Capitulo 4.

87 6 2
                                    

Ava se va y la confusión llega. Que carajos me ha pasado. Si bien esta mujer es hermosa. Y su tacto me provoca sensaciones extrañas. No sé qué es lo que me ha movido a contratarla.


Cuando la vi, no la había recordado muy bien. Pero basto que moviera un poco mi cuello para acordarme. El coraje no me dejo pensar mucho en el asunto y de un momento a otro ya estaba contratada. Pero tengo un plan en mente. Esta mujer me ha pisoteado el orgullo. Así que he decidido en que yo voy a pisotear el suyo.

Obra mal y te ira mal pequeña perra.


En ese momento suena mi teléfono.


-Dime Yana.- Respondo a mi secretaria.


-El señor Moot está esperándole.- Dice con voz chillona


-Hazlo pasar.- Contesto con tono bursco.


Moot es mi abogado. Me metí en problemas hace 2 semanas con un tipo en un bar. Puso una denuncia y ahora estoy tratando de librarme de esto, entre otras cosas. Sé que no debí hacerlo pero ese tipo me estaba jodiendo. Dijo que no sabía con quién me metía. Claro, un borracho.


Moot entra con muchos papeles en las manos y los avienta a mi escritorio.


-Te ha costado una pequeña fortuna ocultar tus... contratiempos ante la ley. Pero ya está arreglado.- Dice a la vez que se pone las manos en la cadera en actitud de reproche.- A la próxima, Cam, piensa antes de actuar, sabes que no conviene llamar la atención de esa forma.


Moot es como si fuera mi hermano. Por eso siempre está sobre mi como mama gallina.


-A todo esto. ¿Has encontrado una asistente?.- Pregunta.


-Pues algo asi. No adivinaras quien es... Es la perra me me golpeo en la noche.- Moot levanta tanto las  cejas que creo que se le van a mezclar con el nacimiento del cabello.


-No me jodas. ¿De verdad?- Intenta reprimir una carcajada pero no es muy bueno en eso, así que en este momento parece una foca intentando agarrar aire.


-No le veo la gracia Moot. No creas que le di el puesto por chulita. Tengo un plan para ella.- Contesto levantándome de mi silla giratoria.


Me acerco al mini bar que tengo en la esquina de mi oficina y tomo un vaso para ponerle hielos y whiskey. Me lo tomo de un trago. Siento como resbala por mi garganta y quema mi esófago.


Gracias a Dios por el whiskey. Es lo que mejor me relaja.


-A ver señor de planes retorcidos, ¿qué tienes para la karateka?, digo, si no te molesta en contarme lo que trama tu retorcida mente.- Dice burlándose de mí.


-Pues aún no sé cómo, pero esta mujer me ha dejado tirado en la calle y con un dolor de cuello que jode como el infierno. Además de pisotear mi orgullo, si cabe mencionar.- Solo de recordarlo se me sube la sangre a la cabeza. Me debí haber mirado patético siendo golpeado por una chica.


-Bueno, eso sí es grave. Estoy contigo.- Dice y me tiende su mano cerrada en un puño a modo de saludo.


Me dirijo al ventanal para observar la cuidad. El edificio en donde estoy es muy alto. Lo que me permite ver a la perfección.

Siempre que estoy aquí me siento más poderoso. Es como si la cuidad estuviera a mis pies. Y eso es lo que quiero logar, pero no específicamente con la cuidad. Sino con esa perra maldita.


Haré que me pida disculpas de rodillas. Sé que a lo mejor suena exagerado. Pero lo que me ha hecho no es algo difícil de olvidar, y más para una persona que valora tanto su ego como a sus pelotas.


El orgullo y el no dejarse dominar por nadie es lo que me ha mantenido a salvo desde que empecé... los negocios. Y ella me ha desestabilizado.


-Bueno, me voy, Cam. Estaré al pendiente del cargamento de hoy. Y ve a que un doctor te revise ese cuello. Se ve un poco mal.- Dice con una mueca burlona.


-Claro, avísame cuando llegue para tener todo listo. Y si, no te preocupes por esto.- Contesto apuntándome al cuello.


Moot da la media vuelta y se va.


Estoy tenso. Necesito relajarme y el whiskey no me ha ayudado mucho. Por fortuna tengo a una zorra allá afuera a mi disposición.

Tomo el teléfono y marco la extensión de Yana.


-¿Si?.- Responde Yana. Su voz digamos que no es el mejor sonido que haya escuchado en mi vida. Pero solo necesito de ella una cosa, y no precisamente es su angelical voz.


-Ven a mi oficina.- y sin más, cuelgo.


Que empiece la diversión.

DISPARADonde viven las historias. Descúbrelo ahora