Ese beso dejó mucho qué pensar para los dos. Ese beso que no debió pasar, porque se suponía que eran amigos.
Pero lo preocupante fue que Jughead no volvió a saber de Betty después de eso. No contestaba sus llamadas ni sus mensajes y no los veía ni a ella ni al niño en ningún lado.
Pasó esa semana muy ocupado con sus clases en la universidad, pero no se concentraba como debía hacerlo.
Esa chica y ese pequeño niño no salían de su cabeza, y esa situación ya lo estaba preocupando.
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Un viernes después de dar sus respectivas clases en la universidad, Jughead fue en su auto al apartamento de Betty. No quiso parecer un acosador y por eso no había tomado acción antes.
Fue al apartamento de la rubia y tocó la puerta, pero no recibió respuesta. Igual no se iba a rendir tan fácilmente. Continuó tocando la puerta y eso hizo durante algunos tres minutos aproximadamente. No se iba a dar por vencido.
Finalmente la puerta del apartamento se abrió, emocionándolo, pero lo que vio lo dejó atónito.
—Hola Jughead— Lo saludó Betty. Estaba despeinada, con unas ojeras enormes y su piel mucho más pálida de lo normal, con Ethan llorando en sus brazos.
—Betty, por Dios... ¿Que te paso?— Le preguntó Jughead, asustado, tomando a Ethan en sus brazos mientras éste aún lloraba. —Ethan, ya amigo. No llores pequeñín— Miró a Betty. —¿Te sientes bien?—
Betty asintió, con una sonrisa débil. —¿Quieres pasar?— Preguntó apenas audible, soltando un suspiro cansado.
Jughead asintió y fue tras ella con el niño en sus brazos y ambos se sentaron en el sofá de la sala.
—Pasó una semana, no te volví a ver y tampoco respondes mis llamadas o mensajes. ¿Que ocurre?— Le preguntó Jughead a la rubia, acomodando al niño en su regazo.
Betty suspiró, pasándose una mano sobre la cara. —Ha sido una semana difícil, Juggie. No pasa nada malo— Mintió.
Jughead alzó una ceja y acercó una mano al rostro de Betty, tocando su mejilla y abriendo los ojos como platos, asustado. —Betty, estás ardiendo, por Dios, creo que tienes fiebre—
—Eso no es nada, se me pasará— Aseguró, con una sonrisa débil.
—No, Betty, esto no está bien. ¿Estás aquí sola con el niño?— Le preguntó Jughead, realmente preocupado.
—Siempre hemos sido mi hijo y yo. ¿Cual es el problema?— Preguntó la rubia. Parecía que estaba a punto de desmayarse.
Jughead suspiró y dejó al niño en el sofá, poniéndose de pie. —Vigila a Ethan un momento— Le dijo, retirándose al pasillo de las habitaciones.
Jughead fue a la habitación de la rubia y buscó un botiquín que estaba sobre la cama, y regresó con ella, sentándose al lado de ella y del niño en el sofá de la sala.
—¿Tienes un termómetro aquí?— Preguntó Jughead, abriendo el botiquín. —Genial, ya encontré uno— Avisó, tomando el termómetro.
—¿Que haces?— Le preguntó Betty, mirándolo, con el niño en su regazo.
—Quédate quieta— Contestó, colocando el termómetro bajo el brazo de Betty. —Esperemos cinco minutos—
Eso hicieron. Fueron unos cinco minutos silenciosos. Jughead tomó al niño y lo dejó en su regazo y luego tomó el termómetro, abriendo los ojos como platos al verlo.
—Betty, estás ardiendo. Tienes la temperatura en treinta y nueve grados. ¿Lo sabías?— Le preguntó, asustado, dejando el termómetro sobre la mesita frente al sofá.
—Ya te dije que se me pasara– Aseguró Betty mientras empezaba a temblar.
—No— Negó, dejando al niño sobre el sofá y poniéndose de pie. —Vengo enseguida–
Él fue a la cocina por un vaso de agua, tomó una pastilla del botiquín y se la dio a Betty.
Ella se la tomó y entonces Jughead regresó el vaso a la cocina, para luego regresar con ella al sofá, tomando al niño en su regazo. —Betty, ahora tienes que ir a descansar, por favor. Estas mal. Tienes mucha fiebre—
—Es que no debo hacerlo Jug— Se negó, mirándolo mientras se abrazaba a sus piernas, temblando.
Jughead suspiró. —No seas terca Betty. Ve a la cama y descansa. Yo me encargo de Ethan, de verdad— Insistió, poniéndose de pie y tomándola de la mano mientras sostenía a Ethan con su mano libre.
Ella lo hizo. Jughead la guió hasta la cama en donde ella cayó, exhausta, agotada, temblando y con la temperatura en las nubes. Se veía más delgada y pálida de lo normal.
Jughead la miró y sentía se que quebraba por dentro al verla tan débil y enferma. Vio que el niño lo miraba, confundido.
—Mamá está enferma, pequeño. Ya es tiempo de que descanse un poco— Le habló Jughead al niño en voz baja, dirigiéndose a la sala.
Ethan no le respondió y solo se abrazó al cuello de Jughead, y él lo abrazó, sintiendo los latidos y el calor del pequeño.
Él entendió que tal vez el niño tenía sueño y lo abrazó con intenciones de hacerlo dormir.
—Campeón... ¿Te dormiste amigo?— Le preguntó Jughead al pequeño en voz baja.
—Papá...— Murmuró el niño mientras caía en un sueño profundo.
Jughead abrió los ojos como platos y su corazón empezó a latir más fuerte contra su pecho cuando escuchó esas palabras del menor.
Sabía perfectamente que ese niño no era su hijo, que no comparten vínculo de sangre, pero sintió una emoción tan extraña cuando el niño le dijo eso que no se lo explicaba.
Jughead suspiró y fue a llevar al niño a su habitación, lo arropó y besó su cabeza, apagando las luces, dejándolo profundamente dormido.
Escuchó un quejido de parte de Betty y corrió a su habitación, asustado, entrando y sentándose al borde de la cama.
Ella temblaba, hecha bolita en la cama, quejándose. Sentía dolor, se veía y se sentía muy mal.
Jughead suspiró y posó una mano en la mejilla de Betty. —Aún tienes mucha fiebre Betty—
—E... Ethan... ¿Donde... donde está?— Preguntó, apenas podía hablar.
—Ethan está dormido Betty, tranquila. Mira... toma un baño con agua fría para ver si eso regula tu temperatura y si no funciona te llevaré al hospital— Sugirió Jughead. Estaba asustado. Ella realmente estaba mal.
Jughead cuidando a Betty 🛐🥺 y a Ethan ❤️👄❤️Samy ❤️
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Un Tesoro Inesperado •Bughead•
FanficUn chico solitario y sin rumbo y una chica rota se conocen, y juntos encuentran su tesoro inesperado de una manera que no imaginaron.