11 - La guarida de los Godai

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— Señor Sesshomaru, disculpe que le moleste, pero quisiera saber... ¿Ha conseguido ya asesinar a la persona que le faltaba para aumentar el poder de colmillo explosivo?

— Métete en tus asuntos, Jaken.— respondió sin apartar su vista del gran ventanal frente a él

— Si tan sólo considerara que sus asuntos también son mis asuntos...— murmuró retirándose

Sesshomaru siguió observando cómo las flores de los cerezos plantados en su jardín comenzaban a caer. Sin quererlo, la imagen de aquella mujer se le vino a la mente. Su larga cabellera movida por el viento que ahora arrastraba los pétalos...

¿Qué le pasaba? Últimamente no podía sacar a aquella mujer de su cabeza. ¿Acaso le había echado una maldición? Lo dudaba, pero no podía explicarse la situación de otra manera.

El día anterior, había detectado el olor de Naraku y había ido en su búsqueda. Al llegar al lugar del que procedía dicho olor, pudo observar cómo la ningen estaba apuntando al híbrido con un arco y se disponía a disparar. Era evidente que aquel estúpido no se había dado cuenta, pero la humana estaba siendo controlada por un aura maligna.

No sabía exactamente qué había sido lo que le había impulsado a actuar, pero de un momento a otro se encontraba evitando que la chica lanzara aquella flecha. Por un instante, pudo observar fijamente cómo aquellos ojos que en aquel momento lo miraban se tornaban de nuevo de aquel color azul capaz de atrapar a cualquiera. 

Un momento, ¿había dicho a cualquiera? No, a él no. Aquella mujer no le atraía en absoluto. Sin embargo, no lograba sacarla de sus pensamientos.

(...)

El llanto del pequeño kitsune llamó la atención de todos a su alrededor.

— ¿Qué pasa, Shippo?— le preguntó Kagome

— Inuyasha... Inuyasha me ha... ¡Me ha pegado!— contestó rompiendo definitivamente en llanto

— Eso te pasa por meterte con gente más grande que tú. Así aprenderás.

— Inuyasha.— pronunció la morena entre dientes— ¡Siéntate!

De una manera que Amane no alcanzó a comprender, Inuyasha impactó estruendosamente contra el suelo.

— Me las pagarás, Kagome.— dijo este como pudo, con su cabeza aún enterrada en la tierra

— ¿Cómo ha hecho eso?— se cuestionó Amane

— Oh, ¿aún no lo habías presenciado? Gracias al collar que lleva Inuyasha, Kagome puede controlarlo.— le explicó Sango

Amane rió al pensar lo común que debía de ser aquella escena para ellos y la de veces que Inuyasha habría llevado la nariz rota.

— Oye, Kagome.— dijo alcanzándola, pues ya habían emprendido su marcha de nuevo

— Dime.

— ¿Sigues enfadada por lo de ayer?

Kagome rió ante la notable preocupación de la chica.

— No te preocupes, Amane, nunca estuve molesta contigo en realidad.— confesó con una sonrisa— Además, Miroku ya habló conmigo.

Amane suspiró aliviada. No le hubiese gustado que su amiga estuviese enfadada con ella.

— Chicos, ¿qué es eso?— preguntó la exterminadora atrayendo la atención de todo el grupo

— Parece una cueva.— sugirió Kagome

— Siento una gran energía demoníaca procedente de ese lugar.— habló el monje 

Shōganai | InuyashaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora