8. 𝙇𝙚𝙜𝙚𝙣𝙙.

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Siete de diciembre.

El sonido de su risa era como medicina para restaurar el corazón, y su imagen riendo la píldora que tomaba, aunque fuera inalcanzable.

Estaba paseando junto a él en la oscuridad de la noche, por primera vez, no estábamos en el bosque. Le había encontrado allí, precisamente estando en su busca, pero habíamos salido siendo guiados por nuestros pasos de alguna forma, y terminamos andando por las calles vacías y obsoletas de la parte más desolada del pueblo. Habíamos pasado por delante de la casa de Violet, lo que significaba que también cruzamos la entrada de la mía, la cual le mostré rápidamente sabiendo que ni mamá ni Ann se encontraban allí.

Ann.
Llevaba tiempo sin verla demasiado.

—Eh, ¿estás ahí? Pareces distraída.
—¿Ah?

Giré la cabeza para verle, me había metido en mis pensamientos como estaba demasiado acostumbrada a hacer. Asentí volviendo a mirar al frente. No había nadie a nuestro alrededor, pero por si acaso, pretendía que no se encontraba conmigo. No quería parecer una loca.

—¿En qué piensas?
—¿Te soy sincera?
—Deberías.
—En mis amigas —confesé—. "Amigas"... —hice el gesto de comillas con las manos, dándole después un sorbo al café que llevaba en una de mis manos.
—No merece la pena.
—Lo sé, pero... hemos pasado por delante de la casa de una de ellas hace un rato, y no he podido evitar recordar cosas.
—La verdad es que, cuando os vi el día que... lo hice, parecíais muy unidas.
—¿No te percataste de que llevábamos botellas de alcohol? —hice una mueca de desaprobación, no solía gustarme beber, solo en ocasiones especiales como aquella en la que, cegada por que era su cumpleaños y quería darles un buen momento inolvidable, decidí invitarlas a beber aprovechando que cumplían la mayoría de edad—. Iban borrachas, todas lo íbamos.
—No, ahora tiene mucho más sentido. —rio. Todo lo que yo podía escuchar eran mis palabras y las suyas en medio de la penumbra y el silencio de la noche, el pueblo era pequeño, rural y muy taciturno, era difícil escuchar algo que no fueran grillos, cigarras o pájaros cantar.
—No me gusta beber. Lo hice porque era su cumpleaños.
—¿Cumplen el mismo día?
—Sí... mismo día, mismo año, misma hora y mismo hospital. Son inseparables desde que nacieron, es como si el destino las hubiera unido.
—No creo en el destino —dijo él—. Es cruel.
—Entonces... ¿es cruel que yo tenga la capacidad de verte y te haya encontrado?

Tal vez sus palabras dolieron un poco. Respetaba su creencia, pero como una fiel creyente del destino que disfrutaba de su compañía fantasmal y creía que todo pasaba por algo, escucharle decir eso se sintió como si le hubiera restado importancia a todos y cada uno de nuestros encuentros.

—Eso fue una bonita casualidad —se corrigió—. Pero no el destino.
—Yo sí creo en él —hablé—. Creo que todo pasa por algo.
—¿Y por qué se supone que nos encontramos, entonces? —dijo burlón, tratando de invalidar mis argumentos.
—El destino no siempre te va a dar las respuestas. Tal vez tienes que encontrarlas o, mejor aún, no saberlas nunca. A veces es mejor vivir en la incertidumbre y la curiosidad, alejada de la verdad. Es más cruel que el destino.
—En eso estoy de acuerdo. —sonrió con tranquilidad, sus pasos esta vez no sonaban contra la piedra incrustada en el suelo, me preguntaba cómo se sentía tocar las cosas siendo un fantasma, si era similar a la sensación real del tacto que podía percibir un humano de carne y hueso en su piel, o era diferente—. Volviendo al tema... Chloe, olvídalas.
—No puedo —hablé—. Tras ellas, solo me quedan tres amigos, uno de ellos no vive aquí, viene a veces. Y a los otros dos apenas los conozco de hace un par de semanas, a uno de ellos, desde hace días. Y luego estás tú y un par de fantasmas más...
—¿Y qué? —suspiró hondo, sus manos estaban metidas en los bolsillos de sus bermudas—. Empezar de cero está bien.
—Pero no es fácil.
—¿Conoces la leyenda de la mariposa azul?

