«Este es un asunto serio para mí. Quizá más serio de lo que debería... Pero me enoja eso... "Quizá".
Me parece vergonzoso que sea un problema serio para mi, porque claramente hay problemas mucho más importantes en la vida que el hecho de si besé o no a alguien. O si salí o no con alguien...
Pero cuando tienes casi veintiséis, como yo, si se puede volver serio. Por lo menos a mí me parece un problema serio. Ya está, debo reafirmarlo a mi misma...
Antes que nada este debe ser mi intento por creerme que mis problemas si son serios (se supone que por eso estoy escribiendo este montón de torpezas) y que debo dejar de menospreciarlos. Ja!
He pasado mi vida poniendo a lado lo que siento por creer que no es lo suficientemente importante a lo que pasa a mi alrededor, y tal vez es un poco cierto, pero hacerlo también pone de manifiesto el derecho de los demás a ser felices negando el mío propio. Porque solo yo coexisto conmigo en mi cabeza, si no comienzo a darme importancia terminaré loca muy rápido. (Más de lo que ya estoy).
Así que este es mi momento de ser egoísta y comenzar a pensar en mi y solo en mi. Y...».
Abril 16, 2015. Jueves.
Agatha se quedó mirando todas las tonterías que había escrito con un poco de vergüenza. El sol de media tarde cae sobre sus manos y su teléfono, en dónde lleva más de quince minutos concentrada escribiendo las tonterías de su vida. Y sí, tonterías, porque obviamente no cumpliría esas palabras de pensar más en sus problemas, no cuando sus problemas son tan ridículos y poco importantes como no haber besado a nadie en toda su vida.
Ese es el tipo de cosas que no vas por ahí contándole a la gente, porque son vergonzosas, y en comparación a los problemas reales del mundo, no son más que una nimiedad.
Decidió guardar la nota que había escrito y dejarlo pasar, quizá en algún tiempo la leería y se sentiría aún más ridícula, porque esas idioteces no son las cosas que una mujer de veinticinco años debería escribir. Definitivamente no.
Son poco más de las tres de la tarde y aún no llega a su trabajo, obviamente y por más que culpe al tráfico, la realidad es que había salido diez minutos tarde y que llegaría al trabajo más que retrasada.
El viernes llegó muy rápido, se había pasado la semana entera prendada de un libro que en sus mejores tiempos habría podido leer en un día, pero que en los absurdos agotamientos que le hacían dormir temprano, solo pudo terminar en cinco, además de que su trabajo cubría por completo su tiempo últimamente.
Veinticinco años después de su nacimiento casi podría jurar que era la más grande de las fracasadas, y al hacerlo también sentirse la más dramática de las personas, porque claramente muchos se enfrentan a diario a problemas y situaciones más importantes que las que últimamente se consideraban sus desdichas.
En la escuela no fue la más brillante o excelente, de hecho era la típica chica rellenita y con necesidad de brackets a la que molestaban, pero no precisamente a la que la pubertad le sentó de maravilla y quién enamoró al fuckboy de la escuela. O que por lo menos perdió mágicamente todos los kilos demás. Eso solo pasa en libros, de esos que se había pasado esa época leyendo. Tampoco sucedió en la universidad, ni mínimamente.
Mucho menos le paso eso de encontrar un grupo genial de amigos, viajar, conocer cosas... Nada. Nada de eso que te cuentan las películas y los libros fue real, y de nuevo, se la pasó leyendo cosas en las que los demás eran felices.
A sus casi veintiséis, después de graduarse y no conseguir trabajo de lo que estudió, ya estaba un poco más resignada. Los sueños en los que se veía bajando de un elegante auto enfundada en un vestido estilo ejecutiva y tacones agujas, se habían resumido a esa media tarde con el sol pegando en sus brazos en un bus destartalado que la llevaba y la traía de su trabajo en una bodega de carga donde debía pasar a mano números y nombres de lo que llegaba y salía, y dónde no hablaba más que con sudorosos conductores.
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Buscando Un Beso [TERMINADA]
Fiksi Remaja¿Qué es más vergonzoso que no haber besado a nadie a los veinticinco? Obviamente no haber besado a nadie a los veintiseis. Quizá el problema de Agatha no es tan serio, no es una enfermedad mortal, ni una mínimamente, solo resulta ser un asunto verg...