19 - El ritual de las almas

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— ¿Está usted proponiendo que Amane se enfrente a Sesshomaru y recupere los poderes que hay en su espada?— preguntó la exterminadora

— He tenido antes la pertinente conversación con ella.— contestó la anciana

— Pero, señorita Amane, podría perder su vida en el intento.— habló el monje

— De cualquier forma, mi vida estando aquí pende de un hilo.— respondió esta

— Ya le he dicho a Amane lo que tiene que hacer, falta que vosotros estéis dispuestos a acompañarla.— dijo Kaede

La recién nombrada dirigió su mirada a sus amigos.

— Te ayudaremos en lo que haga falta.— dijo Kagome

— Así es. Eres nuestra amiga.— concordó Shippo

Amane sonrió enternecida. Dentro de lo que cabía, había tenido suerte.

(...)

La morena abandonó la cabaña en la que sus amigos dormían plácidamente y se sorprendió al toparse con el peliplateado con su mirada perdida en la luna.

— No esperaba encontrarte aquí.— habló la chica, captando su atención

El muchacho la miró al momento, pero tardó un poco más en responder.

— Ya sabes que no suelo dormir.— le recordó— Alguien tiene que vigilar por si pasase algo.

— Hmm.

La chica se cuestionó durante un par de segundos qué hacer, hasta que finalmente decidió sentarse al lado del hanyo.

— Gracias.— pronunció sorprendiendo a su acompañante— No recuerdo muy bien lo que pasó, creo que perdí la consciencia, pero sí sé que te pusiste delante del ataque que iba para mí. A pesar de todo...

— No tienes por qué enfrentarte a mi hermano. No necesitas arriesgar tu vida de esa manera.— dijo Inuyasha cambiando de tema— Estarás a salvo. Yo te protegeré.

Una suave risa se coló entre los labios de Amane.

— ¿Acaso he dicho algo gracioso?— cuestionó ofendido el medio demonio

— No te enfades.— golpeó suavemente el brazo de Inuyasha— Pensaba que no me soportabas.

— Eso no es cierto.

— Me alegro, entonces.— dijo dedicándole una amable sonrisa

Inuyasha simplemente se giró a mirarla, inexpresivo. Era imposible saber qué era lo que le estaba pasando por la cabeza.

— Me asusté al pensar que habías muerto.— admitió finalmente el peliplateado

— Lo sé, pude oírte.— respondió, sin saber muy bien cómo decir sus próximas palabras— Sé que te recuerdo a ella.

Inuyasha la miró, fingiendo que no le comprendía.

— A Kikyo.— aclaró Amane

Aquel nombre se clavó en el alma del joven como si de una flecha se tratase.

— Si necesitas hablar...

— Ya no está aquí. Nunca volverá. No sirve de nada hablar de ello.

La dureza con la que pronunció esas últimas palabras hizo que la chica se cuestionase cuán grande era el dolor que su amigo sentía.

— Diría que entiendo cómo te sientes, pero mentiría. Yo nunca he perdido a nadie de esa forma. Sin embargo, en el hipotético caso, creo que me ayudaría hablar sobre ello con alguien.

Shōganai | InuyashaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora