CAPITULO 26 - "Viejos Amigos"

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1:30 A.M / Malentendido

La noche se mantenía calma, algo muy raro para Homero. No había sentido tal calma en meses. Tres meses de soledad y agobio constante. Su plan, aunque con un poco de ayuda, funcionó. ¿Pero a qué costo?, su salud mental.

Homero estaba en la sala de estar, sentado en un no muy cómodo sillón, jugando con el cubo de rubik de Eilad. No lo hacía por entretenimiento, sino más bien por zozobra.

Lo movía de mano en mano.
Lo giraba de aquí para allá.

Las voces de su alrededor se habían ensordecido. Lo único que escuchaba era el crujir de aquel viejo cubo. Ruido que le hacía recordar bastante a las armas.

Click

Click

Un ruido estático comenzó a taladrar su cerebro, mientras seguía girando el cubo.

-Homero... -escuchó a lo lejos-

Este seguía girando y girando el cubo. Cuando por fin Marcus lo sacudió y lo quitó del bucle.

-Homero, ¿escuchaste?

Homero sacudió su cabeza.

-Diablos... Vamos a seguir perdiendo tiempo -Dijo Eilad-

-Tampoco hay mucho que explicar -le respondió Azriel- estamos jodidos. No tenemos la experiencia que ellos tienen.

-¿No te parece suficiente lo que vivimos?

-No, nosotros no estuvimos en una maldita guerra.

Homero, que había adoptado una postura firme, se recostó en el respaldo del sillón de nuevo. Era como oír discutir a sus hijos, pero cuánto extrañaba eso en verdad. Tan solo escuchar sus voces lo llenaba de felicidad.

-¿Homero, crees que puedes volver a tu casa? -preguntó Marcus-

-¿A mi casa?....

Miró a Marcus, luego al suelo, y pensó.

«¡Claro que sí!, eso es por lo que vengo luchando desde que empezó todo esto.
¿Verdad?
...................»

-¡Jajaja, vamos allá!

Guiño, guiño.

Su vista se nubló un poco, a causa de la euforia. Pero esa euforia, camuflaba la irremediable demencia.

De pronto, escuchó que tocaron la puerta del sótano, a lo que Homero tuvo la primera chispa de ir a atender.
Recorrió el cuarto, sin importar la existencia de las demás personas que estaban con el, y atendió.

-Señor J. Simpson, ¿En qué puedo ayudarle? -anunció en cuanto abrió la puerta-

Del otro lado, se encontraba Moe.
¿Moe?, ¿El mismo que atendía el bar?
Exacto, ese mismo Moe. El mismo que Homero asesinó a sangre fría.

Que cruel.

-¡Qué tal Homero! -Le dijo agitando su mano vehemente- ¿Te apetecen unas cervezas?

Homero estuvo a punto de aceptar la sabrosa y burbujeante oferta. Pero recordó que debía ir a su casa primero. Por alguna razón que no recordaba, pues a este punto poco tenía sentido para él.

-Lo siento Moe, debo ir a mi casa. -le dijo en tono neutro-

-Oh, lo entiendo. -Dijo Moe mientras daba media vuelta- se te veía cansado igualmente. Saluda a los niños de mi parte.

-¡Hasta luego Moe!

-¡Hasta pronto Homero!

2:55 A.M / Lázaro y sus amistades

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