Arqueé una ceja, una sonrisa asomó en mi rostro tan solo con que mencionara a las mariposas azules. Desde que me relacionaba con ellas y estas nos rodeaban como si el mismísimo destino las hubiera puesto a nuestro lado —aunque ahora estaba segura de que él no creía eso—, verlas y escuchar sobre ellas me ponía un poco feliz. Me recordaban a él, y me recordaban a mí. Me seguían aterrando, solamente estaba aprendiendo a convivir con ellas.

—No la conozco.
—Es muy larga, no la leí entera, pero sí la parte importante de ella y el mensaje que deja después —confesó. Cuando miré al frente, vi que estábamos saliendo del pueblo y caminando por una llanura que había, también se encontraba próxima una granja—. Cuenta la leyenda que una madre envió a sus dos hijas a vivir con un sabio, alejadas de todo, incomunicadas y solo capaces de razonar y experimentar con el sabio. Un día, ambas quisieron probarle que no siempre tenía razón, haciendo que se equivocara. Una de las hermanas vio un árbol repleto de mariposas, entre ellas había una azul que les llamó la atención a las dos. Le dijo a su hermana "tomaré esa mariposa entre mis manos y le preguntaremos al sabio si está viva o muerta. Si dice que está viva, la estrujaré y la mataré, de forma que estará equivocado. Si dice que está muerta, entonces la dejaré volar libre, y también estará equivocado". Pero cuando lo hicieron, el sabio les dijo "tal y como la mariposa está en vuestras manos, su futuro también".

Me quedé pensativa, entendiendo más o menos lo que Sunghoon quería decir. Una sonrisa de oreja a oreja se instaló en mi rostro, no pude reprimirla y Sunghoon rio enternecido cuando bajé la mirada, cabizbaja.

—¿Y bien?
—Nuestro futuro está en nuestras manos, nuestras decisiones —dije—. ¿No es eso?
—Exactamente. Somos responsables de nuestra vida. Chloe, eres la única que puede decidir qué pasará con ella. El presente está en tus manos como una frágil mariposa y de él depende el futuro.
—¿No serás tú el sabio?

Sunghoon se carcajeó negando con la cabeza. En mi mente entonces solo pasó la idea de una mariposa azul entre sus manos, siendo yo la mariposa. Mi futuro estaba en las mías, mis decisiones y lo que hacer con ellas, pero lo imaginé de esa forma por cómo me comentó que era la leyenda. Por cómo me abrió los ojos un poco, de la forma más curiosa que alguien podría haberlo hecho jamás, y porque constantemente me comparaba con una de esas mariposas.

—Tal vez haya leyendas que se adapten más a tu situación, pero esa me gusta porque es sobre una mariposa azul, exactamente como tú —mencionó con tono orgulloso. Suspiré inconscientemente, un suspiro soñador, tal vez.
—Es preciosa —contesté—. Bueno, más o menos... las niñas querían matar a la mariposa.
—Pues no dejes que la maten. Sé la mariposa y vuela alto.

Prácticamente pude notar cómo el calor subía y se instalaba en cada zona de mi cuerpo, hasta terminar fijo en mis mejillas. Solté un quejido que le hizo reírse nuevamente, amaba su risa y escucharla era la razón de mis sonrisas últimamente.

—¡Pareces poeta! —chillé a modo de queja una vez más.
—¿Y qué tiene de malo?
—Que me pongo nerviosa. —fruncí el ceño, Sunghoon me sacó la lengua lleno de altanería—. Y... ¿dónde has escuchado esa leyenda?
—La leí en un libro de la biblioteca cuando aún estaba vivo. Hay varios libros sobre mariposas azules. Siempre me han gustado, son bonitas.
—Tendré que echar un vistazo —supuse.
—Eso creo.

Miré la hora en mi reloj de mano, estábamos ya alejados del pueblo, pues nunca dejamos de caminar en sincronía. Me decepcioné al ver que ya era tarde y debía de volver. Las horas a su lado pasaban rápido, me robaba la noción del tiempo.

—Tengo que volver a casa. Es muy tarde y... técnicamente, estoy sola —me burlé.
—Eso me ofende —recalcó.
—Tonto, estoy bromeando, sabes a lo que me refiero. Te echo una carrera hasta la puerta.

Comencé a correr en la dirección contraria a la que íbamos, escuchando sus gritos de injusticia detrás mía. La brisa me golpeaba la cara, no podía dejar de sonreír, y no entendía por qué... o tal vez sí.
Él.
Él era la razón.

...

𝐈 𝐅𝐄𝐋𝐋 𝐈𝐍 𝐋𝐎𝐕𝐄 𝐖𝐈𝐓𝐇 𝐀 𝐆𝐇𝐎𝐒𝐓 | Park Sunghoon ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora