CAPITULO 27 -"La Última Cena"

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El primer día de la fiesta de los panes sin levadura, los discípulos se acercaron a Jesús y le dijeron: —¿Dónde quieres que preparemos la cena de la Pascua?

Jesús les respondió: —Vayan a la ciudad, busquen al amigo que ustedes ya conocen, y denle este mensaje: “El Maestro dice: yo sé que pronto moriré; por eso quiero celebrar la Pascua en tu casa, con mis discípulos.”

Los discípulos fueron y prepararon todo, tal y como Jesús les mandó

La última cena / Calma antes de la tormenta

Eran las doce del mediodía, y la familia estaba cenando tranquilamente. Marge preparó carne de res con puré, y además hizo un pastel para el postre. 
En la sala había un modesto silencio, que era rellenado con el chocar de los cubiertos.

Homero salió del sótano, camino hasta la cocina y se sirvió un gran vaso de agua. Estaba sediento, tanto que su lengua se veía pegada al paladar. 

Tomó hasta vaciar el vaso, y lo dejó reposando en la mesada.
Luego fue hasta la cocina, para encontrarse con su hermosa familia.

—Se te va a congelar la comida gordinflón –le dijo Bart–

—¿Cómo estás corazón? –le dijo Marge tomándolo de la mano–

—Muy bien querida —respondió Homero con un suave beso en su mejilla—. ¿Qué delicia vamos a comer hoy?

—Carne de res, con puré. –Le dijo Marge mientras le alcanzaba un plato lleno– 

—¿Porque Lisa come otra cosa mamá? –preguntó Bart–

—Soy vegetariana, tonto.

—Eres una ñoña. 

—Ya basta niños, no discutan en la mesa. –exclamó Marge–

Aunque  para Homero esto no era un problema, cuánto extrañaba oír a sus hijos.

—¿Cómo te fue en el trabajo hoy Homero? –le dijo Marge–

—Bastante bien, de hecho….. –-Homero se tomó un momento para recordar, había algo que no encajaba–-. Conocí un nuevo compañero de trabajo…

—¿De verdad?, ¿Y se llevan bien?

—Si… nos llevamos bien….

—Me alegra bastante oírlo querido. Justo preparé un pastel de chocolate, cuando terminemos de comer puedes ir y seguir con el festín. –-le guiñó el ojo, y procedió a comer–-

Homero seguía dando grandes bocados, feliz de estar con su familia. Todos se veían tan alegres, la habitación resaltaba la vida como nunca lo había hecho. El sol que entraba por la ventana era tan agradable, que Homero podría estar ahí por horas.

Aunque por desgracia, nada de esto era real. Homero seguía oculto en el sótano, cubierto con unas mantas, delirando.

Bart le había llevado un vaso de leche y galletas, pero no las tocó en lo absoluto.
Asi que se quedó un rato ahí con él, pero al ver que Homero no se comunicaba, perdió la fe.

—Ya vuelvo, no salgas de aquí, ¿Entendido?

Homero no respondió.

Bart subió las escaleras del sótano, con un vacío en el alma desgarrador. Se le pianto una lágrima, mientras aceptaba poco a poco la realidad.
La fulminante realidad, de que posiblemente sea la última vez que vea a su familia.

Fue hasta su cuarto y recogió un abrigo, el arma que Eilad le regaló y unos chicles de menta. Empacó todo en su mochila, y se dispuso a terminar aquello que empezó.

Aunque fácil no era, obviamente. Veía su cuarto y los juguetes de Krusty el payaso que dejaba atrás. Miles de vivencias que ahora estaban en el pasado.

Harto de aquel sentimiento de angustia, salió de su cuarto avasallante y bajó las escaleras.

—¡Mamá, más tarde regreso!

—Hubo unos segundos de silencio, a lo que Marge contestó —. ¡Está bien, cuídate por favor!

Las campanadas de la iglesia, marcaron el quiebre definitivo. Eran las seis de la tarde, y Bart se dirigía a un destino inevitable.

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