13. 𝙐

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Veinticinco de diciembre.

-Nos vemos en tres días. ¡Pórtate bien!

Mamá salió de casa, cerrando la puerta tras de sí después de decir esas últimas frases tan corrientes. Me quedé observando la madera que formaba esta, y los detalles que la adornaban, sumando a estos la corona navideña de césped sintético y flores rojizas que habíamos comprado para darle algún que otro toque navideño a la casa. El árbol solitario en una esquina no hacía mucho.

Entre mis manos llevaba la bufanda que me había regalado ella, mi Santa Claus. Desde que cumplí los once y supe la verdad acostumbrábamos a regalarnos una cosa a cada una, cada año.
Además, él se había ido, se podría decir que ya no éramos una familia. El ambiente navideño ya no se respiraría en nuestro hogar, el propósito de hacer los regalos ya no era el mismo y yo ya no era una niña tan pequeña, ya no existía la necesidad de que yo siguiera creyendo en Santa Claus. Ya no era lo mismo.

De imprevisto, mis ojos se dirigieron hasta la ventana de la cocina, donde vi una mariposa azul revoloteando por ahí, y se paró en uno de los barrotes blancos que la protegían.

"Me gusta creer que mis palabras son como un efecto mariposa en ti".

Sonreí inconscientemente. Mis ojos se iluminaron, pude sentir una corriente peculiar de emoción llenarme.
Aunque luego llegó el vacío repentino cuando esta terminó de esfumarse del todo, pasados los minutos, y nuevamente yo me encontraba sola en casa, sin mi madre, ni siquiera con Ann.
Pensaba que buscaba excusas, pero no era ninguna mentira que la situación que vivía siempre me guiaba hacia el bosque. Me animaba a ir allí porque era el único lugar donde encontraba una calma que, a diferencia de en casa o el pueblo, no era asfixiante. No me generaba nervios inexplicables, no me oprimía el pecho y me dejaba sin aire.
Pero, para qué engañarme, últimamente mis razones de ir allí no eran solo esas. El lugar me llamaba como si fuera mi hogar y Sunghoon solía encontrarse encerrado en él. Quería verle, buscarle, acompañarle en su confinamiento en el espacio de su muerte.

Portaba la bufanda ahora en mi cuello, me puse una chaqueta, y salí de casa.

Portaba la bufanda ahora en mi cuello, me puse una chaqueta, y salí de casa

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-No me esperaba que se pusiera a nevar... -un par de copos de nieve congelados se posaron en mi mano, extendida hacia el aire. Me estremecí por el frío, había llevado poco abrigo en comparación a lo que habría necesitado para no sentir el punzante clima gélido de diciembre.
-Yo tampoco. Llevaba años sin ocurrir aquí -mencionó Sunghoon, a lo que yo asentí. Repentinamente, la bufanda se movió, y no tuve que mirarle a los ojos para saber que era él removiéndola en mi cuello y colocándola correctamente para que protegiera mi garganta. Sonreí, era cuidadoso.
-No soy una niña. -reí.
-No me gustaría que te resfriaras -objetó. Aparté por un momento los ojos del lago, que estaba empezando a cristalizarse, para así mirarle de reojo y ver un maravilloso fenómeno; la nieve que llegaba hasta su mano y cualquier parte de su fantasma se fundía con su reflejo y creaba luces centelleantes, similares a las estrellas fugaces en un cielo nocturno.

𝐈 𝐅𝐄𝐋𝐋 𝐈𝐍 𝐋𝐎𝐕𝐄 𝐖𝐈𝐓𝐇 𝐀 𝐆𝐇𝐎𝐒𝐓 | Park Sunghoon ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora