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{Febrero 2020}

El rubio se encontraba cocinando con música de fondo en el departamento donde llevaba viviendo un par de años. Estaba preparando una salsa para la pasta que había preparado anteriormente, y que por el momento se encontraba escurriendo el agua en el colador.

Agregó orégano y queso rallado a la olla, mientras revolvía con una cuchara de madera y con su hombro sostenía el celular contra su oreja izquierda.

—Sí, Hobi. No me lo perderé por nada del mundo. ¡Claro que estaré ahí! Es tu cumpleaños después de todo; el evento del año — soltó una pequeña risita —. Nos veremos y te daré el mejor abrazo de todos, ya lo verás. Cuídate, y disfruta el resto de tu día. Te quiero. Adiós.

Cortó la llamada, aún sin perder la sonrisa. Jung Hoseok (o Hobi, como sus amigos más cercanos le decían) estaba de cumpleaños ese martes 18 de febrero, y Jimin no estaba completamente seguro de cuánto tiempo llevan siendo amigos. Aunque como siempre decía, sólo eran números. Lo que importaba era el vínculo que habían construido desde la universidad, y que por suerte, no se había perdido. Y ese sábado sería la fiesta para celebrarlo en grande, como solía hacer cada año.

—¿A quién quieres? ¿Debo ponerme celoso? — escuchó el aliento de su novio rozar su oreja donde antes estaba el celular. La piel del rubio se erizó de inmediato. Y los brazos que rodeaban su cintura le dieron calor. Le gustaba cocinar de ese modo.

—No seas bobo. Estaba hablando con Hobi, por su cumpleaños — aclaró, sonriendo.

El pelinegro que lo abrazaba frotó su nariz contra la mejilla de Jimin. Estaba mimoso y quería atención.

—¿Este fin de semana estaremos con los chicos?

—Sí. Ya tengo el regalo y todo.

—Uhm... ¿Y a mí me darás algo? — el rubio rió.

—No es tu cumpleaños, descarado.

La risita de Jimin le encantaba, además sentirlo cerca en un momento tan cotidiano como preparar la comida lo hacía muy íntimo. Esta vez lo que frotó contra su novio no fue su nariz. Estaba duro, y Jimin entraba en calor con facilidad ante eso.

Ya al sentir los besos húmedos en su cuello fue suficiente para apagar la cocina y olvidarse de la salsa que estaba preparando.

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Estaba acostado de espalda en la cama, desnudo aún, y sólo cubierto por la sábana de la cintura para abajo. Miraba el techo recorriendo mentalmente viejos recuerdos.

Tantos años habían transcurrido, y ahora que pensaba en ello, parecía haber sido un suspiro; efímero.

En sus años universitarios conoció a Hobi, Namjoon, Yoongi, Jin y Taehyung. Los mejores amigos del mundo. A pesar que ya no podían reunirse con tanta frecuencia, por sus responsabilidades adultas, la confianza y el cariño permanecían intactos. O si fuese posible, juraría que ahora los quería mucho más. Ellos fueron sus pilares cuando más necesitaba a alguien. Y en las buenas, eran los mejores haciéndolo reír. Estaba agradecido por tenerlos en su vida. Y ese fin de semana los vería después de casi un mes.

Recordaba que años atrás, las fiestas eran panorama seguro para cada fin de semana. En esa época en que su cabello iba de un color fantasía a otro. A veces veía las fotografías antiguas, y no entendía cómo no había quedado calvo con tantos experimentos. En especial porque no usaba productos de buena calidad, si sólo era un estudiante. Pero no se arrepentía, ya que vivió todo lo que quiso, y le había servido para aprender. Por supuesto que se había dado más de algún que otro porrazo, pero gracias a eso era lo que es hoy en día. Y se sentía orgulloso de haber terminado su carrera profesional, y de luchar contra todo lo que se le presentó. Por momentos sintió que se hundía en mierda, pero de una forma u otra, logró salir, siempre con la frente en alto.

Ahora era rubio desde hace bastante (ya ni recordaba cuánto tiempo), vivía en un cómodo departamento con su novio y trabajaba como editor y periodista en una revista de diseño independiente. Su meta siempre había sido formar parte de la moda o el arte, y ayudar a artistas emergentes. Y con Sarangi -la revista-, podía llegar a mucha gente, y además desarrollar su lado creativo.

Entre tantas ideas que se le cruzaban por la cabeza, recordó que le había quedado un tema pendiente del trabajo. Era un reportaje sobre la presentación de un nuevo cantante en una estación de radio que debía tener listo para el jueves. Aunque no alcanzó a preocuparse demasiado al respecto, ya que su celular lo interrumpió.

Se estiró para tomarlo de la mesita de noche. Taehyung lo llamaba. Le llamó la atención, puesto que no estaban en contacto a diario, pero en un sólo día había hablado con Hobi y ahora Tae.

—Oye, idiota — escuchó al otro lado de la línea —. No sabes qué pasó hoy.

—Hola para ti también — escuchó resoplar a su amigo, e inmediatamente lo imaginó rodando los ojos. Jimin sonrió ante la idea de conocerlo tan bien, para ser capaz de visualizar sus gestos aún sin verlo.

—Sabes que entre nosotros no hay formalidades, enano.

Jimin rió, porque era cierto.

—Ya, dime qué es eso tan sorprendente, que no podías enviarlo por escrito.

—Jungkook está de regreso en la ciudad.

No era interferencia en la línea telefónica, no había un caos allá afuera, pero Jimin parecía haber perdido la conexión. Y no de manera técnica, sino consigo mismo. Ese nombre. Ese maldito nombre.

—¿Q-qué?

—Jung-jodido-kook ha regresado... me lo topé hoy en el centro — explicó —. No podía creerlo, sabes. Y ni siquiera supe cómo reaccionar, porque era mi maldito mejor amigo — Tae suspiró —. Pero una parte de mí no quería verlo. Yo me hubiese hecho el tonto, y habría mirado a otro lado, pero él me vio. Me saludó — recalcó —. Y yo no supe qué más hacer que saludarlo, sabes... Pensé que sería más incómodo, pero Jungkook recordaba que se acercaba el cumpleaños de Hobi...

Taehyung guardó silencio, quizás esperando que Jimin dijera algo, pero era físicamente imposible, ya que sintió la garganta seca de pronto. Y en su mente estaba procesando la información que acababa de escuchar. Aunque no necesitaba un doctorado para entender qué era lo que su amigo trataba de decirle. No había que ser un genio para saberlo. Y Jimin conocía muy bien a Taehyung. Sabía que su corazón era blando como el flan. Se remecía con un pequeño soplo. Era muy buena persona y podía jugarle en contra en ocasiones.

—¿Qué le dijiste?

—Lo lamento, Jimin. Sabes que te quiero, que te adoro, ¡pero no supe qué decirle! Me sentía contra la espada y la pared. De verdad lo lamento — Tae se escuchaba más que arrepentido. Y a Jimin no fue difícil imaginarlo con los ojos brillantes producto de lágrimas retenidas.

Jimin suspiró, derrotado, antes de volver a hablar: —Está bien, TaeTae. Quizás debas, uhm, preguntarle a Hobi si no hay problema que Jeon se presente en su fiesta de cumpleaños... Sé que es una posición difícil para ti. Pero no te amargues. Tú no mereces estar triste por nada en este mundo.

—¡Jimin precioso, te adoro demasiado! — chilló al otro lado de la línea. Aunque para Jimin era complicado, sonrió.

—Ahora ya no soy bobo o enano, ¿eh? — ambos rieron.

—Oh, lo eres. Pero también eres precioso y te adoro por perdonarme la vida.

—No es tu culpa, idiota — lo retó —. Son cosas que pasan solamente.

—Bueno, yo llamaba para eso... quería ser yo quien te lo dijera, para que no pensaras que lo había invitado por incentivación propia, luego de todo lo que pasó.

—Está bien, Tae. Quizás ni se aparezca, ya sabes — intentó quitarle importancia, intentando tranquilizarse a sí mismo, aunque temía tener que enfrentarlo el sábado en la noche.

Se despidió de su amigo para ser consciente del mar de emociones que golpeaba su pecho. Hace tanto tiempo que no pensaba en él, y de repente, el fantasma lo acechaba sigilosamente, deseando arrastrarlo por la oscuridad de sus peores recuerdos.

「My blood & tears 내 피와 눈물」 ✨ JIKOOK ✨Donde viven las historias. Descúbrelo ahora