CUATRO

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La noche iba llegando y Betty estaba en su habitación, mirando el vestido que eligió para esta noche. Un vestido negro y sin tirantes que le llegaba hasta las rodillas, su pelo ondulado y suelto.

Su vida solo se había centrado en su pequeño hijo y ya no sabía como hacer este tipo de cosas, arreglarse para una cita. Estaba muy nerviosa y no sabía si estaba haciendo las cosas bien o si la salida iba a salir bien.

Tocaron a la puerta de su apartamento y ella tomó aire para calmar sus nervios, y fue a abrirla. Su apartamento no era muy grande, para una chica que vivía sola con un niño pequeño.

Abrió la puerta y tragó saliva cuando se encontró con Jughead. Él no traía nada más que una camisa rojo vino y su pelo negro como la noche peinado hacia atrás, y esos ojos más penetrantes que nunca.

La dejó sin habla.

Jughead le sonrió. —¿Que pasa? ¿Viste un fantasma? ¿Todo está bien?— Le preguntó.

Betty parpadeó varias veces para volver a la realidad y se aclaró la garganta. —Oh, lo siento. Es que... no te ves nada mal... supongo—

Jughead sonrió y la miró de arriba a abajo discretamente. —Nada comparado a ti. También te ves bien esta noche—

Betty se sonrojó, bajando la mirada, y Jughead sonreía mientras la miraba. Le parecía tierno que ella se sonrojara.

Y hubo un breve silencio, un silencio en donde también se presentó aquella tensión. Una tensión que ninguno de los dos conocía.

—Entonces... ¿Nos vamos?— Preguntó Jughead, extendiéndole la mano.

Betty miró su mano y le tendió la suya, ambos entrelazándolas. Sintió algo parecido a la electricidad en su cuerpo y eso la asustó.

Ella cerró la puerta de su apartamento bajo llave y empezó a caminar con Jughead tomados de las manos. Decidieron que irían al bar a pie, porque no quedaba muy lejos y no todo era en auto.

Era muy extraño para los dos. Hace unas semanas atrás, Jughead quizá estaría tomando alcohol o teniendo sexo con una chica cualquiera a esta hora, y posiblemente Betty estaría con sus amigos o tal vez durmiendo en su apartamento por la ausencia de su hijo por esta noche. 

De repente Betty soltó una pequeña risa cuando ya los dos iban llegando al bar.

Jughead se detuvo y la miró, divertido. —¿Qué pasó?—

Betty negó, dejando de reír. —Es que... es que olvide lo que era ir a una fiesta así... hace mucho que no voy a fiestas con alguien...

—¿Alguien?— Preguntó el ojiazul, esperando una respuesta.

—Mmmm no. Nada. Ya estamos llegando. Vamos— Invitó la rubia.

Jughead asintió y volvió a tomar su mano para entonces llegar al bar.

La música alta, las luces, el olor a alcohol y el ruido de las personas se escuchaba desde afuera.

Betty y Jughead entraron así, con sus manos entrelazadas, y notaron la cantidad de personas que había.

Sin saber por qué, Betty apretó la mano de Jughead levemente y se puso tensa, y el pudo sentirlo.

—¿Ves a tus amigos?— Le preguntó la rubia al pelinegro, mirándolo.

—No. ¿Tu?— Preguntó el.

—No. Rayos... me siento tan rara aquí... hace tiempo que no hacía esto— Admitió Betty, tomando aire.

—Betty... si no te sientes cómoda aquí... podemos irnos a otro sitio— Sugirió Jughead, mirándola.

Ella le iba a responder hasta que vio a sus amigos acercarse, y ella sabía el espectáculo que podrían armar.

Un Tesoro Inesperado •Bughead• Donde viven las historias. Descúbrelo ahora