CAPITULO 32 - "Causalidad Justa"

23 2 0
                                    

Ese día, por azar del destino, William decidió quedarse solo. Normalmente Austin y Bob se quedaban a vigilar el lugar, por sí alguna persona llegaba hasta ahí. O por si se les iba de las manos y sus presas intentaban escapar, pero William les dejó el día libre.

El también decidió relajarse y se dispuso a tomar una cerveza mientras veía la televisión. Llegó a un canal de noticias y soltó una carcajada al saber lo que estaba sucediendo allá en Springfield.

"El miedo y la inseguridad crecen cada día en nuestra querida ciudad, luego de la masacre ocurrida en el hotel Hazard, y el asesinato de Marge y su hija menor Maggie Simpson. En conjunto con esto, también se perdió el rastro de Lisa y Bart Simpson, que se añaden a la lista de desaparecidos junto a su padre, Homero Simpson. Se desconocen las razones de su desaparicion y asesinato, algunas personas especulan que fue algun tipo de ajuste de cuentas. Otras personas creen que fue azar del destino.
Y otras, que nuestra ciudad está maldita."

Homero ahora se encontraba en soledad, en esa habitación maloliente, oscura y fría. Su mente ya murió por completo a este punto, ya no tenía nada que perder. Sus hijos, su amada esposa, ya no estaban más para acompañarlo. Y lo más seguro era que jamás volvería a verlos.

Juraba ver ángeles por las noches que le advertían sobre un tal día del juicio, y que este estaba muy cerca. En ocasiones también conversaba con una luz que se desprendía del suelo. Esta emergía y formaba una silueta muy parecida a la de su esposa. Era por momentos tan real que se volvía casi tangible, la suave piel como la seda, y una mirada eterna que lo acogía.

Tuvo mucho tiempo para pensar, algo en lo profundo de su mente le hacía creer que aún podía idear un último plan. Al menos para llegar hasta la ciudad y buscar ayuda. Podría buscar a la policía para incriminarlos y que paguen por sus actos. Algo totalmente noble. Dios aprobó esta noción, y al parecer los ángeles también. Todo se unió para que Homero pudiera escapar. El destino es algo irónico.

Asi que ese mismo día, sucedió.

William entró a la habitacion, y en sus manos cargaba una bandeja con comida de perro, y arroz viejo.

Entonces Homero, le habló.

—William. —Le murmuró, y fue algo que incluso asustó a este que con la bandeja en manos, dejó tambalearse unos segundos. Pero no podía perder la calma, esto era algo habitual para William, en la guerra también tenía que lidiar con prisioneros de guerra. Sin embargo, esto era algo muy distinto. No recordaba oír la voz de ese hombre en meses, y el característico timbre de voz lo aterró---

William continuó la rutina, pero con esta característica espina insertada en lo más profundo de su psique. La voz del asesino de su hijo, repitiendo su nombre en bucle.

—Martin —anunció Homero esta vez con un poco más de volumen. A lo que terminó por desconcertar a William. ¿Por qué de repente tenía tanto ánimo por hablar?, lo que sí sabía era que si esto seguía así iba a terminar por asesinar a golpes a Homero—

Con la bandeja aún tambaleándose en sus manos, William caminó y la dejó en el suelo cerca de Homero. Este estaba mirándolo con sus ojos en órbita, totalmente desconectado de la realidad. 

William intentó no dejarse llevar, así que una vez que dejó la bandeja con comida en el suelo caminó hasta la puerta para retirarse. Sus manos posaron en el manillar de esta, lo giró a la derecha y la abrió, cuando Homero volvió a articular más palabras.

—Debió doler, Martin. El se retorcía en el suelo. Rogaba por ayuda. —le dijo Homero clavándole la mirada en la nuca, y William notó esto inmediatamente. La combinación de factores le atacó por sorpresa, y perdió la calma por completo. Esto no debía suceder, pero William sabía que Homero no tenía nada que perder. Ahora era un hombre roto, demacrado, inservible. Así que oyó sus plegarias, y caminó hacia la mesa metálica para recoger un hacha que se estaba guardando para el final. Olvidó por completo que dejó la puerta de la habitación semiabierta, obviamente Homero estaba haciendo esto a propósito, en un intento de penetrar la psique de William, y lo peor de todo era que estaba funcionando—

El ego de William no le permitió pensar en consecuencias, o que no tenía un equipo con él que lo respaldara. Así que se acercó a Homero con el hacha, alzando este por encima de sus hombros amenazante. 

