—¡Almendra! —el grito masculino me hizo apresurar el paso.
Los pasillos. El suelo reluciente, las columnas elegantes, los cuadros con arte costoso. Esta mención, yo la conocía, sabia cada escondite, sabía lo que había en cada habitación de memoria. Corrí, aunque mis zapatos finos se resbalaran, el vestido esponjado, por mas que intentaba sostenerlo en mis manos, la tela era demasiada y se resbalaba. Detestaba la sensación del corset ajustado en mi pecho y el peso de las joyas.
—¡Almendra! —gire al escuchar el grito.
Ophir me perseguía y abrí las puertas del invernadero.
—¡Mamá! —grite.
La mujer se giro de inmediato, ella tan fina, con su cabello rojo cayendo como castadas de sangre en sus hombros, salte a su abrazo. Porque necesitaba sentirme segura. En brazos de mi madre Miranda estaba a salvo.
—¡Mamá! —me estremecí al escuchar el grito de Ophir entrando en el invernadero.
—¿Ahora que sucedió? —cuestiono la mujer, acunándome en su pecho. Era tan pequeña, mamá me alzo en sus brazos, poco le importo el estorboso vestido, aun así pudo posarme en su cadera.
—¡Almendra casi se mata! ¡Intento subir al muro de nuevo! —dijo Ophir.
La expresión en el rostro de la madre era imparcial. —En lugar de regañarla, ¿no seria mejor enseñarle a trepar correctamente? —pregunto ella.
Mire a mi hermano, Ophir tenia el rostro rojo de la vergüenza, desvío la mirada. —Es peligroso... se puede lastimar.
—Tus también trepaste, ¿no es peligroso para ti? —reniego.
De inmediato mi hermano protesto. —¡Es diferente! ¡No importa si yo...!
—¡Ophir! No te atrevas a decir lo que creo. Si te lastimas es importante, ¿me has escuchado?—dicto mi madre, la cual se inclino frente a Ophir.
—Ambos son importantes. Ahora vayan a jugar. Juntos.
Corro por el jardín, es tan grande, Ophir me sigue.
- - -
Hay unas manos muy grandes sobre mi piel, no se siente cómodo. No me gusta. Quiero apartarlo, hay algo dentro de mi boca, no puedo respirar, es demasiado grande. Tengo miedo.
- - -
—¡Almendra! —el grito, desesperado. Veo como mamá y papá llegan a la dirección de la escuela.
Mamá Sandra es la que me abraza. No quiero que ella me abrace, necesito a mi mamá Miranda. Miro a papá, esta asustado. Empieza a gritar a mi maestro, quien niega todo.
—Quiero ir a casa— digo —quiero darme un baño.
Me siento tan sucia.
El abrazo de mamá no es cálido, no siento nada, me siento vacía, sola. No tengo a nadie y sin quererlo, todo a mi alrededor se vuelve blanco. así como me sentía, me encontraba sola, sin mamá, ni papá.
—Almendra— la voz de Sigma se escuchaba rota. Me gire. Él me miraba con lastima. —Estos recuerdos están fragmentados, pero... realmente, ¿él te...? ¿Él...?
—No lo sé— respondo con sinceridad. —No lo recuerdo.
Los ojos de Sigma se cristalizan, están tan verdes que resulta hermoso.
El lugar a mi alrededor vuelve a tener color, Sigma ya no está, en su lugar, mi madre me pregunta por lo sucedido y yo me echo a llorar. Puedo ver el rostro de Ophir, mirándome con lastima, él no tuvo que pasar por lo que yo pase.
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Mi Nombre es Ophir (CT).
ФэнтезиAlmendra ha sido una gran fanática de libros de transmigración durante años, cuando fue su turno para entrar al fantástico mundo de un libro que recién termino, no desperdicio su oportunidad siendo participe de muchas aventuras y amoríos, llevando e...