Septiembre, 06 de 2015. Domingo.
En algún momento y de alguna manera había aceptado salir con Pablo. Aunque al principio intentó ignorar el mensaje, y repensar las cosas, al final del día decidió ser madura, y cuando llegó a la celebración Pablo simplemente dijo fecha y hora y ella estuvo de acuerdo.
Ahora estaba arrepentida.
Llevaba desde ese día con el corazón acelerado, riendo sola y llena de nervios, ansiedad, emoción y locura, todos esos sentimientos que se supone deben despertarte las citas.
O quien te gusta.
Cuando el reloj marcó las cinco estaba terminando de peinarse, en el camino a la felicidad había decidido que entre todo y todo, Pablo es Pablo, y no juzgará que use algo con lo que se siente cómoda, cómo su camisa del Señor Darcy que tanta seguridad le brinda, unos jeans viejos, y para darse aires de diferencia el cabello suelto.
—Estas lista y estás guapa —se miro fijo al espejo, no lo creyó, pero no se rió y tampoco se arrepintió—. No muy guapa, pero tú puedes Agatha.
Tú puedes.
Escucho el toque en su puerta. Cómo siempre más puntual de lo que debería.
—Hola —dijo cuando abrió la puerta.
—Hola —Pablo le dió una sonrisa vacilante que la sorprendió. ¿Está nervioso? No sabía que eso era posible.
Se mantuvieron en un extraño silencio que era medio aplacado por la música en el camión, por el camino que tomó Pablo claramente iban a la ciudad, pero su acelerado corazón y el miedo y nervios no le daban ni siquiera para preguntar nada.
Una media hora después aparco a la salida de uno de sus lugares favoritos, un mirador a la ciudad.
—Esta es tú zona de confort —dijo Pablo en tono de broma—. Vamos, traje todo para un picnic, menos la manta.
—Entonces no es un picnic.
—Si lo es, no seas tiquismiquis —le dió una mano para ayudarla a bajar y de la parte trasera del camión saco dos pequeñas sillas armables—. Se que odias sentarte en el césped y en mantas en el césped.
Y era la jodida y absoluta verdad, nunca le gustó sentarse en el piso al aire libre, el piso de casa, con baldosas, está muy muy bien, pero el piso con pasto, piedras, hormigas, bacterias, gusanos, grillos, caca, orines, colillas, serpientes... Y todas las demás razones que pueden estar ahí, definitivamente no le llama ni de a poquito la atención.
—No me preguntaste si ya no lo odio.
—Esta bien, vamos a sentarnos en el césped.
—No, claro que no —tomo las dos sillas de sus manos y se encamino a la sombra de un árbol para armarlas.
Pablo llegó junto a ella con un par de bolsas.
—¿Qué trajiste?
—Lo justo y necesario.
—Coca-cola —dijeron los dos al tiempo y rieron.
Ella siempre había llamado lo justo y necesario a una Coca-Cola, la mayor de sus adiciones. Era una broma de hace unos años, cuando Pablo le comenzó a hacer preguntas estúpidas, y ella estaba harta, comenzó a responder Coca-Cola a cada pregunta que él le hizo. Y así quedó. Lo justo y lo necesario es la Coca-Cola.
Además de eso, Pablo había traído un almuerzo en condiciones, arroz de pollo con poca sal, que claramente había hecho él porque siempre todo le queda bajo en sal. Galletas para acompañar, frituras, Coca-Cola, y un ponqué de chocolate de postre.
Aunque con los minutos se sintió más relajada, seguía sintiendo el martillar de los nervios hasta en sus oídos.
—¿Por qué es tan importante para tí nuestros dos años de diferencia?
—Nuestros tres años de diferencia, dirás.
—Que no, que estamos en la época que son dos.
—Si, ya. Claro claro —medio sonrió y rodó los ojos—. Te conocí y básicamente eras un niño, ni siquiera te había cambiado la voz, es obvio que esa diferencia pesa más en mi memoria.
Miró al frente, el sol aún estaba bastante en claro, pero la brisa era agradable, y se sentía en plena comodidad, aunque el nerviosismo de una cita estuviera presente, también la seguridad de estar con Pablo, una de las mejores personas que conoce en el mundo.
»Fui tu niñera, te ayude a hacer las tareas y demás, sabes que para ser amigos no me es ni un poco importante esa diferencia de edad pero...
—¿Pero? —él la estaba mirando con una ceja levantada.
—Pero pero... No sé Pablo —bajo la mirada y dió otro sorbo a su bebida.
—Pero para que algo más suceda para mí si que no es importante Agatha. Eres mi amiga, con la que crecí, la que también era una niña inmadura, pero que cambió en el camino, así como yo también cambié. Deja ir las tonterías.
—¿Qué significa eso?
—Que me gustas.
Sintió un calor recorrer su cuerpo, y todas las escenas de amor de su extensa biblioteca mental no podían compararse con ese preciso momento. En una silla, con el sol, una Coca-Cola y él.
—Yo...
—Escuchame primero —Pablo soltó un suspiro—. Este no será un asunto de pensar y repensar Agatha Cristina, pero se que lo harás. Responderé cada pregunta que quieras hacerte sobre mi, yo soy quien tiene el poder de responderlas, tú no eres quien las vas a responder. Mis opiniones son mías, no las que tú crees en tú cabeza.
—¿Qué...?
—Te conozco —puso su mano sobre la de ella—. Tiendes a repensar las cosas, y también se que últimamente estás trabajando en mejorar, sé que estás llena de inseguridades y un poco de sufrimiento... pero estaré aquí contigo para sobrellevar cualquier cosas, cómo siempre te he ofrecido acompañarte, cómo amigo o como algo más, o como una impertinencia en tu vida.
—Yo... Estoy en blanco.
—Esta bien.
Él simplemente le sonrió.
¡¿Cómo este maldito estúpido se puede ver tan tranquilo después de decirme su montón de... Agh?!
—¿Quieres dar una super fiesta para tu cumpleaños?
—Bah, ¿Con cuántos invitados?.
—Los suficientes, gente agradable. Ya tienes amigas, y te robaste a mis amigos también.
—Oh no, solo Mario es tú mejor amigo ahora.
—Sabia que en algún momento me reclamarlas al respecto —sonrió un poco divertida—. ¿Celoso?
—Si —respondió sin dudar mirándola a los ojos—. Mira lo muy enfadado que me tuviste ese día, ¡Le diste dijes de amistad! A mi no me das ni un misero dulce.
Sintió que sus mejillas se calentaban al mejor estilo libro, realmente no es ponerse roja, solo como un estremecimiento que te llega al rostro.
—No seas dramático Pablo, él fue quien me obsequio el dije.
—Que hijo de puta, solo quería molestarme.
—Yo le dije que tú eres mi mejor amigo.
—Y me gusta ese título, pero también me gustaría tener un título adicional —la miró a los ojos y le guiñó—. ¿Quieres más comida?
***-***-***
Muchas muchísimas gracias por leer hasta aquí, espero que les guste.
Besos.
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Buscando Un Beso [TERMINADA]
Teen Fiction¿Qué es más vergonzoso que no haber besado a nadie a los veinticinco? Obviamente no haber besado a nadie a los veintiseis. Quizá el problema de Agatha no es tan serio, no es una enfermedad mortal, ni una mínimamente, solo resulta ser un asunto verg...