‐Hawkins Memorial Hospital

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La pandilla caminaba por los pasillos del hospital, intentando pasar desapercibidos.

Tenían un solo objetivo, el cuarto de la señora Driscoll en el piso 4.

Sus planes fueron arruinados cuando la señora de la recepción los vio.

Terminando así, con solo Nancy y Jonathan en el ascensor, mientras los adolescentes estaban sentados en la sala de espera.

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Michael ingresó varias monedas en la máquina expendedora, para luego apretar los botones D3.

Lucas esperaba al lado de él con los brazos cruzados.

—¡Vamos, pedazo de mierda!–Gruñó el pelinegro luego de ver como la máquina se trababa y no dejaba caer su KitKat.

Ambos chicos comenzaron a pegarle levemente a la máquina, hasta que todos los dulces cayeron, asustandolos y haciéndolos mirar a once.

La castaña se limpiaba un hilo de sangre que salía de su nariz.

Acababa de ocupar sus poderes.

—Gracias.–Agradeció Mike mientras miraba a la chica. Once solo se limitó a asentir.

William miraba la escena en silencio, sabía que aunque ambos chicos estuvieran peleados, seguían estando enamorados.

Su garganta empezó a doler y comenzó a sentir el sabor metálico de la sangre en su boca, el cuál, se mezcló con el sabor a tulipán.

Estaba empezando a encontrar patrones sobre esos malestares: cada que veía a Mike y a ce juntos se comenzaba a sentir mal, cualquier cosa que tuviera que ver con Michael lo ponía mal.

—Amigo, creo que eso fue.–Susurró Lucas mirando a Mike, ambos estaban arrodillados frente a la máquina expendedora recogiendo los dulces.

—¿Eso fue qué?–Cuestionó el pelinegro.

—Es la señal.

—¿La qué?

—Por favor, no tienes remedio.–Murmuró el moreno–.Okey, distraere a Max y tendrás una oportunidad. Luego, habla con ella, ¿De acuerdo?

El pelinegro asintió y miró a la castaña.

Once estaba entreteniendose mientras leía una revista, había mejorado mucho su lectura durante su estadía en California.

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Will estaba sentado en una silla de la sala de espera, a tres acientos estaba once.

El chico observaba como Lucas y Max jugaban a atrapar Skittles con la boca.

Se preguntaba cómo terminaría todo esta vez, si podrían vencer al Desuellamentes y si todo volvería a ser como antes. No siempre tendrían la suerte de salir de la batalla sin ninguna herida.

Michael se sentó al lado de once, Will ni siquiera se había dado cuenta de la presencia de el pelinegro de no ser porque sintió pequeños pinchazos en su garganta.

Dirigió su mirada a el chico Wheleer y este lo miró de regreso, tenía un solo objetivo: que lo dejara solo con once.

Y William lo entendió a la perfección, se levantó de su asiento con rapidez he intentando parecer casual ante los ojos de la castaña.

Se alejó lo más que pudo de la escena, quería evitarse nuevamente ese dolor creciente en su pecho, el sabor de la sangre y el tulipán mezclándose en su boca, la necesidad de toser y la sensación de que se ahogaba.

Era tan extraño saber que debía alejarse de la persona que más amaba para poder estar bien.

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Luego de unos cuantos minutos, las luces de el edificio empezaron a parpadear.

Y casi como siempre, William fue el primero en darse cuenta. Levantándose de su asiento y avanzando lentamente hacia adelante, llamando la atención de los demás chicos.

Tenía que ser un puto chiste.

Blue and Yellow ; Byler AUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora