Capítulo 18. Panico

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Otro mundo.

Las batallas eran largas, la lluvia no ayudaba en nada y los civiles cada vez estaban más en riesgo.

—¡Este es nuestro hogar! —dijo el líder del pueblo. En sus brazos había un bebe que no paraba de llorar.

—Lo sabemos, pero los demonios se acercan. No podemos dejarlos aquí— argumentaban mis soldados. Quería entrar en la conversación, sin embargo, mi atención en esa ocasión estaba en otro lugar.

Ni siquiera estoy seguro de cómo es posible que mis soldados lograron convencer a los aldeanos de salir de su hogar, solo sé que cuando menos lo pensé, me encontraba movilizando a civiles, en su mayoría eran ancianos y niños a un pueblo con mejores protecciones, esperaba que ahí estuvieran más seguros, aunque sea un poco. Habíamos dejado señuelos en el otro pueblo, trampas ilusorias y de más trucos de brujos para que los demonios no nos siguieran. El problema era la lluvia que nos había atrapado a medio camino, en un sitio montañoso que cuya tierra se deslizaba ante nuestras pisadas. Esperaba que todos tuvieran suficiente cuidado mientras encontrábamos una cueva.

—Por aquí hay unos túneles— dijo un anciano. —Trabajaba en esa mina, no está lejos.

Aposte por ese anciano, lo seguimos en silencio, teníamos que estar callados y atentos por si alguien necesitaba ayuda solo tenía que alzar la voz y todos ayudarían.

Todo parecía tan sencillo y yo me encontraba tan agotado.

—Ophir— la voz de Vivian llego a mí, sin embargo, nadie estaba a mi lado.

—¿Sucede algo? —pregunto un soldado, negué y seguí mi camino.

Vivian, la bruja que enviaron conmigo a la batalla, había sido muy útil para lidiar con la carga de estar frente a todos en la guerra, casi hacía que el paisaje lleno de tierra manchada con sangre y el asqueroso aroma a muerte, fuera ameno. Pero me había encariñado con ella, por lo que no quería que estuviera en el campo de batalla, usaba cualquier excusa para enviarla a la capital, por más que volviera más tarde.

Llegamos a la cueva, los civiles se acurrucaron uno contra otro, envíe un grupo a explorar el túnel y otros a custodiar la entrada, yo y un bardo nos encontramos asegurando el bienestar de los civiles.

—Joven Ophir, se ve cansado— me dijo una anciana. —Ha hecho tanto por nosotros, por favor, descanse, aunque sea un poco, nosotros no necesitamos más cuidados de los que sus hombres nos dan.

Si, quería descansa, la guerra me estaba arrancando la vida.

Pronuncie mi mentira favorita: —Estaré bien.

Las noches son tan largas cuando esperas que criaturas te atrapen y te destrocen. Era patético, realmente sentía que me había ido a otro mundo solo para morir y a la vez, no me arrepentía. No tenía nada que añorar en el otro mundo, quizás extrañaría a Samanta y a Samuel, quizás echara de menos a mi jefe, quien me ha cuidado durante los últimos 3 años, quizás extrañare a mi madre Miranda, quizás... solo tal vez extrañare a mis padres del Mundo Real, ¿me extrañaran? ¿estarán orgullosos de lo que he logrado? ¿soy un buen hijo para ellos?

¡Al carajo con todo!

¡No tenía tiempo para pensar esas tonterías de niño abandonado!

Los demonios emboscaron el maldito túnel y las perturbaciones hicieron que el lugar se viniera abajo, tenía que sostener los escombros con mi jodida espalda y evitar que los ancianos y niños murieran.

Mi Nombre es Ophir (CT).Donde viven las historias. Descúbrelo ahora