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No entiendo como tuve la idea de comer un guisado de frejoles a las diez de la noche y dormirme en un santiamén. Ahora me siento a tope, con unas ganas de vomitar y sin ganas de comer el sandwich que tengo frente a mi. 

— Vienna. Cariño, ¿pero cómo vas a comer e ir a dormir? — eso ya lo sabía, muy mala idea —. Sin embargo, tener el estómago flojo tampoco es lo peor, así liberas todo. 

Su gesto me causa risa, pese a que se esté burlando de mi situación. Llevo ambas manos hacia mi estómago, pero no sirve de nada, voy corriendo al baño. Otra vez. Terminaré deshidratada. Esto no debería estar pasando luego de que insistí a Jones que era momento de volver al ruedo. Vuelvo a sentarme en la mesa y mi madre me extiende un jugo de manzana, por que señor google ha dicho que restaura la flora instetinal. ¡Vaya información! 

— Gracias, mamá — tomo un sorbo y está sin azúcar.

— ¿Qué harás con la presentación de mañana? — repiquetea los dedos y enciende su móvil — déjame escribir a mi amiga que es médico. Ella me ayudará con alguna medicina, aunque deberías descansar. 

Me encojo de hombros, tomo otro sorbo más del jugo, está vez me provoca un retorcijón en el estómago y corro al baño, como si la vida dependiera de eso. Se supone que teníamos planes de celebrar mi cumpleaños en este concierto, para nada, porque me encuentra sentada por cuarta vez en el retrete. ¡Es que soy la tía con más suerte en el mundo! Al menos, después de la entrevista en Stanford, nos hemos reunido con Grimes, De Vries, Jenna y Jones, para conversar de la operación free, repartimos tareas y obligaciones para acercarnos a la fiscalía del distrito para presentar la documentación. He visto que todos estamos compremetidos, aunque no estén involucrados en el problema, creo y estoy segura de que se trata de amistad. Podré haber perdido una cosa, pero he ganado varias y eso pesa más en la balanza de mi vida. Amistad. 

— Vale, me ha contestado. Me ha dicho que debo comprarte probióticos e hidratarte. Así que, cariño, acá está tu botella de dos litros con agua y regreso en cinco minutos con la medicina. 

Abrazo a mi madre. ¿Qué podría ser yo, sin mi madre? Nada.  Susurro un gracias antes de separarnos, veo como se cierra la puerta y vuelvo a desbloquear el móvil, me lo pienso un par de segundos antes de escribir un mensaje a Jones.

Ando flojilla del estómago. 

No tarda en responder. 

Estoy a veinte minutos de tu casa, voy en camino. 

Me quedo embobada viendo la pantalla del celular, vuelvo a leer su mensaje y solo sonrío. Ni siquiera sé el motivo, solo lo hago. De nuevo, mi estómago ruge pero esta vez no tengo ganas de volver al retrete, solo bebo el último sorbo de jugo de manzana. Escucho el tintineo de las llaves, veo que mi madre lleva una bolsa blanca y al verme se apresura a poner una olla con agua, saca unas plantas del refri y las bota sobre el agua hirviendo. Frota sus manos con algún líquido y las pone frente a mi nariz. 

— Tienes cara de desmayo — dice, preocupada. 

— Esta vez no he ido al baño, ya me estoy mejorando, ¿no? 

— Ahora bebé este té de manzanilla con miel — me extiende una cápsula — son probióticos y acuéstate en el sillón. Jones viene con los chicos. 

— ¿chicos? — cuestiono, antes de meterme la pastilla en la boca. 

— Los de la banda, ¿no te dijo? 

— ¿te ha llamado? — su mirada la delata. 

— Vaya. Ahora todos saben que estoy floja. 

QuimeraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora