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Me sudan las manos; aunque la habitación esté a dieciocho grados. ¿Por qué estoy tan nerviosa? Solo es un concierto. Estoy sola en el vestidor, los chicos están en otro cuarto, en estos momentos deseo que el grupo esté formado por otra chica más; Sunny pasa ocupada con los detalles de logística. Me siento sola. Muerdo mis uñas recién pintadas de un color plateado, me detengo cuando noto que empiezo a quitarme el esmalte. No encuentro otra cosa con la que calmar mi ansiedad.

—Tranquila chica.

—Si vuelves a decirme una vez más así... —se encoje de hombros.

—¿En qué momento entraste? —le pregunto, malhumorada.

—Hace segundos —contesta, apoyándose en la mesa junto a mí.

—Debo confesar que Glenn y tú hacen linda pareja —corta el silencio con una confesión.

¿A que ha venido esto? Mi ansiedad pasa a segundo plano; me centro en un punto en el suelo donde se juntan cuatro baldosas. Pero cuando estoy decidida a contestar algo coherente, se adelanta, como siempre.

—Te hace sonreír; es bonito verte feliz —sus palabras me cortan de manera superficial—. Creo que nunca seré capaz de sacarte una sonrisa. Se necesita esa conexión, la complicidad y... y el amor. Es obvio que ustedes lo tienen todo. Sabes que siempre puedes contar conmigo; soy tu amigo; el manager de Quimera.

Antes de irse pone su mano sobre mi hombro, seguido de unas palmaditas en la espalda. Ni siquiera he sido capaz de contestar, porque ha dejado su confesión en el aire, se ha marchado. Es decir que, ¿ya no siente nada por mí? ¿qué lo ha superado? ¿ahora me llamará chica? Chica. Detesto esa palabra.

Detrás de la puerta aparece Sunny con una tablet en sus brazos, se quita el audífono antes de pedir que la acompañe. Caminamos por un largo pasillo, me encuentro con los demás: Cliff frota sus manos; los gemelos van dando saltos; Jones está callado; Marcus preocupado por sus ojeras.

—¿Preparada? —pregunta Marcus.

—Nerviosa— confieso.

—Cuidado vomitas frente a cincuenta mil personas.

—¿cincuenta mil? —exclamo, angustiada.

Asiente.

—Imagina que son hormigas con linternas.

—No me ayuda.

—Disculpa. Tranquila, Jones estará contigo en el escenario.

No sé, si esa compañía será suficiente. Temo quedarme paralizada, que una palabra salga de mi boca. Sunny pide que formemos un círculo, su rostro está pálido, su mirada profunda mientras escucha un comunicado por medio de su audífono.

—Tenemos un problema —siento que estoy a punto de desvanecerme—. La pista de vuestro grupo se ha dañado.

—¡¡IMPOSIBLE!! —protesta Cliff.

—Calma chicos. Tenemos el talento, podemos hacerlo solo con los instrumentos, la voz de Vienna. Todo saldrá bien —al menos, no me ha dicho "chica".

—Solo debemos mantener la conexión visual—dice Marcus, dándonos esperanza.

Juntamos nuestras manos en el centro. Intercambiamos miradas, gritamos Quimera al unísono. El presentador anuncia, el público se emociona y puedo sentir mi vena palpitar. ¿De miedo o felicidad? No sé. Pero estoy dispuesta a luchar por los sueños de nuestra banda.

Paso mis manos por mi corta falda negra, arreglo mi blusa blanca, acomodo el audífono y el primero en salir es Cliff. Todos saludamos, Jones toma la palabra.

QuimeraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora