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Jones parecía estar menos sarcástico. Había aceptado la idea de vernos con Glenn tomados de la mano.

Sonreír. Poner los ojos en blanco. Cotilleo en el baño. Era el pan de cada día, luego de que todo el colegio se había enterado que éramos pareja. La verdad, es que no tenía necesidad de esconderme. ¿Estaba mal enamorarse? No es un pecado. No es malo. Amo a Glenn Rhee.

La clase de Jhon Sax había pasado sin ningún percance. Había enviado tarea, en pareja. Rhee empezó a escribir en mi cuaderno... Hasta su letra es muy bonita. ¿Vamos juntos? Tomé el boli de sus manos... y dibujé un corazón.

Ni siquiera tuve que darle una ojeada a su rostro, sabía que estaba sonrojado. Jhon Sax anunciaba de una casa abierta para desarrollar el tema de relaciones tóxicas, se llevaría a cabo en dos meses y medio. Sería octubre. Los octubres no me gustan. Me provocan un sin sabor.

—¿Vienna? — le dediqué una mirada.

Glenn estaba guardando los libros en su maleta. Siempre tenía la sensación que deseaba saber en que pensaba cuando me desconectaba del mundo.

Empecé a guardar mis libros. De reojo pude notar la mirada malvada de Jenna. Sonrió y empezó a caminar hacia nosotros. Lo que me faltaba...

—Chicos...—dijo, haciendo ruido con la silla.

Tenía toda nuestra atención.

—Eh... me preguntaba...—me ignoró— si querían asistir a una fiesta.

Su oración quedó en el aire por unos segundos. Sonrió. Acomodó su cabello hacia un costado. Se inclinó hacia Glenn, mucho más de lo apropiado.

Ya veo por donde va el asunto.

Carraspeeé.

—Nosotros te avisamos —dije, tomando la mano de Glenn.

Glenn apenas había podido tomar su mochila y el bolso de entrenamiento. En camino hacia el patio de comidas no dijo nada. Ese silencio me ponía un poco incómoda e insegura. Hubiese querido que rechazara la oferta.

Sentados uno frente al otro, solo acomodó su bocadillo para llevárselo a la boca. No pude disimular mi cara de indignada. Me tranquilicé, no quería verme como una niña berrinchuda. Quizás lo estaba llevando muy lejos.

—¿Vamos a ir a la fiesta? —lo solté, porque impaciente es mi segundo nombre.

—Yo no... No soy de fiestas, pero si dese...

—Tampoco me gustan las fiestas —continuó comiendo su bocadillo.

Durante el resto del almuerzo, me comentó que sus prácticas estaban resultando muy agotadoras. Apenas tenía tiempo para realizar las tareas. Incluso, llegó a pensar que una moto podía serle útil. El metro se daba vuelta por toda la ciudad antes de llegar a su casa, gastaba como 45 minutos.

—Incluso... —dijo, sonriendo. — Una vez, me dormí sobre el hombro de una señora. ¡Cerró mi boca un par de veces! Al final, el bus giró bruscamente que me di contra la ventana. Se me fue el sueño.

—¡Uf! Esa anécdota le gana a la mía...

Se sacudió las manos. Y me examinó con la mirada. Podía notar interés en mi desgracia.

— Venga... Cuéntamela —dijo, cambiándose de puesto.

Estaba muy cerca de mi, pude sentir su respiración. Tuve que tragarme el bocadillo y me atreví a contar mi historia.

— Vale... Una vez estaba esperando el bus. Saqué mis auris del bolso, escogí una canción de Green Day... Noté con el rabillo del ojo que algo había volado encima de mí, pero no hice caso. Seguí concentrada en la canción y luego sentí algo en el cabello...

QuimeraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora