CAPITULO 23 - "Springfield"

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Hogar, dulce hogar. 


Luego de un largo y apestoso viaje, llegaron a Springfield.

Los chicos se escondían en el sótano de un edificio de 5 plantas en total. Cuya propietaria era la madre de Otto Mann.

Un joven desempleado  de veintiséis años.
Anteriormente fue conductor del autobús escolar, pero a causa de un accidente fue despedido.

(Por suerte no hubo heridos, exceptuando a Otto)

Vivía en el sótano, en un cuarto que estaba pegado a las lavadoras del edificio. Un lugar perfecto y cómodo para un tipo como él.
En cuestión, al ser reconocido en Springfield por vender buena marihuana, los chicos lo contactaron para esconderse ahí con él.

A lo cual Otto aceptó sin problema, desocuparon otro cuarto que ocupaba cajas viejas con basura y se alojaron ahí.
Lo que Otto desconocía, era en lo que se iba a convertir aquel cuarto.

Eilad aparcó en el garaje y salió de la Van de un salto.

–¿Cómo hacemos para meterlo al edificio? –preguntó Azriel–

–Necesito que vayan a nuestro cuarto a buscar alguna bolsa de consorcio. –respondió Marcus–

–¿Crees que va a entrar en una bolsa el cuerpo entero? –le dijo Bart–

–Es solo para meterlo al edificio, ya verás.

Luego de salir del auto, Azriel y Eilad entraron por la puerta que daba al garaje, y fueron hasta el cuarto.

Homero estaba mudo, ya ni el olor pútrido del cadáver de Martin le afectaba. Al menos ya estaba en su hogar, ¿No?.

Antes de bajar de la Van cerraron las ventanas de esta, para que el olor no se escapara.

–Homero, recuerda que nadie debe reconocerte, al menos hasta que armemos un plan para que vuelvas a tu casa –Le dijo Marcus–

Homero se sentó en el suelo, sin decir nada.

Al ver esto, Bart se acercó y se sentó junto a él.

–Ya estas de nuevo aquí viejo, ya no debes preocuparte –le dijo mientras lo miraba–

Homero no respondió, ni lo miró.

–No me quiero imaginar lo que te hicieron, los chicos me contaron que Martin era un idiota. –Homero seguía sin prestarle atención, estaba perdido en la nada– Sabes, te extrañe papá.

Al escuchar esto Homero cobró un poco la consciencia, pero de pronto los chicos volvieron con bolsas y acompañados de Otto.

–Que tal viejo –Otto estrecho la mano a Marcus– No se si estoy drogado, pero me pareció escuchar que tienen un cadáver ahí.

–En realidad, si. 

Marcus abrió las puertas de la Van, y Otto quedó impresionado mirando.

–Rayos. –Dijo mientras abría grande sus ojos– No pueden entrar eso por la puerta principal.

–Pero si distraes a tu madre, tal vez tengamos oportunidad. –Le dijo Eilad–

–No lo sé viejo…

–Vamos, te conseguiremos una bolsa después –Le guiñó el ojo– ¿Qué te parece?

Otto aceptó. Volvió a entrar y le mintió a su madre sobre una “ardilla muerta” en el baño.

La sala principal quedó desocupada y los inquilinos del lugar se encontraban en sus respectivos cuartos.

Era el momento perfecto.

Le pusieron una bolsa desde los pies, que le llegaba al torso. Y otra en la cabeza que cerraba con la anterior.

La Van estaba llena de sangre y las bolsas no podían retener el líquido que perdía el cadáver, sin embargo, siguieron con el plan.

El cuerpo lo tomaron Azriel y Eilad, para después llevarlo al cuarto.

Marcus, Bart y Homero les siguieron el paso, miraban para todos lados para ver si alguien pasaba.

Cruzaron la sala y llegaron a la puerta que daba al sótano, cuando se escuchó la voz de la mujer volviendo del baño.

–Tu otra vez drogado, no hay ninguna ardilla Otto.

–¡Espera mamá, es verdad!

–¡Debo seguir trabajando Otto, no molestes, tienes veintiséis años!

Los chicos no tuvieron remedio, Marcus corrió y abrió la puerta que llevaba al sótano. Eilad y Azriel soltaron el cuerpo por las escaleras provocando un ruido muy característico. Y también, ensuciando aún más con sangre.

Los chicos bajaron por la escalera lo más rápido que podían, el último en cerrar la puerta fue Homero, cuyo rostro le pareció familiar a la madre de Otto que ya estaba ahí en la sala.

–Otto, ¿ese hombre no te resulta familiar?

–¿Qué?, ¿Qué hombre?

–El que entró al sótano hace un instante Otto, maldita sea.

–Yo no vi nada 

–Y si estas drogado hasta la cabeza hombre.

–Me parece que eres tú la que alucina, mujer.

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