12. 𝙇

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Veinte de diciembre.

Cuando era pequeña mamá solía decirme que las mariposas con las alas rotas no siempre eran incapaces de volar. Durante toda mi vida supuse que me lo decía de forma informativa, pero tal vez, cuando aún éramos un poco más cercanas porque yo era una niña, trataba de acercarme a una posible esperanza para los problemas que me depararía el futuro.

Lo cierto era que no había recordado esa frase hasta que Sunghoon me dijo que tenía que volar acompañada.
Y estaba claro que se refería a él.
Pero ¿hasta qué punto puede una ser acompañada por un fantasma?

Dejé mis cosas en el salón cuando me dispuse a salir. Era por la tarde, aunque ya comenzaba a ponerse el sol y la noche estaba cada vez más cerca. Miré hacia atrás y vi que el árbol de Navidad que mi madre había comenzado a montar aún no estaba del todo decorado. Me propuse hacerlo yo cuando volviera del bosque, para darle una sorpresa cuando regresara de su viaje.

Lo único que llevé conmigo fue mi móvil por lo que pudiera pasar. Cerré la puerta de casa imaginándome infinitas situaciones que tal vez habrían podido pasar si el destino hubiera jugado de otra manera; imaginé a Sunghoon saliendo de mi casa conmigo, despidiéndose de una madre con la que yo habría tenido una relación más cercana, y ella podría haberlo visto, porque habría estado vivo.

A veces me frenaba a mí misma y delimitaba mi capacidad de imaginar, porque me hacía daño. Empecé a creer que era cierto que vivir en la ignorancia era considerablemente mejor. Ignorar esos pequeños detalles dolorosos y encerrarse en la comodidad de lo agradable podía llegar a sanar algunas heridas abiertas.

También me preguntaba hasta qué punto tenía el derecho de lamentarme por la muerte de Sunghoon, si él mismo decidió correr hasta ella.

Un par de manos en mis hombros me sobresaltaron, exclamé insultos indefinidos hasta que me giré y vi un rostro odiosamente conocido.

-¡Chloe, cuánto tiempo! Estabas desaparecida.

Mentiras.
Daño innecesario.

-Su-Jin, tengo prisa.
-Oh, vamos, Violet me ha invitado a tu casa y me ha dicho que te avise. ¿Vamos?
-No tengo ganas... tengo cosas que hacer.
-Seguro que solo vas a ir a ese estúpido bosque, como siempre. ¡Cada vez que vengo te veo yendo hacia allí!
-Acabas de admitir tú sola que vienes a diario. ¿Acaso crees que soy tan tonta?

Una ola de ira me recorrió, la cual decidí apartar forzosamente. Nunca fui buena para controlar las malas emociones, tampoco supe gestionar las buenas porque no llegué a experimentarlas con totalidad.
De todo eso me empecé a percatar en ese momento.

El rostro de Su-Jin expresaba sorpresa.
-Ya veo. Sí lo creías. Sorpresa, Su-Jin, no lo soy. No soy estúpida.

Me di la vuelta, siguiendo mi camino hasta "ese estúpido bosque".

No fue hasta que llegué a la entrada oscura del lugar que sentí una presencia conmigo.
Pero fue más que eso.

Estaba a punto de entrar cuando, irónicamente, un cosquilleo en mi cintura me sobresaltó una vez más, seguido de una especie de corriente eléctrica que me hizo estremecerme.
Pensé en Heeseung, en Riki, en Jay, pero ninguno de ellos habría sido capaz de enviarme una sensación similar a aquella con un simple roce de la yema de sus dedos con mi piel descubierta.
Ni mucho menos cualquier otro conocido, o ellas.

-¿Chloe?

Para mi bonita sorpresa, era su voz.

-Espera...

Di media vuelta, viendo su fulgor blanquecino contrastando con todo lo demás a su alrededor; el suelo rocoso del pueblo, la catedral que se situaba justo detrás de él, los árboles más vivos y verdosos que los de dentro del bosque, a su lado, y las casas variopintas.

𝐈 𝐅𝐄𝐋𝐋 𝐈𝐍 𝐋𝐎𝐕𝐄 𝐖𝐈𝐓𝐇 𝐀 𝐆𝐇𝐎𝐒𝐓 | Park Sunghoon ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora