13-Alucinaciones

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El Gambino llevaba tres días en Londres, y a lo único que se había dedicado era a buscar droga y metersela, en un primer momento su llegaba a la nueva ciudad le puso de buen humor, ya podía ser sólo Carlo Gambino pero al darse cuenta que el inicio de una ciudad nueva no era tan fácil como pensaba se refugió en lo único que bien conocía, las drogas.

Justo como en ese momento, se encontraba en la plaza central de la ciudad inglesa con un Bong que uno de los tantos camellos le había prestado, suspiro y le dio una calada echando su cabeza hacia atrás y dejando que el utensilio escapar de su manos, él solo quería estar bien y la droga, y sus alucinaciones era lo único que conseguían una sonrisa en su rostro.

Las luces de colores que nublaron su vista lograron una mueca de felicidad en su rostro, era el momento de que todo lo bueno empezará, el momento en que lo bueno llegaba a su organismo y el huevo rey se presentaba ante él.

El cielo se tiñó de verde y la nave que tan bien conocía se estaciono en la amplia plaza, en la que a la vista de Carlo habían desaparecido todos los londinenses que estaban hacía unos minutos, el estaba solo, como siempre, solo acompañado del señor huevo.

La escalera salió de la nave y tocó el suelo, por la que salió el huevo que tan bien conocía Carlo y se acercó a él, logrando que se arrodillara, el rey huevo merecía mucho respeto. —¿Dónde está mi nave Carlo? —El italiano no llegaba a comprender cómo una voz tan seria podría salir del huevo pero se encojio en su sitio cohibido, había salido de Marbella sin encontrar la nave del señor huevo y ahora le tocaba su castigo.

Fue tomado entre varios huevos que salieron del vehículo espacial, sabía que su final está cerca, aunque le hubiera gustado despedirse de Toni antes de empezar esa aventura en Inglaterra.

Sabiendo que ese era su fin cerró los ojos listo para el lanzamiento que tan bien sabía que iba a suceder. En unos segundos su cuerpo ya se encontraba atravesando el cielo de la ciudad y convirtiéndose en un destello, aunque por extraño que eso pareciera no estaba muerto, solo en las nubes que tenían un color púrpura muy fuerte, se sentó en una de las nubes y miró hacia desde el abajo, a la ciudad que días atrás le ha acogido y como los huevos empezaban a crecer y crecer. El rey huevo creció 12 metros desde el suelo, y con el arma que normalmente tenia en su mano la lanzó impactando en uno de los más grandes monumentos de la ciudad, el Big Ben que quedó reducido a escombros, los demás huevos soldado aunque no eran tan grandes com su comandante le siguieron destruyendo todos los edificios a su paso.

—¡Es el momento de mi nueva gloria!—Gritaba el rey huevo mientras destrozaba las calles a su paso y bajo la atenta mirada de Carlo, el cual no hacía más que sentirse culpable, por no haber encontrado la nave del señor huevo la ciudad fetiche de su hermano Toni estaba siendo arrastrada, era su culpa, Hai tenía razón él no servía para nada, no había protegido a las personas que le habían ayudado en Marbella y ahora no había protegido la ciudad que le tenía que dar refugio y el hogar de su nueva vida.

Desde las suaves y púrpuras nubes tenía la vista perfecta de Londres siendo destrozado por huevos enormes que median 12 metros de alto y tenían una lanza en sus manos con la que se divertían lanzandola hacia los edificios que poblaban la ciudad inglesa, todo por culpa de Carlo, el no ha hecho más que cagarla, pero el aun siendo el culpable se encontraban en las suave nubes, el tendria que estar ahí abajo siendo asesinado por los huevos gigantes, debía ser otro muerto mas de el ataque de los aliens como lo estaban siendo todos los ciudadanos de la ciudad.

Así que tomando aire en sus pulmones observo por última vez los escombros de lo que alguna vez fue la capital del Reino Unido y cerrando los ojos e lanzo hacia el suelo, listo para recibir el golpe en su cuerpo, golpe que muy probablemente le matara, pero todo era mejor que quedase en una nube púrpura observando a los enormes huevos destruir una ciudad.

Se golpeó la cabeza contra el asfalto, alertando a los transeúntes del lugar, los cuales al observar al cenizo en el suelo simplemente se encogieron de hombros, quizá estaba borracho, era muy normal ver borrachos.

Pero hubo un ciudadano que en su gran amabilidad se acercó a Carlo, solo uno, el cual con cuidado le levantó del suelo y lo tumbó en el banco.

—Pero chaval ¿Qué mierda has tomado?—El apodado como El Ceja hablo intentando sacar de su letargo al hombre desconocido, normalmente no se paraba con cualquier drogadictos que estuviera por el suelo, pero ese drogadicto le daba buenas vibras, algo dentro de él le decía que debía ayudar al hombre.

—Huevo no...—Fue lo único que pudo decir el originario de Italia ante la pregunta de Alfonso, el cual le miro raro.

El español miró por los alrededores del banco del que había caído el desconocido y encontró el Bong que se le había resbalado de su manos después de aspirar del mismo la droga, respondio varias de las preguntas que tenía en su cabeza, aunque las demás debería responderlas el hombre cuando despertara, así que se sentó en el suelo justo delante del dormido y sacó un porro de su chaqueta, el cual colocó en su labios, y con ayuda de un mechero lo encendio dándole una calada honda.

Como tampoco tenía muchas cosas que hacer cuidar de un desconocido drogado y el solo decía la palabra huevo era un buen plan para el cani.

Carlo horas después abrió los ojos. —El huevo...

—Que huevo ni que nada, lo que tu estas drogado. —Llevó sus ojos a la voz que le había interrumpido y alzó una ceja sin saber quién era ese escuálido hombre que fumaba delante suyo, quizá otra alucinación.

—Soy El Cejas, artista contraceptual. —Se presentó respondiendo la pregunta no dicha por el de ojos azules.

—Yo Carlo Gambino.

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1066 palabras

Carlo Gambino MonthDonde viven las historias. Descúbrelo ahora