31 - Efimeridad

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— Eso no puede ser verdad.— pronunció la muchacha con un hilo de voz

— Puedes creer lo que quieras.— habló el espíritu comenzando a desvanecerse— Pronto comprobarás la veracidad de mis palabras.

Una vez Magatsuhi hubo desaparecido por completo, Amane dirigió su mirada nuevamente a su inerte cuerpo y se encaminó hacia él, mas cuando intentó tocarlo, una descarga la obligó a alejarse.

La angustia la invadió por completo. Ella no deseaba ese destino. Tenía la esperanza de algún día poder ver de nuevo a su familia y regresar a su mundo. No quería morir. No quería desvanecerse en la oscuridad.

Un repentino estruendo hizo que la mirada de la joven se desviase al ventanal que mostraba el exterior del templo en el que se encontraba. Tras la nube de polvo provocada por la destrucción de la muralla que rodeaba el templo, Amane pudo distinguir varias figuras que le eran conocidas. De entre ellas, su atención se concentró en una en particular.

— Si esto está sucediendo de verdad, si realmente debo marcharme...— sonrió débilmente mientras lágrimas comenzaban a acumularse en sus ojos— Me alegra haberte visto una última vez.

La muchacha sintió sus fuerzas debilitarse todavía más y observó cómo su reflejo en el ventanal comenzaba a desvanecerse.

(...)

Inuyasha y Sesshomaru encabezaban al grupo que recorría los laberínticos pasillos de aquel templo en busca de Amane, cuyo olor se había hecho notable desde el momento en que habían destruido la barrera exterior.

— Está muy cerca.— afirmó la morena— Por ahí.

Kagome levantó su brazo con intención de indicarles a sus acompañantes el pasillo que quedaba a su derecha, mas algo se interpuso entre ella y lo que realmente quería señalar.

— Qué grata sorpresa.— sonrió con sorna— Ya pensaba que no apareceríais.

— Naraku.— pronunció Inuyasha entre dientes

El medio demonio se preparó para desenvainar su espada, pero el mayor de los peliplateados fue más rápido y atacó primero, desvelando que no se trataba más que de otro burdo truco.

— No tenemos tiempo que perder.— dijo el monje encaminándose hacia la habitación que quedaba al final de aquel sombrío pasillo

Todos le siguieron, mas ninguno estaba preparado para la escena que verían a continuación.

Tras abrir las puertas corredizas de la habitación, se encontraron de frente con un altar sobre el que reposaba el cuerpo de la joven.

— Habéis llegado tarde.— habló una voz rompiendo el silencio que anteriormente había en la sala

Una figura apareció de entre las sombras y se encaminó hacia el altar, deslizando los dedos lentamente por sus aristas hasta colocarse tras él.

— Suéltala.— exigió el inuyokai manteniendo su mirada firme sobre el medio demonio

— ¿La quieres? Es toda tuya.— pronunció para acto seguido empujar a Amane

El inerte cuerpo de la chica se estrelló abruptamente contra el suelo, resonando en el lugar.

El tiempo pareció congelarse.

Todos miraban horrorizados la escena, sin querer realmente comprender lo que estaban presenciando.

— Mi labor aquí ha terminado. Ver vuestras caras desencajarse ha sido incluso más placentero de lo que me había imaginado. Hasta la próxima.— dijo para después simplemente desaparecer

Shōganai | InuyashaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora