28 - Amane se separa del grupo

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El peliplateado observó fijamente a su amiga. No se creía lo que acababa de decir.

— Por lo menos has sido sincero.

La muchacha se levantó con lentitud, dándole la espalda a su acompañante y comenzando a caminar.

— ¿A dónde vas?— preguntó el hanyo levantándose también

— No puedo quedarme.

La chica le dirigió una última mirada al medio demonio, echando a correr después. No sabía hacia dónde iba, pero, como había dicho, no podía quedarse.

Inuyasha quiso seguirla, podría estar en peligro yendo por ahí sola, pero algo en su interior se lo impidió. ¿Vergüenza? ¿Orgullo, quizás? No dudaba de que se arrepentiría, pero la dejó ir.

(...)

Árboles y más árboles, no se podía distinguir otra cosa. Ya casi era de noche de nuevo y encima amenazaba con llover. Llevaba todo el día caminando, sin saber siquiera dónde se encontraba.

Cuando consiguió llegar a un llano, divisó lo que parecía ser un castillo y se encaminó hacia él. Con algo de suerte, podrían darle de comer y cobijo, ya que la lluvia amenazaba con imponerse.

Dos guardias armados la recibieron a la entrada, apuntándola con sus lanzas.

— ¿Qué quieres, sacerdotisa?

Amane tuvo el impulso de negar aquella identidad, pero recayó en las ropas que llevaba y pensó que podría serle útil ser considerada como tal.

— Me preguntaba si podría hospedarme aquí esta noche.

— ¿Acaso tiene esto pinta de hostal? Lárgate, mujer.

— Espera, no te precipites. Nuestro señor está herido y necesita ayuda, ¿podrías curarle?— preguntó otro de los guardias dirigiéndose a la morena

— Por supuesto.— afirmó esta con fingida seguridad

Los guardias se apartaron de la puerta, abriéndole el paso y siguiéndola con la mirada. Al entrar, dos mujeres se colocaron a su lado, acompañándola hasta el interior del castillo. Pararon frente a una habitación, en la que una de ellas se introdujo. A los pocos minutos, esta salió de la misma y se dirigió hacia la muchacha.

— El príncipe Naoto sabe de su presencia y la está esperando.

La mujer le indicó con la cabeza que se adentrase en la sala, para después marcharse junto con la otra sirvienta.

Amane respiró hondo y se adentró en la habitación, cruzando los dedos para que sus poderes de curación no le fallasen. Avanzó hasta un hombre de pelo largo y moreno que se encontraba sentado en el suelo, mirando a través del ventanal que iluminaba la sala.

— Disculpe.— dijo intentado adecuar sus palabras al contexto de la época— He venido a...

— ¿Cuál es tu nombre?— preguntó el moreno todavía dándole la espalda

— ¿Mi nombre?— repitió la chica algo confusa— Me llamo Amane, mi señor.

— Bonito nombre para una hermosa joven.— la halagó

Amane se ruborizó ante su cumplido, pero ¿por qué aquellas palabras si ni siquiera se había girado a mirarla?

— Gracias.— balbuceó

La chica caminó con lentitud, acercándose a aquel hombre misterioso cuyo rostro no había logrado ver todavía.

— No tengas miedo, acércate.

Shōganai | InuyashaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora