26-Ship Favorito

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Tras bajar de la enorme noria y caminar hacia uno de los puestos de comida, Carlo le compró a su chico un helado de fresa y a él mismo uno de chocolate.

—Listo ¿Mejor? —preguntó el Gambino mientras lamía su helado y observaba a su chico, el cual asintió mientras comía. —Aunque tenías que haberme dicho que te daban miedo las alturas y así no subíamos a la noria.

—No pensé que me ibas a montar a algo que está a 135 metros de el suelo...

—¿135? Joder a la próxima ni yo subo. —Soltó una risa y beso la mejilla del amante de los colores mientras observaba a la noria. —¿Quieres subir a algún otro juego?

—Tampoco hay mucho donde elegir pero vale, vamos al tiovivo. —Tomó la mano de el mayor y con pasos rápidos camino hacia la atracción. —Yo pago esta vez.

—¿Qué? No lo pago. —Replicó el italiano mientras se dejaba arrastrar hacia el puesto de venta de los tickets. —Además yo no quiero subir.

—Pero yo no quiero subir solo... —Lo miré con un puchero y comió un poco de su helado.

—Estaré contigo y te haré fotos para tu hermano ¿Si? —Le intento convencer mientras limpiaba un poco su mejilla con suavidad y quitaba los restos de helado que estaban en la misma.

—Bueno.. está bien, pero luego me consigues un peluche de algún puesto. —Acabo de comer su helado y se acercó a la taquilla listo para comprar su billete.

—Por supuesto que lo haré te conseguiré el mejor peluche de todos. —Se adelantó al francés y compró un viaje para dárselo a su chico. —Dije que yo invito.

El de cresta puso los ojos en blanco y tomo el ticket en su mano para acercarse a la atracción, sólo le quedaba esperar a que le dejarán subir y elegirse el mejor asiento para poder ver a su chico en todo momento, alguien se lo podía robar y eso no era lo que quería, Carlo era solo suyo y de nadie más y esperaba que todas las personas que babeaban por él se enteraran de una maldita vez.

Subió a la atracción y se sentó en uno de los caballitos de plástico de la misma, aunque fuera la atracción mas infantil de todo el recinto era el que más le gustaba a el oficial, le recordaban buenos momentos de su infancia con su hermano Gustabo y sus padres, donde todo estaba bien, con ambas figuras que se amaban y con su hermano estable psicológicamente, no como esos momentos en su familia, sus padres divorciados y odiándose el uno al otro y el rubio que tenía como hermano con un tal Pongo en la cabeza, su vida había dado un giro de 360 grados aunque en ocasiones como esa con el Gambino a su lado volvía a ser ese niño feliz que tanto extrañaba.

El juego se puso en marcha y se sostuvo sobre la la barra de metal que agarraba al caballito en la atracción con una sonrisa, había merecido la pena esperar a esa cita, su chico no se había ido ni nada por el estilo y tampoco estaba con el móvil hablando con el Cejas así que lo tenia solo para el.

El carrusel dio la vuelta y sonrió en grande cuando vio a su cenizo saludando con la mano, soltó una de sus manos de la barra de metal y le correspondió el saludo, se sentía en el mismisimo paraiso, en el juego de su infancia, con la música que inundaba sus oídos y con el amor de su vida mirándolo con esos ojos brillantes y llenos de amor hacia su persona, ninguno de sus exs era nunca así, y eso era una de las tantas cosa que amaba de su italiano.

La vuelta siguio su recorrido y el Gambino salio de su vista cambiandolo por una multitud desconocida, suspiro y agarro bien el sosten del caballito, deseaba volver a ver a su cenizo con ese lindo chaleco amarillo que amaba y le sentaba tan bien a sus ojos.

Su chico volvió a aparecer ante su ojos aunque esta vez con su teléfono en la mano con el que estaba sacando una foto, así que sacó su lengua con una sonrisa, sabía que esa foto se volvería una de sus favoritas, solo porque se la había sacado su chico.

La segunda vuelta cesó y el mar de desconocidos volvió a aparecer ante sus ojos, logrando un puchero en sus labios, aunque llevara segundos sin ver a su chico ya lo echaba de menos, apoyó su cabeza en el palo que sostenía en sus manos y suspiró. ¿Que mierda le había hecho el Gambino para enamorarlo tan locamente?

Por tercera vez su chico salió ante sus ojos, los cuales se abrieron en grande al ver lo que sostenía en sus manos y el cómo se arrodillaba en el suelo.

Bajo del caballito y con rapidez y algo de cuidado bajo de la atracción y se acercó al italiano.

—¿Te quieres casar conmigo? —Ante esas palabras la boca del francés se abrió de par en par sin darle respuesta inmediata a su chico, el cual se estaba empezando a impacientar ¿Y si había ido demasiado rápido con su chico? Quizá no se quería casar con él, o quizá simplemente no se quería casar, aunque sintiera que era su alma gemela, quizá Horacio no sentía que era el amor de su vida.

—Si... Por supuesto que sí. —Logró un suspiro del italiano y se levantó del suelo abrazando al hombre con fuerza y empezando a besar su rostro, logrando pequeñas risas del hombre de cresta y aplausos de las personas que habían observado la pedida de Carlo ante el de ojos bicolores.

El Gambino tomó el anillo y se lo colocó a su próximo esposo con una sonrisa para después besar su mano. —Te amo Horacio y quiero pasar el resto de mi vida contigo.

—Yo también te amo Carlo aunque muy posiblemente te acabe arrestando o algo así. —Ambos soltaron una risita y pegaron sus frentes con una sonrisa para después besarse rápidamente y con mucho amor, si el oficial debería ser un poco corrupto para no tener que arrestara a su chico, no le importaría nada, y si el mafioso debía cuidar sus acciones para no dañar a su chico tambien lo haria.

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1062 palabras

Carlo Gambino MonthDonde viven las historias. Descúbrelo ahora