11-El faro

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—No silves pala nada el único jefe debelia sel tu helmano no tu Calo.—Esas palabras no dejaban de rebotar en la mente del cenizo ¿Y si Hai tenía razón? El solo era el hermano del jefe nada más.

Aunque esas palabras expresadas por el asiatico no era lo que más le había dolido, sino el silencio después de eso de su hermano Toni, lo que logró que saliera corriendo, robara un coche y acabará en el faro observando el mar, era su lugar seguro.

En ese mar se había bañado cientos de veces cuando no era más que un crío, en distintas orillas pro el mismo mar, y era el único lugar en toda Marbella en el que podía sentir la presencia de la mujer que le había alegrado la existencia hasta que por desgracia su hora llegó, su nonna.

Movió con rapidez los pies hasta llegar a la puerta del faro y con un clip que traía en uno de sus bolsillos forzó la puerta atravesando la misma y subiendo las escaleras con rapidez, esa noche se quedaría en el edificio blanco y rojo, no era la primera noche que iba a pasar en el mismo y ya había climatizado la única habitación del edificio a sus necesidades.

Le encantaría saber la historia de los escalones que con lentitud pisaba, sabía que ahí en algún momento hábito un farero, persona que se encargaba del faro y controlan la fuerte luz que alertaba a los barcos, pero con el inicio de las nuevas tecnologías el farero ya no vivía en el lugar, sino en una de las grandes casas de la ciudad y simplemente controlaba luz por el móvil.

Subio las escaleras hasta que una puerta le cerro el paso, con el mismo clip que minutos atras habia usado forzo la puerta delo que era su refugio y entro en el lugar cerrando la misma tras su paso, adentrandose en una habitacion que muy bien conocia, y que el mismo la habia decorado, una suelo negro original, las paredes blancas con algunas fotos de el y su hermano de crios, un colchon sobre el suelo con al cama desecha, no le gustaba hacer la cama de ese luagr, ¿Alguien la hiba a mirar? No, así que le parecía  una tontería hacerla.

Una lámpara tambaleante era lo único que iluminaba la estancia en las noches, aunque la bombilla se fundiera con rapidez, por lo que el recién llegado tenía varias de repuesto en la habitación, la venta cerrada a cal y canto para que el agua del mar no entrara en el cubículo en las fuertes olas, era algo que Carlo agradecia del anterior dueño asi podia dormir sin mojarse. Como toque final por la habitación había libros, prendas y papeles esparcidos por el colchón y la caja de cartón que usaba como mesilla de noche improvisada.

Aunque el lugar estuviera sucio y en la mierda, era su lugar seguro, escuchar las olas del mar chocar contra la construcción de asfalto le tranquilizaba, aunque esas olas llegarán a alcanzar los 8 metros de alto y tocaran con la ventan del faro era un lugar seguro, amaba todas las cosas que en la construcción había, desde las escaleras en forma de caracol hasta la ausencia de baño en el mismo, lo que le obligaba a hacer sus necesidades de la naturaleza que poblaba la isla donde se encontraban.

El de ojos azules dio unos pasos dentro de la habitacion y sin cuidados se lanzo en el colchon que usaba para dormir, se dio la vuelta y observo el techo negro, dandose cuenta que habia algunas manchas en el mismo, un dia la slimpiaria pero ese dia no era hoy, hoy solo se queria ahogarse en las palabras de el chino y en el silencio de Toni.

Se tapó con la manta que hacía días había  robado de su casa para su escondite y suspiro, quizá el chino tenía razón, su hermano había sido entrenado desde siempre, él sin embargo con suerte toma una arma ya que no las sabia usar, su hermano conduce cualquier vehículo que le pusieran delante, desde motos de mierda como él las llamaba hasta helicóptero, barcos o submarinos, él no, él nunca podría hacer eso, su hermano era el jefe y había mil factores que les separaban.

Se dio la vuelta y miró la caja de cartón con una pequeña cajita de metal arriba de la misma, no le gustaba recurrir a las pastillas para poder dormir las 8 horas que todos los médicos recomendaban pero suponía que esa noche iban a ser sus más grandes aliadas.

Estirando el brazo tomó la azul cajita de metal en su manos y la abrió, desvelando algo que él conoce muy bien, su abuela años atrás las había utilizado con mayor frecuencia de lo que alguien esperaría y el lo hacia en ese momento, solo en su lugar seguro y cuando se sentía que no era mas que una mierda comparado a su hermano mayor, que no era tantas veces como había imaginado al llegar a Marbella, solo un par de veces al mes se refugiaba en su lugar y se toman las pastillas, aunque había acomodado el cuarto los días que su estado de ánimo estaban las nubes, es cuarto era muy extraño, cuando está mal venía a llorar y desahogarse y cuando está bien venía a ordenarlo y limpiarlo.

Las pastillas en azul caja le recordaron a Carlo a los grandes veleros que surcaban el mar que separaba su dos hogares Italia y España, donde está enterrado su nonna y donde él se encontraba en ese momento, sus dos hogares, sus dos lugares separados por el amor que azotaba su lugar seguro.

Sin querer darle más vueltas lo que Hai había logrado, que después de dos semanas fue el causante de el llanto que apareció por sus azules ojos  tomó una de las pastillas que era tan buen recaudo guardan y la llevo a su boca tragándosela en seco.

Era el momento de descansar sus ocho horas y desconectar de la vida real, de que jamás iba ser igual que su hermano Toni y que todos se encargaban de recordar hasta que uno de los dos muriera, aunque sonar mal ansias ese momento, donde dejaría de ser el hermana menor de Toni para ser sólo carlo o un cadáver, las dos cosas le servían.

Pero como ese momento aún no iba a llegar y él quería descansar de ser el Gambino menor tomó otra de las pastillas y la trago, cerró la caja y la dejo en su sitio tapándose bien con la manta, era su hora de dormir, tenia una alarma puesta en su teléfono para que en la mañana le despertará y sabia que en la mañana en cuanto sus ojos se abrieran tendría miles de mensajes de las personas que decían querele preguntando por su ubicación pero el como siempre que se encontraba ahí los ignoraria, el solo quería estar bien en su lugar feliz, el faro y esperaba que jamás alguien lo descubriera.

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1180 palabras

Carlo Gambino MonthDonde viven las historias. Descúbrelo ahora