24. 𝙁𝙚𝙡𝙡 𝙞𝙣 𝙡𝙤𝙫𝙚.

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(Recomiendo leer este capítulo escuchando Shout out de Enhypen).

Quince de marzo.

Sunghoon y yo éramos como dos espejos unidos por una leyenda, yo la vida y él el reflejo hundido que me mostraba la forma en la que podría terminar.
Me preguntaba: ¿se puede desdibujar el mapa de la vida trazado por una leyenda que escribió el futuro?
También me preguntaba... ¿quería hacerlo?
¿Quería comprender todo lo que estaba ocurriendo?

Sabía lo que ella había querido contar. Mis conocimientos paraban en seco ante la muralla inquebrantable que instaló la niña que soñaba con ser una mariposa y aprendió a volar. Una muralla que nos impedía a todos los lectores de aquel libro —que deduje que pocos fuimos— ver más allá.
Porque me di cuenta de que podía llegar a conocer su poder, su historia, pero nunca sabría qué sentía aunque tratan de deducirlo, aunque ella intentara expresarlo. Nunca sería capaz de meterme en su corazón cuando aún estaba viva y traspasar todas esas emociones latentes al mío, para sentirlas y hacerlas de mi pertenencia.

Eso me llevaba a la conclusión de que encerrarme en su historia no me llegaba a ninguna parte, porque yo tenía la mía propia, una que tan solo residía en mi alma, que solo se guardaba en mi memoria, dueña de unos sentimientos cuya raíz estaba en mi corazón.

Tenía que brotar, ir más allá. Tal vez un ejemplo que debía tomar de aquella niña cuando su alma aún era pura y no estaba quebrantada era el de aprender a volar como una mariposa; abrir las alas que Sunghoon siempre me animaba a sacar a la luz. Volar. Relucir.

No era fácil, pero iba a tratar de hacerlo, sobre todo, para vivir mi historia y así entenderla, para decidir.

Me encontraba junto a él, junto a mi compañero de vuelo. Estábamos en silencio, ante aquel lago donde nos conocimos por primera vez siendo él un espectro. Pensar en que lo había conocido estando vivo, algo de lo que me acordaba pocas veces, me provocaba escalofríos, porque por muy extraño que sonase, me costaba imaginarlo vivo. Me costaba creer que en algún punto pude haberlo sentido; sus caricias y sus abrazos.

Y entonces ocurrió algo que me atormentó.
Aquella mariposa del ala dañada, nuestra confidente, llegó aleteando hasta nosotros y cuando observé de reojo cómo se posaba sobre la puntiaguda nariz de Sunghoon, sentí un miedo irracional. Me quedé paralizada sin motivo alguno.

Estaban volviendo a aterrarme las mariposas.
La susodicha se posó luego en el dorso de mi mano y vi que estaba temblando. Mi pecho latía con fuerza en un grito de auxilio, Sunghoon me miraba repleto de confusión.

Di gracias por que el insecto se fue rápidamente al notar un temblor donde estaba apoyada. Pareció asustarse y volvió a su lugar, indefensa, indicándome una clara debilidad y desventaja; no tenía por qué volver a tenerles miedo y, aún así, lo estaba haciendo.

—Te asustan porque te ves reflejada en ellas... como en el libro.

Tragué saliva. A veces las palabras de Sunghoon eran demasiado acertadas.

—Tengo muchas dudas.
—Me gustaría que hoy no pensaras en ellas. Tienes todo el tiempo del mundo para descubrir tu historia, o incluso para reescribirla, Chloe. Porque es tuya. Hoy, céntrate en disfrutar. Ambos estamos aquí porque aquí nos conocimos y es un lugar plagado de recuerdos bonitos, ¿no es así?
—Moriste aquí —le recordé.
—Y por eso este es mi lugar. Junto a ti. Tú también eres mi lugar, y para mí, eso es bonito.
—Para mí... —no podía negarlo— para mí también. Me duele, pero es bonito.
—A veces el dolor viene acompañado de un placer inexplicable.
—Lo sé —dije—. Me gustaría haberlo descubierto de una manera más normal, pero...
—¿A qué te refieres?
—Lo descubrí cuando empecé a sufrir por no poder sentir a mis seres más queridos; a ti y a Ann, y a los animales. Incluso a Sunoo y Jungwon, ahora. A mis fantasmas. Porque es doloroso, es asfixiante saber que, aunque os vea, nos separa toda una realidad que se encuentra en medio, un ecuador. Pero es placentero, porque amo veros y compartir mi vida con vosotros. Es un dolor al que soy adicta. No quiero alejarme de ese dolor.
—Tu poder es un castigo y un regalo al mismo tiempo, ¿no es así?
—Sí. Me di cuenta hace tiempo. A lo que me refiero, es a que podría haber descubierto la existencia de esos dolores placenteros de una manera normal como cualquier adolescente. A veces lo deseo, pero luego pienso que mejor no, porque no me imagino una vida sin la capacidad de ver fantasmas.
—Tus recuerdos y tu manera de ver el mundo y descubrir las cosas son más bonitos y especiales que los de cualquier otro ser vivo en la Tierra. Nunca lo olvides.
—Porque veo dos mundos juntos. Lo sé.
—Y eso implica que puedes ver más allá del cuerpo. Ves las almas, ves lo que hay tras la muerte. Es algo con lo que cualquiera soñaría sin pensar en la parte terrorífica.
—Lo sé. Y me encanta y me aterra al mismo tiempo. Puede que me duela y a veces lo odie, puede que sueñe con vivir la vida normal de una adolescente; enamorarme, sufrir por ese primer amor, preocuparme por las notas, iniciar la universidad... pero ni eso. Y, aún así, aún teniendo esos sueños frustrados, jamás dejaré de estar agradecida por mi poder.
—Enamórate, sí, puedes hacer eso. Enamórate de cosas y haz que ese amor opaque todo lo malo.
—¿A qué te refieres?

Me encontré con su mirada después de haber estado minutos largos observando la delicada y tranquila cascada del lago. Sus ojos brillaban en su transparencia y el blanco y el azul cegadores no me hicieron apartar la mirada esta vez. Clavé mis ojos en los suyos y él observó mi sonrisa, formando la suya.

—Enamórate de libros. De palabras. Enamórate de situaciones. De tu soledad. Tu invisibilidad. Te dije que debes amarla. De primera mano, te digo que mucha gente mata o muere por ser invisible. Ya te lo dije una vez.

Y así, me enamoré.
Pero algo falló en el plan, porque me enamoré de un fantasma.

Sus ojos en los míos.
Era un momento digno de enmarcar.
Nosotros enamorándonos.

...

𝐈 𝐅𝐄𝐋𝐋 𝐈𝐍 𝐋𝐎𝐕𝐄 𝐖𝐈𝐓𝐇 𝐀 𝐆𝐇𝐎𝐒𝐓 | Park Sunghoon ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora