CAPITULO 16 - "De poca fé"

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–Mamá!

Gritó Lisa desde el otro cuarto, luego bajó a donde estaba Marge.

–¿Qué sucede Lisa?

–¿Recuerdas que una vez dije que necesitaba pastillas para dormir?

–Claro

–Creo que ahora las necesito, de verdad.

–Mhmhmh. ¿Es por lo de tu padre?

–No, bueno, un poco.

–Cuéntame, ¿qué sucede?

–Nada, es que…. Tengo pesadillas.

–Cariño, no es bueno que a tu edad consumas esas cosas. Solo los oficinistas que se estresan mucho las necesitan.

–Por favor mamá, no voy a abusar de ellas.

–Claro que no jovencita.

Lisa se fue arrastrando los pies en forma de berrinche. 

Una vez en su cuarto, pensó.

«Tal vez mamá tiene razón, no necesito esas pastillas. solo necesito meditar o distraerme»

Entonces ojeó su cuarto en busca de una distracción. Vio el saxo, luego la computadora, un libro de budismo "Maestro Kiyomi" pero nada de eso lograba captar su atención del todo, había perdido entusiasmo en aquellas cosas que más le gustaban.

Se agotó de solo pensar en qué podría hacer, así que se acostó boca arriba en su cama, con sus manos cruzadas encima de su ombligo y comenzó a tararear una vieja canción de Jazz.

No duró mucho, lo siguiente que hizo, fue pensar en aquel hermoso chico de su escuela. Llevaba una gorra roja, una chaqueta de Jean con unos vaqueros y borcegos color beige.

Según lo que pudo investigar (leyendo la lista de alumnos que la profesora Krabappel tenía en el escritorio) era 2 años mayor a ella, iba al mismo salón que Bart.

Su nombre, era Marcus.

Marcus, Marcus, que interesante y abrumador nombre. el hilo de pensamientos la llevaron a respirar más fuerte, su temperatura corporal aumentó al igual que los latidos de su corazón.

Sus manos bajaron de su ombligo a su ya cálido vientre y usó su dedo anular para masajear su vagina por encima de su ropa.

Podía casi sentir que era la mano de aquel hermoso chico, tocándola muy lentamente. 

Su respiración se veía entrecortada con leves gemidos y se escondía detrás de su hombro con vergüenza.

Metió su mano dentro de su ropa interior, y lentamente introdujo 2 dedos.

Lo deseaba, lo deseaba demasiado, estar con Marcus, esa idea parecía volverla loca.

Entre quejidos, siguió masturbándose hasta que alcanzó el clímax.

Luego, quito su pegajosa mano de sus genitales y fue al baño a lavarse.

«¿En qué estaba pensando? Obviamente un chico de su edad jamás va a interesarse en mí, no es moralmente correcto tampoco. Aunque me gustó, ¿Por qué? Estaba preocupada por Homero, Dios, ¿Que me esta pasando?»

–¡Lisa!

Se escuchó desde abajo.

–¡Ya voy!

Secó sus manos con la toalla, y bajó las escaleras.

–Mierda…. -Se susurró Marge a sí misma-  vamos a llegar tarde.

–Mii..eerda.. -balbuceó Maggie-

-¡Ey!

Maggie hizo gorgoritos de felicidad, Marge no.

Miró a Lisa confundida, como si se hubiese vuelto loca.

–¿No te arreglaste? Vamos a llegar tarde a la misa, llama a tu hermano por favor.

Lo había olvidado por completo, la misa de los domingos, ella siempre estaba lista y arreglada para ir, incluso 1 hora antes.

Así que se movió con rapidez y subió las escaleras, golpeó 3 veces la puerta de Bart y le dijo. 

–¡Bart vamos a llegar tarde a misa, mamá se va a enfadar!

–¡No me molestes, hoy voy a dormir hasta que se haga de noche!

Lisa suspiró, fue hasta su cuarto y se vistió lo más rápido que pudo, estiró las sábanas de su cama y volvió donde estaba Marge.

–¿Y Bart?

–Dijo que va a dormir, hasta que sea de noche.

–Mhmhmm. No importa, seremos nosotros tres hoy.

Subieron al auto y fueron a la Iglesia.

Una vez ahí, las miradas se hacían recurrentes, todos expresaban su apoyo hacia la familia Simpson. Se sentaron, y detrás de ellos estaba Ned Flanders, con sus dos hijos.

–Buen dia Marge, que bueno que viniste a misa hoy.

–Buenos días Ned, no podíamos faltar, menos ahora que más lo necesitamos.

–¡Explendirijillo!

El reverendo alegría se paró frente al micrófono, con su cara amargada de siempre.

–Bien, se habrán enterado de lo sucedido en las últimas semanas.

Hubo murmullo en la sala.

–Quisiera pedir un minuto de silencio por aquellos que nos abandonaron, sin juzgar quienes eran. Todos somos sus hijos a los ojos de Dios.

El minuto parecía durar una eternidad para Lisa y Marge. Sentían que todo el mundo les clavaba la mirada en la nuca, la desaparición de Homero fue de boca en boca.

–Ahora, quisiera leer unas palabras, a la familia Simpson, Muntz, Jones y Zzyzwicz.

Lisa parecía un tomate, le avergonzaba haberse masturbado antes de ir a un sitio así, En donde justo iban a hablar de su familia y los recién fallecidos.

–Salmos 23:4, Dice. "Aunque deba yo pasar por el valle más sombrío, no temo sufrir daño alguno, porque tú estás conmigo; con tu vara de pastor me infundes nuevo aliento"

Se tomó un momento para seguir.

–En momentos difíciles como estos, es cuando más debemos entregarnos a Dios y tener fé en que nuestros seres queridos, ahora yacen en los cielos con él. 

Luego miró a Marge y Lisa.

–Y aquellos cuyo destino es incierto, rezaremos por ellos, que su salud prospere por los siglos de los siglos, amén.

Luego de salir de la iglesia, pasaron por una de las farmacias que estaban cerca y Marge estacionó.

–¿Que pasó? -le dijo Lisa preocupada-

–Creo que voy a comprar esas pastillas.

Irónicamente, Marge terminó cediendo. Ningún Dios milagroso iba a salvar a Homero y tampoco iba a salvarla de la estrepitosa depresión que estaba gestando. Era hora de volver a la realidad y ponerse manos a la obra, porque si ella no cuidaba de su salud y su familia, nadie lo iba a hacer.

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