Septiembre 16, 2025.
Este podría ser uno de esos maravillosos y felices finales al mejor estilo de libro romántico, de esos que me encantan, con un Pablo profundamente enamorado, y el inicio de una historia de felices para siempre.
Pero la verdad es que la vida no terminó a los veintiseis, ni los veintiséis eran el final de esta historia. Ni el comienzo de una más maravillosa y de ensueño.
No puedo mentir, a los veintiseis le han seguido muchísimas crisis, luego del primer beso vino la primera vez... El primer novio, la primera ruptura... Los treinta, el desempleo, el estrés, los problemas hormonales, la falta de dinero, el sube y baja de kilos, las tristezas, los recuerdos tristes, todos los miedos...
Pero con mi argumento patético de cambiar la vida con un primer beso también vinieron muchas cosas más, cómo unas cuantas décimas de amor propio, mis primeras citas, los primeros besos candentes, las sonrisas tontas, la inspiración para volver a escribir cosas felices, el ánimo para dejar ir muchas anclas, la fuerza para recomenzar.
A veces necesitamos un primer beso de nosotros mismos, un "te amo" que te llegue al alma, a veces necesitamos sentirnos útiles, sentir que alguien piensa en nosotros, a veces necesitamos sentirnos más vivos, y menos simplemente existentes...
Porque existir, no es lo mismo que vivir, y vivir, no es lo mismo que disfrutar esa vida. A veces necesitamos de nosotros mismos, un gramo de ánimo, otro de astucia, una pizca de ganas, y un mucho de esperanza. Pero también necesitamos un poco de los demás, y no un "te entiendo", o un "te ayudo", a veces simplemente basta con un "te escucho".
Siempre quise escribir un epílogo para mi historia, siempre quise tener un gran epílogo... Siempre quise usar alguna frase filosófica de un final simplemente siendo un comienzo.
La verdad no pensé que escribiría este epílogo ahora, diez años después de comenzar esta historia...
—¿Estás trabajando mamá? —Esperanza, su hija mayor la miraba con el ceño fruncido desde la puerta de la habitación, esa niña vivía con una seriedad de adulto.
—Sí cariño, ¿Necesitas algo?
—Pablo llamó, dijo que necesitaba que le ayudes con algo —su voz y su actitud era como si estuviera enojada, aún no sabía si debería tratar esa mala actitud de su hija con algún psicólogo desde ahora.
—Vale, gracias. ¿Quieres acompañarme a lo de Pablo a ver qué necesita?
—Esta bien, iré por Paco.
Era gracioso mirar a esa niña malhumorada cargar con Paco, un peluche de gallo que su raro padre le había regalado.
Las últimas semanas desde que encontró los escritos de Buscando un Beso se sentía entre avergonzada y orgullosa de esa época, de alguna forma todo ayudo a que su vida se acomodara un poco, y aunque aún hacía grandes tormentas y tenía épocas tristes, también había encontrado un poco de esa paz que tanto necesitó y buscaba en ese época.
La calle cambió un poco, ahora había algunos restaurantes y más locales, y la tienda parecía un poco suspendida en el tiempo, pero había cambiado también, solo que seguía siendo el lugar seguro para ella.
—Hola —se acerco al mostrador encontrándose con el tipo sonriente de siempre.
—Hola —Pablo estaba claramente en un día de buen humor, con su sonrisita coqueta que el paso de los años y la llegada de los treinta no habían arruinado.
—Pensé que tu hija no te daría el mensaje —Pablo las miró a ambas cruzándose de brazos.
—No soy inmadula —la niña lo miró orgullosa y se alejo a la parte trasera de la tienda.
—Ni siquiera sabe decir la palabra y la usa para criticarme. Ja.
—Deja de meterte con la niña y ya madura Pablo —rodó los ojos—. ¿Para que me necesitabas?
—¿Puedes hacerte cargo de la tienda un rato? Tengo que salir y no hay nadie aquí para ayudarme.
—Está bien. ¿Dónde están los niños?
—Están jugando atrás.
—¡Papá! —Esperanza apareció corriendo y se lanzó a los brazos de Pablo, y seguramente el enfado entre ambos quedaría olvidado—. ¡Una araña! —gritó al borde de las lágrimas.
—¿Dónde? —Pablo la abrazo rápido haciéndole mimos—. No pasa nada Grimhilde.
—¡Pablo deja de llamar así a nuestra niña!
—A mi reina Grimhilde le gusta —se encogió de hombros—. Vamos a buscar a los tres chiflados.
—Señor dame paciencia —Agatha suspiró. Desde que los niños llegaron a su vida el inmaduro de Pablo les había puesto demasiados sobrenombres horribles.
Sus tres hijos, Mario era llamado Moe, cómo el de los tres chiflados, Julián llamado Curly y Levi apodado Larry; la mayor, Esperanza, el último tiempo y con su marcado mal humor Reina Grimhilde, y claramente siempre demostrando lo inmaduro que es como padre, pero no por ello menos amoroso y bueno.
Se sentó detrás del mostrador y abrió el documento para continuar escribiendo:
...Hoy es mi cumpleaños número treinta y seis, y han sido diez años de besos con el mismo idiota. Pablo se convirtió en ese amor de novela, en el co-protagonista de esta historia patética.
El tiempo me enseñó a quererme unos gramos más, y a entenderme un poco, a poner pausas, a mostrar que soy importante... Aunque a veces vuelva toda esa angustia que me frena.
El amor no me alejo de mis tiempos en el psicólogo, ni de mis horas en el psiquiatra, pero tener a Pablo acompañandome se ha sentido maravilloso.
La lucha con los kilos de más, es una constante, pero ver que mi salud es más importante y que mantenerme sana es quererme, me ha ayudado con las adicciones. No mentiré, la Coca-Cola y yo seguimos juntas, pero nos damos espacios.Dora y Maria del Pilar, se convirtieron en esas amigas incondicionales con las que reír y hablar de todo, y luego pasaron a ser comadres, al mejor estilo señoras.
Mario se autodenominó mejor amigo, y me siguió enseñando que salir de la zona de confort es más fácil de lo que pensaba.
El tiempo me llenó de gotas de confianza, y un día renuncié a mi empleo, y me volví a sentir a la deriva, entonces tuve a un novio maravilloso que me dejo trabajar en su tienda hasta que el camino volviera a aclararse para mí. Y con el tiempo pasó.
Un día, recordé lo maravilloso que es escribir, lo apasionante que puede sentirse, y volví a las palabras, y encontré un empleo en una librería, y con el tiempo, encontré un libro con mi nombre en otras librerías...
Ahora en estos treinta y seis, soy madre de cuatro, esposa de un Pablo y un intento de escritora y todo, por estar #BuscandoUnBeso.
***
Espero que está historia te gustara, muchísimas gracias por llegar hasta aquí.Aún faltan los extras 💜
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Buscando Un Beso [TERMINADA]
Teen Fiction¿Qué es más vergonzoso que no haber besado a nadie a los veinticinco? Obviamente no haber besado a nadie a los veintiseis. Quizá el problema de Agatha no es tan serio, no es una enfermedad mortal, ni una mínimamente, solo resulta ser un asunto verg...