26 - Kao: el demonio de la paz eterna

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— ¿Qué es eso?— se preguntó Inuyasha tras haber escuchado un ruido fuera de la posada

El medio demonio se levantó y abrió la puerta de la misma, dejando ver a varios aldeanos caminando sobre el campo de flores, pero con los ojos cerrados.

De un momento a otro, unas raíces surgieron del suelo, enroscándose alrededor de los aldeanos. Estos comenzaron a sangrar por los ojos y Kagome se asustó.

— Despierta a los demás.— le pidió el hanyo

La muchacha no tardó en obedecer y fue despertando a todos sus acompañantes, quedando todos igual de sorprendidos al ver la escena que transcurría fuera.

— Las flores se están volviendo rojas.— constató la miko

— Debemos ayudarlos.— dijo el monje

Inmediatamente, Miroku lanzó unos sutras sagrados contra las raíces, obligándolas a soltar a los aldeanos y haciendo desaparecer algunas de las flores.

Cuando se acercaron a socorrer a los aldeanos, se dieron cuenta de que estos se habían convertido en tierra.

— Son para mi campo de flores.— habló una voz apareciendo tras ellos— ¿Observáis la expresión de felicidad que tiene ahora la tierra?

— ¿Quién demonios eres?— le preguntó Inuyasha

— Mi nombre es Kao. Soy el príncipe de estas tierras.

— ¿Y qué se supone que le has hecho a los aldeanos?— preguntó de nuevo el hanyo

— No lo digas como si les hubiese hecho algo malo. Sólo he ofrecido algo de paz a sus pobres almas.

Un montón de pétalos comenzaron a levitar a su alrededor.

— ¡No respiréis el aroma!— les advirtió Inuyasha

Aunque todos escucharon la advertencia del peliplateado, no todos fueron capaces de taparse la nariz a tiempo.

— ¡Sango!— gritó Miroku viendo cómo esta se desplomaba en el suelo

— Pobre joven, ha sufrido tanto por la pérdida de su hermano. Debe ser algo difícil de soportar.

— ¿Cómo sabe lo de Kohaku?— pensó Kagome

Unas raíces comenzaron a acercarse a Sango y el monje las destruyó con su báculo.

— ¡Maldito, no te acerques a ella!— gritó este

— Su sufrimiento es grande, pero el tuyo, monje, no tiene nada que envidiarle. Noto que estás bastante preocupado por tu enfermedad, pero es normal, todos tememos a la muerte.

La sonrisa del demonio se fue ensanchando a medida que pronunciaba aquellas palabras.

— ¿Por qué sabe lo de mi agujero negro?— pensó Miroku

— Si te dejas llevar por mis flores, te prometo que encontrarás la paz que tanto buscas.

— ¡Basta de tonterías!— dijo Inuyasha empuñando a colmillo de hierro— ¡Viento cortante!

El hanyo sonrió triunfal, pensando que había logrado terminar con aquel demonio, pero cuando el polvo levantado por el ataque se dispersó, pudo ver que no había sido así.

— Ha escapado.— afirmó Kagome

— Pero ¡mirad, ahí hay sangre!— exclamó Amane señalando un charco de color rojizo en el suelo

— Debe estar herido. Seguiré el olor de su sangre.— dijo el medio demonio

— Voy contigo.— se unió Kagome

Shōganai | InuyashaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora