Capitulo 8. Samuel.

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Nota:  Dejo arriba la canción que estuve escuchando mientras escribía el capitulo. 

Otro mundo, tiempo de guerra.

Hay una diferencia muy grande entre ser un rey y ser un guerrero. Ezra siempre quiso ser ambos, quería pelear para defender a los suyos y liderar al pueblo. A él siempre le gusto el sonido del acero chocando con cualquier cosa, decía que le relajaba mas que cualquier otro sonido, me parecía macabro aquel pensamiento, pero estábamos en guerra, no podíamos darnos el lujo de ser exigentes con la salud mental. Él estuvo conmigo en las primeras batallas contra los demonios.

Me reconforté cuando vi a mi primo pelear conmigo contra los demonios, espalda contra espalda, la lluvia no podía detenernos, no teníamos miedo alguno, porque estábamos juntos. Día tras día hacíamos a las criaturas retroceder y alejarse de los inocentes humanos.

Mundo real, actualidad.

—¡Mierda! —el grito de Samuel solo me hizo apresurar mi paso.

—¡Samuel! —grité y maldije.

El condenado era un atleta y yo sentía que mi corazón latía como si fuera a estallar en cualquier momento.

—¡Samuel! —volví a gritar.

—¡No! No quiero verte a la cara— dijo tan claramente que no pareciera que estaba corriendo.

Me detuve porque al cruzar por una calle un carro avanzo, casi arrastrándome en el proceso, coche contra el costado, pero me alcancé a recargar.

—¡Esta loca! —exaltado, el hombre del coche salió de este.

Miré como la figura de Samuel se alejaba de mí, quería golpear el coche, pero me contuve. Si tuviera mi cuerpo masculino, podría haber alcanzado a Samuel, siendo mujer, ni por mas que me esforzara, había dedicado mi vida a leer libros, no a la condición física. Quizá era hora de buscar un gimnasio, mi rutina no era del todo saludable.

Me di cuenta de que el conductor seguía gritándome totalmente rojo por la ira, me importo poco. Seguí mi camino, rodee el auto y continúe caminando en la dirección a donde se había ido Samuel. Podía sentir mi cuerpo agonizar, mi mano todavía no sanaba, después de los golpes a Sigma, esta había quedado inflamada, con moretones y unos cuantos raspones. Me había puesto una venda y una pomada, pero aun así me dolía un poco; lo que más me dolía era respirar, ardía mi nariz y respirar era difícil, me sentía mareado; mis pies palpitaban; también tenia un dolor en el costado, justo debajo de mis costillas; me dolía mi orgullo, al darme la vuelta, me di cuenta de que solo había corrido 3 cuadras, solo eso me había casi matado. El mareo se hizo tan fuerte que tuve que tomar un descanso en la acera, a este paso llegaría a la casa de Samuel hasta mañana. Lo peor es que había dejado mi hamburguesa en el estacionamiento de McDonald.

- - -

Cuando por fin llegue a la casa de Samanta y Samuel, la primera estaba sentada en la entrada de la casa. Se levanto en cuanto me vio.

—Tardaste una eternidad— dijo cruzándose de brazos.

—Tu hermano es demasiado rápido— respondí a su ironía, podía verla, seguía enojada conmigo.

—Te dije que te alejaras. No te quiero conmigo ni con mi hermano— sentencio.

Ella y Samuel se parecían, ambos eran castaños de cabellos ondulados y mirada negra, ambos eran fieros. Los conozco desde hace muchos años, sé cómo son, nunca he peleado con ellos, ni física, ni verbalmente, pero si los he visto pelear contra otros. Samuel era un defensor, es abogado, desde joven ha sabido seguir las reglas, encontrar maneras en que las personas sean castigados, encuentra evidencia de tus pecados y chantajea con eso; pero Samanta da mas miedo, ella no negocia, no pregunta, no advierte, ella manipula, miente y engatusa. En secundaria era más fácil para ella, una vez engaño a toda la escuela, creando rumores sobre una de sus compañeras de salón, hizo que todos los amigos de esta se volvieran en su contra, recibió tanto acoso que tuvo que cambiarse de escuela y aun así los rumores la alcanzaron. Samanta era como un silencioso veneno; cuando nos conocimos ella era quien hablaba, quien guiaba y yo estaba gustosa de acompañarla en sus travesías, en parte me daba miedo, me aterraba hacer enojar a Samanta o Samuel, una haría que me acosaran sin fin, el otro encontraría mis pecados y me los dictaría en mi rostro.

Mi Nombre es Ophir (CT).Donde viven las historias. Descúbrelo ahora