Pero esto no inmutó a Homero en lo absoluto, que seguía clavándole la mirada en el rostro incluso atravesando la fina capa de su máscara. 

Homero sabía perfectamente que debía perder algo para seguir adelante. Podía oír versículos de la biblia retumbando en su cerebro por alguna razón, recordaba las palabras del reverendo alegría y las misas a las que asistía los domingos. Era necesario un sacrificio, para que Homero pudiera completar el último de sus pasos. Lo había oído de los ángeles, y de Dios.

William aún alzaba el hacha, mirando a Homero y decidido a rebanar su rostro en varios pedazos. Pensó incluso en mantener sus orejas como recuerdo, y como premio por cobrar finalmente venganza. Pero la confianza le jugó una mala pasada. 

Con fuerza William bajó su hacha en dirección a Homero, y este en cuestión de milisegundos reaccionó tapándose con sus dos manos encadenadas. Homero estaba recostado en el suelo, horizontalmente y escuchaba un fuerte ruido que lo estaba aturdiendo de sobremanera. Lo estaba enloqueciendo, el tiempo lentamente comenzó a dilatarse y el hacha bajaba con lentitud pero segura de su corte final. 

Homero juntó sus dos manos y esperó a que el corte lo despegara de las cadenas para salir huyendo de ahí.

A medida que el filo se acercaba lentamente a su piel, el ruido de estática se intensificaba monstruosamente. Podía jurar que este hacía que le vibrara el martillo de sus oídos. 

Y cuando menos lo esperó, el hacha cruzó por las manos de Homero reventándolas al instante. El hacha siguió su camino y chocó contra el suelo provocando un ruido metálico que reverberó en toda la habitación. Las dos manos de Homero cayeron al suelo en seco, y el ruido de las cadenas dio finalmente el hincapié a Homero para correr como si no hubiera un mañana. Se levantó con todas sus fuerzas, y en cuanto William intentó levantar el hacha para dar su segundo impacto, Homero lo empujó tirando a ambos al suelo. 

El hacha se deslizó cerca de ellos, aunque lo suficiente como para que William no la alcanzará con las manos. La sangre que Homero perdía por los orificios donde anteriormente tenía sus manos taparon en sangre el rostro de William, y cegaron sus ojos por esto.

Homero se levantó haciendo fuerza con sus mutiladas muñecas, llevando el dolor a un punto aún más inimaginable. Acto seguido corrió por la puerta dejando atrás aquella lúgubre habitación, y con una sensación permanente de que William estaba detrás de él con el hacha. 

Subió las escaleras corriendo y llegó finalmente a la cocina del hogar. Miró varias veces a todos lados para encontrar un lugar para escaparse, aunque sin sus dos manos esto sería una labor imposible. William subiría a asesinarlo en cualquier momento, entonces Homero recordó lo que los ángeles le contaron; El día del juicio estaba cerca, cuando este llegue aquel que lo precise logrará huir al reino de los cielos. Si es que Dios cree que este lo merece, no tendrá duda en ayudarlo.

Escuchó un ruido de llaves que provenía de la puerta principal, y una de las voces de los hombres que lo torturaban.

—William, olvidé unas cosas… —decía Bob mientras giraba la llave en su afán de abrir la puerta. Homero expectante se acercó a la puerta para empujarlo y seguir huyendo. Así que en cuanto esta se abrió, Bob quedó sesgado por lo que estaba viendo—

Homero estaba sin sus dos manos, perdiendo sangre a chorros y con sus dos ojos bien abiertos inyectados de adrenalina. Las venas rojas cubrían por completo los dos globos oculares de Homero, que en cuanto vió vulnerable a Bob lo embistió. Estos cayeron por las escaleras del porche, y Homero rodó hasta la calle. De nuevo apoyó sus dos heridas en el suelo, y se levantó tambaleante. Vió a su alrededor y notó que estaba muy lejos de la ciudad. Miró atrás y Bob se estaba incorporando del golpe, confundido por lo que estaba pasando. Así que siguió corriendo en dirección a una arboleda para perderse ahí y que sea más difícil encontrarlo.

Se metió entre los árboles, y detrás suyo oía la voz de William gritando por su nombre. Esto no lo detuvo y atravesó gran parte de la arboleda, a lo lejos vió la luz que separaba esta del final. Así que siguió sin mirar atrás, y sin importarle lo que sucedía.

Estaba perdiendo mucha sangre, no le quedaba mucho tiempo.

SpringfieldDonde viven las historias. Descúbrelo ahora