–¿Ya te enteraste lo que vamos a hacer? –Le dijo Azriel–
–Si, pan comido. –respondió Eilad–
En aquella habitación, también estaba Marcus, escuchando todo, era un chico silencioso pero atento a todo lo que lo rodeaba. En su mano derecha sostenía un collar que le había dado su padre. Uno simple de plata pero que guardaba un gran peso sentimental para él.
–¿Y entonces, qué hacemos? –Dijo Azriel–
–Unos drogadictos imbéciles robaron unos bolsos de cocaína. –respondió Eilad–
–¿Y como sabemos que ya no la vendieron o la usaron? –preguntó Marcus repentinamente–
–Eilad giró su cabeza en dirección a Marcus– –En realidad no lo sabemos, pero bueno.
Martin entró en la habitacion en la que estaban y cerró la puerta con mucha sutileza.
–Necesito que me escuchen bien. Unos supuestos drogadictos del Bloque C nos robaron dos bolsos en la mañana, tenemos órdenes de recuperarlos.
–¿Y donde están? –Preguntó Azriel–
–Por suerte sabemos que está en su apartamento, no se movieron de ahí en todo el día. Los tenemos acorralados
–¿Qué estás esperando? –le dijo Marcus–
Martin pensó un poco y luego caminó hacía Marcus. Las pisadas reverberaban en la habitación y la presión de lo inesperado generaba angustia.
Martin se frenó frente a Marcus, y se agachó desplazando únicamente el torso.
–Jejeje, ¿Te crees gracioso?
Marcus estuvo al borde de vomitar, por culpa del asqueroso aliento de Martin
–Es una misión en grupo, tontin –Martin golpeó la nariz de Marcus con el dedo–
Un escalofrío recorrió la espina dorsal de Marcus. La presencia de Martin era escabrosa, terrorífica. La total impunidad que tenía, hervía la sangre y revolvía el estómago.
Martin se incorporó y caminó hasta la puerta. Azriel y Eilad lo miraban asqueados.
–Salimos en veinte minutos, preparense.
Eran las ocho y cuarto, el cielo se veía nublado y la luna se asomaba solo en momentos.
Los chicos subieron a una Van negra que pertenecía a todo el grupo, en aquel entonces.
Juntos recorrieron las calles de Shelbyville, hasta llegar a la cruz roja del mapa. Al departamento del Bloque C, donde se encontraban los bolsos.
Martin fue el primero en bajar, los demás le siguieron el paso.
Subieron unas escaleras y tocaron la puerta.
Toc.
Toc.
Obviamente, no hubo respuesta. Pues los dos hombres que se encontraban dentro, sabían que su plan podría fallar y ser descubiertos.
Toc.
Toc.
–¿Hay alguien en casa? –preguntó Martin–
Hubo un momento de silencio, los chicos se miraban entre ellos, aterrorizados. Era como si algo fuese a ocurrir en cualquier momento.
Martin tomó su arma y disparó el picaporte. Luego pateó dos veces la puerta para abrirla, y entró preparado para matar.
Ahí dentro estaba un niño, y dos hombres más.
Los chicos notaron esto cuando entraron, y el alivio no pudo ser mejor, ya que los hombres estaban con sus manos en alto rindiéndose.
–No nos hagas nada, por favor. –exclamó el hombre–
–¿Dónde están los bolsos? –preguntó Martin–
–En… En la habitación de ahí –Dijo y apuntó hacia la puerta que tenía a su costado–
Martin entró y salió con los dos bolsos en ambas manos.
Posteriormente se los entregó a Azriel y Eilad, para que lo llevaran a la Van.
Marcus, se quedó ahí con él.
Martin requisó un poco el lugar violentamente, tirando vasos y platos al suelo.
Marcus miraba todo, con un agudo terror.
Aquel niño y los dos hombres estaban llorando, suplicando por sus vidas.Martin entonces apuntó al niño y le disparó en la cabeza.
–¡Joe! –gritó uno de los hombres, el otro estaba mudo–
Martin volvió a disparar y asesinó a otro más. Ahora solo quedaba una persona viva.
Caminó hasta él y lo golpeó con la culata del arma repetidas veces. Luego, se retiró caminando por el umbral de la puerta, tan tranquilo como si nada hubiese pasado.
Marcus estaba muy confundido, se esperaba algo así, pero no que asesinaran a un niño. Martin le demostró lo perverso que podía llegar a ser, pero eso no fue todo.
Marcus notó que no asesinó al último hombre, solo lo noqueó. Y como si fuese instintivo, se lo hizo saber a Martin.
–Qu… Queda uno vivo…
–Nos encargaremos de él luego –Dijo Martin mientras caminaba a la Van–
–¿Qué harán con él?
Martin no respondió.
Todo el viaje a casa revoloteo en la cabeza de Marcus aquella incógnita. ¿Qué le harán a ese tipo?. Lo obvio sería que lo maten, ¿pero que tal si lo secuestran?
Al terminar el viaje, Marcus volvió a preguntarle a Martin sobre esto.
–¿En serio quieres saber? –exclamó Martin– Bien, vamos a encadenarlo y torturarlo hasta que me aburra.
Luego de eso, voy a romperle las costillas con un martillo mientras sigue con vida.
Tomaré sus órganos y se los daré de comer a toda su familia.
¿Estás contento?Marcus estaba mirando a la nada horrorizado.
Aprendió que hay cosas que es mejor no saber.
Y hay gente con la que mejor no meterse.
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Springfield
HorrorLa familia simpson tiene una vida normal y corriente hasta que, Homero conoce un nuevo compañero de trabajo que lo cambiará para siempre.