25 - Almas en guerra

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La chica hizo el amago de posar sus manos sobre los hombros de la morena.

— ¿Pero qué?

Cuál fue su sorpresa al verse incapaz de mover su cuerpo.

— ¿Qué se supone que está pasando?— le preguntó Shippo a la exterminadora a su lado

— Creo que Amane está luchando por volver.— le contestó esta

— Esta chica es más fuerte de lo que imaginaba.— dijo Mizu con una ladeada sonrisa antes de que sus ojos dejasen de brillar y se desplomase en el suelo

Kagome se agachó al lado de la morena, comprobando que estaba bien.

— No te he hecho daño, ¿verdad, Kagome?— pronunció con un hilo de voz

— En absoluto.— respondió con alegría, pues su amiga había vuelto en sí

La chica consiguió levantarse con grandes esfuerzos y se agachó frente a la sacerdotisa, la cual la miró con miedo.

— Estás herida.— afirmó Amane antes de poner sus manos sobre ella

Todos comprendieron en aquel instante lo que su amiga pretendía hacer.

— ¿Qué se supone que haces?— preguntó Kano con desconfianza, intentando alejarse de la chica

— Pretende curarte, idiota.— le explicó el hanyo

La todavía confusa mirada de Kano pasó del peliplateado a la morena.

— ¿Por qué lo harías?

— No eres la única que carga con la responsabilidad de sus errores.

Fue lo último que dijo antes de colocar sus manos definitivamente sobre el herido cuerpo de la sacerdotisa y que de estas emanase una cálida luz.

Tras varios minutos, la morena hizo el amago de levantarse, no siendo capaz de mantener el equilibrio, pero siendo sostenida por el monje.

— Estoy bien, tranquilo.— dijo Amane incorporándose y separándose delicadamente de él

Antes de retirarse, se giró una última vez a mirar a la sacerdotisa.

— No tengo pleno control sobre los poderes que poseo, en eso no te equivocabas, pero jamás los usaría intencionadamente para dañar a nadie.

El grupo de Inuyasha abandonó el templo y se encaminó hacia las afueras de la aldea.

La sacerdotisa se levantó y los siguió, aunque a duras penas era capaz de caminar.

— ¡Esperad! No podéis iros.

— Si no vas a ayudarnos, ya no tenemos nada que hacer aquí.— concluyó Amane

Todos pretendieron darle de nuevo la espalda a la sacerdotisa, pero esta creó una pequeña barrera con las pocas fuerzas que le quedaban, impidiéndoles continuar y llamando su atención.

— Después de la bondad que Amane ha mostrado hacia ti, ¿aún quieres pelear?— cuestionó el pequeño kitsune

— No.— afirmó Kano relajando su expresión— Sería muy descortés por mi parte no devolverle el favor. Permitidme que os invite a un té.

Amane y los demás se miraron entre sí, comenzando a caminar tras ella.

— Espero que esta vez no haya trucos.— dijo Inuyasha

(...)

— ¿Más té?— preguntó la sacerdotisa rellenando el vaso de la morena

Shōganai | InuyashaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora