogaria entró en la habitación su boca se abrió de par en par, el recién llegado era un ángel caido del cielo, debía ser un agente nuevo pues el cenizo nunca lo había visto en la ciudad, si lo hubiera visto estaba seguro que se acordaría de él, un hombre con una cresta pintada de color azul y ojos bicolores no era difícil de olvidar.
—Buenas soy Horacio y me han mandado a interrogarte, yo haré las preguntas y tú respondes conciso ¿Si?—La suave y dulce voz que se escapo de los labios del oficial cautivo mas si eso era posible al detenido, el cual no contesto, no porque no quisiera, sino por que observaba fijamente los labios del agente de la ley y el como estos tenian un muy leve brillo de color rosa palido. —¿Entendiste?
El Gambinos asintió aunque no hubiera prestado atención. —Agente..—Llamó al hombre mientras sus ojos se movían por el musculoso cuerpo de Horacio examinando cada detalle del mismo.
—Dígame.
—¿Me da su número? —Los ojos de el oficial se abrieron como platos, ¿Era real lo que acababa de escuchar? ¿Un detenido le acababa de pedir el número? Aunque la pregunta más importante era ¿El se lo iba a dar? Y aunque la respuesta correcta sería un rotundo no, Horacio llevaba muchas semanas sin tener contacto sexual con alguien, y aunque fuera un mafioso podía darle un polvo y olvidarse de él ¿No? Sin embargo algo en su cabeza le decía que si se llegaba a acostar con el mafioso el quería volver a sus brazos, una y otra vez hasta que su cuerpo se cansará de recibirlo.
Carlo solo soltó una risa observando al hombre perdido en su pensamientos, al parecer era la primera vez que un detenido le pedía el número a ese lindo oficial. —Oye, me tienes que interrogarnos, no sé si te acuerdas. —Saco de su pensamiento al francés el cual movió un poco sus ojos y observo donde estaba recordando las órdenes que su jefe le había dado, interrogar al sospechoso y sacarle algún nombre de donde poder tirar, órdenes que ante la pregunta del de ojos azules había olvidado completamente, aunque ya sabía la respuesta ante la pregunta que se había formulado minutos atrás. —A si, si me dices quien te vendió la pipa te lo doy.
El detenido mordió su labio, él no podía decir el nombre de quien es la había vendido,
habían lazos muy fuertes entre ambas organizaciones y no les convenía a ninguno de los dos grupos que el otro cayera, aunque sin embargo el número del guapo y sexy oficial era algo que con todas su fuerzas deseaba en ese momento, además la mafia de los chinos no era la más grande o la que más ayuda le brindaba, la puta china había estafado en varias ocasione a el Cejas, si caía no le preocupaba.
—La dirección, el nombre no, solo su apodo.—El número del guapo y sexy oficial era más importante en ese momento que una mafia de mierda, ademas nadie se enteraria de que fue el, y si lo hacían les diría que lo había hecho por un bien mayor, el número de un guapo oficial era un bien muy preciado.
—Me sirve. —Perez había logrado lo que quería, un hilo del que tirar, aunque a cambio le tuviera que dar su número al hombre, cosa que no veía como castigo, había salido ganando al final. —Dime la dirección y te doy mi numero.
Sacó su pequeño bloc de notas y con rapidez apunto lo que el hombre le dictan, espera que su superiores estuviera orgulloso de él, había conseguido lo que le habían pedido, un hilo del que tirar.
—Ahora tu número es guapo. —Le recordó el italiano al observar que el de cresta se dirigía a la salida de la habitación, dispuesto a comunicar a sus superiores lo que logró.
—Cierto. —Se acercó al esposado y con rapidez apuntó en la muñeca semi cubierta por las esposas el número que le pertenecía. —Llamame guapo. —Tras esas palabras dejo un leve beso en la mejilla del hombre y salió de la habitación, su trabajo ahí había acabado y ahora solo le quedaba avisar a su compañero que soltaran al detenido, ya tenía la información que necesitaba.
Tras algunos minutos el Gambino se encontró fuera de la comisaría y observó a su amigo, que en cuanto le había liberado se había quedado esperando hasta su salida.
—Tienes pintalabios en la mejilla. —Apuntó el español mientras soltaba una risa.
—Conocí a un ángel, un ángel que me besó y me dio su número, aunque fuera policía. —Comentó feliz caminando hacia algún coche para robar el mismo aunque estuviera frente a la estación de policía, en el fondo deseba volver a ver al policía llamado Horacio aunque fuera en otro interrogatorio, mucho más si en el interrogatorio podían estar los dos solos y sin cámaras.
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1033 palabras
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Carlo Gambino Month
FanfictionUn mes enteró sobre Carlo Gambino Si tu eres el autor o autora de el fanart de la portada dímelo y te daré los créditos correspondientes Espero que la disfrutéis Mucho drama