2. 𝙏𝙝𝙚 𝙗𝙤𝙤𝙠.

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Diecisiete de Noviembre.


Me arropé a mí misma entre las cálidas mantas del sofá, para ser exacta, con tres de ellas, todas cubiertas de pelo sintético de tonos rosados y marrones.
Si bien las temperaturas no eran tan bajas aún, yo siempre fui una chica friolera que rápidamente se encerraba a sí misma en el ambiente de invierno, porque me encantaba, sobre todo por la navidad.

-¿Dónde está tu madre? -preguntó Ann a mi lado, estaba sentada en el sofá, cómoda y con los pies sobre la mesa. Una de mis tantas dudas que le pregunté hacía años era si podía sentir la comodidad y el tacto de las cosas, a lo que me respondió que sí, que básicamente estar muerto en forma de espectro era como estar vivo pero ser invisible y no poder interactuar con quienes sí lo estaban.
-Ha salido esta noche. Su trabajo le hace ir de un lado a otro, de oficina en oficina y a reuniones en otras ciudades. Ahora mismo está en Seúl.

Ella asintió interesada, aunque estaba segura de que ya se lo había explicado alguna vez, era un fantasma muy olvidadizo.
-¿Hoy no te han llamado Violet y Su-jin?

Suspirando, negué un par de veces con mi taza de té entre mis manos, a punto de darle un sorbo cuando la escuché soltar una leve risita que me hizo mirarla interesada.

-¿Aburrida?
-Puede ser. La vida es muy monótona.
-Por eso me morí.
-No bromees con eso, Ann, no lo hiciste a propósito...

Bebí de la taza finalmente antes de dejarla otra vez en la mesa ante mí. Estaba buscando una película para ver, pero notaba su mirada confusa sobre mí, y rápidamente me arrepentí por haberme puesto seria y un tanto dura con respecto a un tema que siempre solía seguirle.
Es solo que él no salía de mi cabeza.

-¿Te encuentras bien?

Asentí, pero no pude evitar soltar otro suspiro que la hizo sacudirme del brazo, metafóricamente hablando, pues apenas notaba algo y lo único que se veía era un destello de luz que provocaba la fricción de su reflejo y mi piel, contrastando con la oscuridad del salón.

-Estoy bien, Ann -insistí.
-Aprovecha que estás viva y tus problemas aún se pueden solucionar. ¿Qué te ocurre?

Rendida ante su insistencia que sabía que no iba a parar hasta que hablara, dejé el mando de la tele a un lado del sofá y dirigí mi vista hacia su contorno brillante.
Su cabello era corto, negro y con flequillo, sus labios pomposos y sus ojos bastante grandes a pesar de ser rasgados.
Era una niña preciosa.

-Ayer en el bosque me topé con un fantasma, un humano, allí no suele haber.

Aunque ella fuera el ser no vivo al que más confianza le tenía, no quería contarle todos los detalles.
Que su cuerpo estaba allí, muerto, y que con lo que hablé fue con su alma y su vago reflejo.

-¿Y?
-Él acababa de morir... más o menos, y me gustaría saber más sobre él.
-¡Pues ve a buscarlo! -animó.

Eran las ocho, el cielo aún no estaba cubierto de repleta oscuridad, pero podía llevar una linterna en caso de que se alargara la noche.
Lo consideré por un par de segundos, no estaba dispuesta a hacerlo cuando comencé el día, ni siquiera lo pensé porque era descabellado creer que él seguiría en el lugar en el que perdió la vida en sus propias manos. Tal vez todo sería en vano.
Pero una visita al bosque no me vendría mal y, además, me preguntaba qué había pasado con el objeto que portaba la misma noche que acabó con todo. El libro rojo.

Solía ir casi todos los días allí, y ese en concreto no lo hice por la mala espina que me daba desde lo sucedido el día anterior, pero no podía permitir que eso me privara de visitar el que siempre fue mi segundo hogar, después de todo.

𝐈 𝐅𝐄𝐋𝐋 𝐈𝐍 𝐋𝐎𝐕𝐄 𝐖𝐈𝐓𝐇 𝐀 𝐆𝐇𝐎𝐒𝐓 | Park Sunghoon ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora