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Un chasquido, sus ojos

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Un chasquido, sus ojos.

Una palmada, su cabello.

Un brindis, por ese amor a primera vista.

...

Isa había podido sacarme toda la información de lo que estaba sucediendo actualmente en mi vida y es que no podía guardarme todo esto, necesitaba conversarlo con mi madre, porque ella también había perdido a su hija luego del incidente. Éramos dos victimas y cada una con su forma de sobrellevarlo, la mía, era la justicia. 

 — ¿Cómo es posible que la juventud sea más egoísta?—reprocha diciendo que antes también lo era, pero lo de Jenna le había parecido algo muy macabro.

— La hermana de Jenna ha dicho que he sido culpable de todo lo que sucedió con Jess y he ido a ver a Sykes —el solo mencionar su nombre me dolía y hacía que quisiese partirle la cara a quién me quitó a mi hermana.

— ¿¿Cómo?? —deja los platos a un lado y una mirada de indignación se dibuja en su rostro. 

— Necesitaba hacer algo —me refriego los ojos y continúo — no podía dejar las cosas simplemente como estaban. Sykes cree que sus trapos sucios no saldrán a la luz y está muy equivocado. Ambas sabemos lo que realmente sucedió y que nos falta una pieza para armar el rompecabezas, lo dejamos solo por mi salud mental.

— Vienna, todo esto siempre te obsesionó. Perdí a Jess pero no podía dejar que mi hija menor también se hundiera en teorías y pasara todo el día encerrada, para al final acabar llorando por no poder resolverlo. Yo te amo, Vienna, con todo mi corazón. 

Hasta la muerte vería a mi madre como un pilar fundamental en mi crecimiento como persona y era por estos momentos que siempre apreciaba tenerla cerca, porque los mejores consejos los obtienes de alguien que te ama sincera y profundamente.

— No volverá a pasar. Ten por seguro que he crecido en estos dos largos años. Es verdad que me falta por aprender pero de esto se trata la vida, de tomar decisiones y fue lo que hice. 

Se acercó, tomo mis manos, con una mirada sincera y honesta. Para concluir con una oración y una pregunta.

— Siempre puedes contarme absolutamente todo, porque dos cabezas piensan mejor que una, ¿okay?

— Gracias mamá —la abrazo y puedo sentirme más segura.

Nuestra pequeña charla había sido suficiente para quitarnos tiempo, que no teníamos, mi madre se apresura y en un par de parpadeos ya tiene listo todo. Y es que una característica de las mujeres: ese sexto sentido, esa velocidad aumentada, en sí, somos increíbles. 

Hoy tenía una cita, obviamente médica, con Sax que me había mandado un mensaje de texto a las cinco de la madrugada. Dicen que es bueno levantarse a esa hora, que resulta muy productivo. En su lugar, luciría como un monito enojado porque no encuentra su comida y en shock, está mas que claro.

— ¿Estás bien? —me encantaba poder ver su rostro todas las mañanas. Estaba más que claro quien era, pero ¿cuánto tiempo podré ocultarlo? Mis sentimientos. 

Asiento. 

— ¿Quieres acompañarme a la biblioteca? —las clases de las dos primeras horas habían quedado suspendidas porque el maestro de sociología había pescado el covid-19, y todo ese papeleo para reintegrarse duraría quizás dos semanas.

— Si. Vamos. Déjame poner la clave de seguridad.

Tener la compañía de Glenn Rhee era sin duda como un complemento, quizás suene como loca exagerada porque estoy enamorada pero si tan solo lo conocieran, estarían de acuerdo conmigo. Mi cerebro emocional, al menos ya es capaz de aceptar que me gusta y disfruto pasar tiempo a su lado, es un gran avance, de la negación a la aceptación puede existir una brecha infinita, pero he sido capaz de darle límite y permitirme sentir de esta manera.

— Estás muy pensativa, ¿todo está bien?

Mi corazón gritaba por decirle todo lo que se me había pasado por la mente en tan solo segundos pero no era el momento, y no sabía cuando sería, si es que se daba, pero para que preocuparse por cosas que ni siquiera pasarán.

— Estoy pensando en como no haz sido capaz de reventarte ese grano en tu mentón, está del tamaño de una semilla de chia.

— ¡Venga ya! ¡Quítamela!

Se inclina hasta llegar a mi altura, porque me llevaba casi una cabeza de más, pone sus manos sobre mis hombros y no puedo evitar echar una miradita a sus labios. ¡Demonios! ¿Habrá notado mis mejillas ruborizadas? Esperaba que no, pero con la luz que hay en este pasillo era casi imposible.

— Tus manos están frías —dice, colocando su mano sobre la mía.

— Es porque soy delgada y no tengo mucha grasa corporal para equilibrar con la temperatura actual. No importa cuantos abrigos lleve encima siempre están frías.

Extiende su mano para ver si efectivamente la grasa extraída era tan alarmante, la examina y arroja al suelo la grasita. Toma mi mano derecha y la guarda en su bolsillo.

— Así tu mano derecha ya no tendrá frío, ¿verdad? —era la acción más bonita que había experimentado. 

...

Total silencio en la biblioteca como era lo habitual, la señora Pegsy llevaba los mismos accesorios de plata y con su frase típica "Por favor, silencio y no se permiten alimentos." Era como un mandamiento para la biblioteca y si por error sacabas al menos un barra de cereal, eras expulsado. Al menos, no te decapitaban con en la Britania romana.  Así de estricta era la señora Pegsy, pero muy amable.

Rhee buscó la sección de libros fantásticos y sin esperarmelo, tomó el libro de Cornelia Funke Corazón de tinta.

— ¿Te gusta? —mi pregunta sale como un susurro. 

— Si, me lo he leído desde pequeño solo que quería volver a recordar a todos los personajes. Su forma de escribir, es touché, directo al corazón.

— Mi personaje favorito era dust-finger, tomar cera de los duendes y jugar con fuego siempre me pareció algo increíble.

— El mío era Fenoglio, quizás a veces nos asustamos de nuestra misma historia, dejamos personajes a la mitad, desaparecemos y nos estancamos.

— Si vuelvo a escuchar conversar otra vez, lo voy a expulsar —nos dice Pegsy, apuntándonos con el índice. 

Rhee toma la cartilla para prestarlo y se la extiende a Pegsy, que ahora lucía un poco molesta pero que se alegró que salimos de la biblioteca con un libro en manos, porque actualmente solo un pequeño porcentaje de jóvenes lee y eso se refleja en la asistencia hacia la biblioteca.

Caminamos hacia la mitad del campo de rugby, nos tumbamos sobre el húmedo césped  y comienza a leer.

— Aquella noche llovía...

Mi mano en su bolsillo, el libro de Corazón de tinta y su voz, podría decirse que ese momento era preciso para encapsular y guardar en el baúl de los recuerdos. El recuerdo de la cita con Sax se perdió en el horizonte, luego podré enviarle un texto, y lo comprenderá. Espero. 

...

QuimeraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora