CAPITULO 33 - "El Dia del Juicio"

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Homero corre, corre lo más rápido que puede. La adrenalina que siente es tal que ni el cansancio ni el dolor lo paran. Ahora es demasiado tarde para pensar en la seguridad de su familia, solo hay una cosa que ocupa su mente en su totalidad, sobrevivir.

Todo su antebrazo se veía entumecido, y las pisadas cada vez se sentían más pesadas. La luminosidad de su alrededor lo cegaba y los ruidos de su alrededor perdían claridad. Se encontraba en piloto automático, lo único en lo que pensaba para seguir adelante, era su recuerdo felíz.

El recuerdo felíz de Homero

Entre la variedad de recuerdos que habitaban en la desolada mente de Homero, había uno que destacaba. Uno que lo hacía muy felíz al recordarlo; El nacimiento de Maggie. Por múltiples razones, el nacimiento de su hija pequeña fue el más memorable.

Fue en diciembre, una época de descanso y fiestas. Toda la familia esperaba ansiosa el nacimiento de aquel bebé, y las especulaciones acerca de su género eran tema de todas las cenas familiares.

Patty y Selma fueron las únicas que acertaron su género, por alguna mística razón ya sabían que Maggie sería una niña. Marge pensó que sería un niño, y Homero también coincidia con su esposa. Bart no estaba tan contento al respecto, pues al tener ya una hermana pequeña al que cuidar, otra más lo dejaría totalmente en el olvido. Pero esto era normal a su edad, en el fondo, muy en el fondo estaba felíz acerca de esto. 

Todos lo estaban, el nacimiento de una nueva alma al mundo llenaba de alegría a todos. Y el día que tanto esperaban, llegó. Fue un día cargado de sorpresas. Marge rompió bolsa poco después de una cena familiar, donde estaban sus hermanas y el padre de Homero, Abraham. Rápidamente socorrieron al hospital en el auto de Marge, con Patty y Selma en el asiento trasero sermoneando cualquier acción que tomaba Homero.

Al llegar se le solicitó a todos quedarse fuera de la sala del parto hasta que el bebé naciera. Y aunque Homero no estaba muy contento con esto, decidió ceder y esperar. Y con esto llegaría la segunda gran sorpresa de aquel día, la visita de su madre al hospital. Mona Simpson, era algo así como un fantasma que reaparece cada tanto para darle una alegría a Homero. Y siempre que se encontraban era por una razón especial.

Un fuerte abrazo fue lo que terminó por calcinar el corazón de Homero, y llenar su rostro de lágrimas. Maggie nació minutos después, y Homero logró sostener su delicado cuerpo entre sus brazos. Se le concedió el permiso a la madre de Homero para entrar a la sala, y ambos miraron a Maggie dar sus primeros gorgoritos de felicidad.

Algo que jamás se borrará de la mente de Homero, fue el nacimiento de su tan querida bebé, que terminó por dar forma a su tan querida familia.

La Muerte viste de Azul

Era un día como cualquiera en la vida de la oficial Allie. Últimamente no había crímenes en Shelbyville, por lo que todos en el plantel se habían relajado. 

—¿Qué tal si compramos unas rosquillas? —le preguntó a Ron—

—¿Rosquillas? —le cuestionó Ron— ¿Desde cuando comemos rosquillas?

—No lo sé, hoy tengo una corazonada —dijo Allie tomando su chaqueta de la silla, acto seguido palmeó dos veces la espalda de su compañero y salió de la oficina—

Allie tomó la delantera mientras Ron la seguía a la par, bajaron las escaleras hacia la salida de la comisaría y fueron hacia su auto.

Encendieron el motor, y se dispusieron a recorrer las manzanas de aquella ciudad. Cerca de la pastelería se encontraba el lugar más cercano al pueblo aledaño llamado Northem. Lugar que su principal caracteristica era que estaba cercano a unas cuantas arboledas, y en ese mismo pueblo también se encontraba la casa en donde torturaban a Homero.

Cruzaron una manzana y detuvieron la patrulla para revisar a dos tipos extraños, las miradas se mantuvieron un momento, cuando el semáforo se puso en verde y siguieron su camino.

Homero corrió lo suficiente hasta llegar a un posible problema para él. ¿Qué camino elegirá? La calle principal se dividía en dos, separadas por unos árboles. Supo inmediatamente que camino elegir, en uno de ellos se asomó Bart, y le llamó con las manos.

Ahora se encontraban a 2 calles de distancia de la pastelería »Priceless Bakery« y el hambre comenzó a ser la principal preocupación de ambos. Allie prendió su radio en caso de que la llamaran, o algo sucediera. Tenía ese presentimiento de que algo estaba por suceder.

Luego de seguir el camino por donde estaba Bart, logró ver donde comenzaba la ciudad, y los árboles poco a poco comenzaban a ser menos poblados. Homero estaba haciendo una fuerza sobrehumana para no desvanecerse y morir, él sentía que estaba cerca de cumplir su última meta. Así que no se detuvo. 

Ya llegando a la pastelería, Ron estacionó frente al establecimiento y se bajó del coche sacando a relucir su placa. Allie que estaba en el asiento del pasajero, nota que una figura se acercaba de entre los árboles que formaban parte del pueblo Northem.

Homero sentía que miles de hormigas empujaban sus piernas para no dejar de correr, pero él no dejaba de ser un humano común y corriente. Así que un tropezón bastó para dejarlo tirado a mitad de camino. Ya no le quedaban fuerzas para seguir aguantando, el sol que lo cegaba se hizo aún más abrumador y ahora se veía entumecido hasta los hombros. 

Allie notó que el Hombre se desplomó y no se levantó, Ron ya había cruzado la calle y entró primero en la pastelería pues era urgencia a este punto. Entonces decidió ir ella con el fín de ver con quien se encontraba. Lo más seguro era que fuera un vagabundo borracho, que se perdió en el bosque y se asustó. Pero la mala espina no se removía de la mente de Allie.

Homero cerró sus ojos, y notó que su campo visual se inundaba de una luz blanca. En estas se fundían imágenes de sus recuerdos más vívidos. Su familia entera vivía aún en su mente y eso era lo único que importaba. Poco a poco dejó de sentir su cuerpo, y su respiración estaba cesando poco a poco.

Allie ya estaba lo suficientemente cerca para dilucidar que aquel hombre que se había desplomado a metros de ella, desprendía sus últimas gotas de sangre por sus dos grandes heridas de las muñecas. Así que de un paso acelerado, hubo una ligera transición para correr y socorrer a aquel pobre hombre. 

El calor del sol parecía fundirse y relajar el dolor que sentía. Con sus ojos cerrados comenzó a escuchar pisadas que se acercaban a él. Intuyó que cualquier persona iría a socorrer a la policía al verlo, así que dejó de luchar. 

Luego de su último crepitar, sus últimas largas aspiraciones cesaron.

Homero se desvaneció, y lo único que quedó en su rostro, fue una leve sonrisa.

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