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Esa semana que esperas al inicio de todo periodo escolar, se había convertido en todo lo contrario

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Esa semana que esperas al inicio de todo periodo escolar, se había convertido en todo lo contrario. Más que nunca, todos nos sentíamos melancólicos, este sería el último día en el que todos íbamos a compartir esta aula. La convivencia puede llegar a ser caótica, porque no estamos destinados a congeniar, hay personas con las que tenemos más afinidad que otras, pero de este curso solo había una persona a quien no podía verle la cara, Glenn Rhee. 

Después de que sus palabras me quemaran en cuerpo y alma, lo único que había estado planeando era, este día, el final de esa conversación en donde él fue quien tuvo la última palabra. Ahora es mi turno. Si la familia Sykes quería jugar de este modo, me adaptaría hasta que se convirtiera en el mío. Antes de caminar hacia su asiento, boto aire por la boca, oprimo mis dedos, formando un puño en ambas manos. Olvido la promesa a mi madre. Aprovecho la ausencia de mi guardaespaldas. ¡Que empiece el juego!

Ubico mis pies delante de su puesto, como si alguien hubiese marcado mi posición, pateo una de las patas de la mesa, se levanta de inmediato con una maldición. Si, se había convertido en una persona bastante oscura. Mi frialdad le toma por sorpresa, deben pasar unos segundos para que su tensión se extienda a todo su cuerpo, y lo que veo, es una persona fresca, con los brazos cruzados y una sonrisa oculta en la comisura de sus labios. 

— Glenn Rhee — digo, apoyándome sobre mis manos que están en cada esquina de la mesa, su arteria carótida empieza a bombear sangre con mayor intensidad — no te asustes. Solo vengo a despedirme. 

— No deseo hablar contigo — corta, se levanta con la intención de escapar. 

— Quizás —lo freno con mi cuerpo y lo obligo a retroceder — es momento de despedirnos como dos compañeros de clases, ¿o no? 

Su rubio cabello se mueve en dirección a su respuesta negativa. De su bolsillo posterior saca sus airpods, su intención es ignorarme mientras escucha música, que alguna vez compartimos y no pienso permitirlo. Una de mis hobbies, ha sido aprender lenguaje de señas y es el momento preciso para usarlo. Acompaño cada uno de los movimientos de mi mano con los de mis labrios, pronunciando la palabra asesino. Busco equilibrio en mi pie izquierdo, siento como la toda mi fuerza se encierra en mi puño derecho. Cinco, cuatro... Unos brazos rodean mi cintura y me cargan en peso hacia atrás, trato de zafarme, pero es más fuerte que mis ganas de golpear el rostro de Rhee, justo donde se había escondido esa sonrisa, unos minutos atrás. 

Mis pies vuelven a tocar el suelo, me giro con el único objetivo de golpear a quien me detuvo, pero me encuentro con ese rostro conocido, el cual me desconoce por completo, y solo me analiza, buscando lo que en su momento fue Vienna Miller, la chica que tenía miedo. 

— ¿Por qué? — pregunto, cruzando mis brazos sobre mi pecho. 

— Como espectador de cada una de tus facetas, me gusta, pero me preocupo por tu bienestar. ¿En qué estabas pensando? — sus ojos recorren cada curva de mi cuerpo, en busca de algo —¿no te ha hecho nada? 

QuimeraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora