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Jungkook nunca podría ser considerado como una persona mañanera. Escuchar el despertador y poder levantarse de inmediato, tampoco era su fuerte. Entonces, ¿cómo se encontraba en pie aquel domingo a las nueve de la mañana?

«Sólo me falta ir a la iglesia, y ya podría entrar en un club de tercera edad», pensaba de buen humor, en la cocina.

Pero su motivación en aquella tranquila mañana no era nada más que Park Jimin, su invitado de honor. Por él, se encontraba cocinando pancakes para dos. Sin mencionar que tarareaba una canción mientras sonreía.

El día anterior, luego de la conversación telefónica que habían tenido, Jungkook ordenó un poco su departamento, recogiendo envases de comida, ropa, entre otros, que tenía regado por doquier. También alcanzó a preparar la habitación de invitados, hacer la cama, y Jimin llegó a su puerta, con los ojitos tristes. Hasta ese momento, Jungkook no lo había considerado siquiera, pero ver a su adorado rubio con aquella expresión fue... demoledor. Su propio corazón se estrujó dentro de su pecho.

Jungkook lo invitó a pasar y lo atendió lo mejor que pudo. Aunque se sentía torpe, porque no sabía cómo ayudar. Pero, definitivamente, quería hacerlo.

Esa noche, Jimin no quiso comer. Sólo aceptó una taza de té y media porción de pan, porque Jungkook fue demasiado insistente. Y luego cada uno se fue a su habitación.

A Jungkook le hubiese gustado compartir con Jimin; quedarse despiertos hasta tarde, hablando de cualquier cosa. Pero no podía presionarlo. Era evidente que Jimin no estaba bien, y más que seguro que no contaba con energía para largas conversaciones.

Como la esperanza es lo último que se pierde, Jungkook esperaba que hoy fuera diferente. Esperaba que hoy fuera mejor.

—Huele muy bien — escuchó a su espalda, sacándolo de su ensoñación, y sobresaltándolo. Jimin, al notarlo, comentó con humor: —¿Mi voz es muy fea, que te asusté?

—¡Para nada! — aseguró Jungkook, omitiendo que la voz de Jimin era suave como el algodón, y deliciosa como algún dulce. Él amaba la voz de Jimin. Pero no podía decirlo —. Solamente estaba concentrado.

—¿Qué preparas?

—Una receta que me enseñó Yoongi hyung; pancakes de avena y plátano — hasta entonces que lo dijo en voz alta, se sintió inseguro del desayuno —. Espero que te guste.

—Suena bien para mí. Muy natural — le guiñó un ojo, logrando que Jungkook sonriera más confiado —. ¿Sirvo jugo?

Jungkook le indicó dónde guardaba los vasos, y Jimin ayudó a terminar de preparar la mesa. Fue un momento muy doméstico. Ambos se sintieron demasiado cómodos, como si fuera una rutina de sus vidas... o como si pudieran convertirlo en sus rutinas.

«No me debo adelantar tanto», se obligó a recordarse Jungkook. Éste no era el momento, después de todo.

Sentados a la mesa, compartiendo el desayuno, Jungkook no pudo evitar mirar a Jimin... mirarlo más de la cuenta. Sus cejas, su nariz pequeña, sus labios gruesos, sus ojos miel.

«Es tan hermoso».

No es como si Jungkook no lo hubiese notado desde un principio, pero le seguía sorprendiendo. Ni siquiera había una palabra que definiera a Park Jimin por completo. Cada adjetivo le quedaba corto.

Hace años, cuando Jungkook lo conoció, le llamó la atención el cabello color naranja. Por supuesto que se convirtió en el chico zanahoria sin ninguna duda. Pero en ese entonces, la personalidad de Jimin no era extrovertida ni explosiva. Aún así, algo en la esencia del muchacho, lo llamaba a rondarlo, como un imán. Jungkook gravitaba cerca de él sin explicación.

「My blood & tears 내 피와 눈물」 ✨ JIKOOK ✨Donde viven las historias. Descúbrelo ahora