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Fue muy difícil separarme de ese beso lleno de caricias e incipiente excitación que siempre rodea el contacto de nuestros cuerpos pero, después de una fuerte lucha interna para no ceder a lo mismo de siempre, logramos decidir qué hacer de nuestro sábado por la noche y ahora nos encontramos en su auto en camino a la casa de Alya y Nino, para tener una tranquila cena de amigos. Si bien mañana, al final y por suerte, no tengo que despedirme tan temprano de Adrien, quiero pasar una última noche pegada a su piel la mayor cantidad de tiempo posible para conservar esa sensación hasta la próxima vez que volvamos a vernos.

Aún no me ha dicho nada sobre la conversación con su padre. Hace pocos minutos que él está conduciendo en silencio, moviendo sutilmente su cabeza al ritmo de las canciones que se van reproduciendo en el coche, posando su mano con dulzura sobre mi muslo en cada luz roja que nos detiene en el camino hacia el encuentro con nuestros amigos.

- Adrien... -

- Sí, hermosa? - Sonrió volteando su rostro para observarme mientras esperamos para avanzar en un pequeño pero clásico atasco de tránsito en París. 

- No quiero molestarte mientras conduces pero... Cuándo me contarás sobre lo que hablaron con tu padre? - No solo es mi curiosidad, confieso que en el fondo me preocupa.

- Ah, eso... - Suspiró. - No hay problema, creo que es mejor que te lo diga ahora para que no estés intrigada por algo que sé que no es tan grave como yo me lo suelo tomar, y podamos disfrutar de la cena. El tema es que... - Ambos rebotamos hacia adelante por una fuerte frenada que Adrien tuvo que realizar para evitar que chocáramos, tras un cambio repentino del semáforo y una mala maniobra del conductor delante nuestro. Le dio con mucha intensidad a la bocina del carro, bajó inmediatamente el vidrio de su puerta y asomó su cabeza por la ventanilla. - PERO QUÉ HACES, IMBÉCIL? - Gritó de una forma en la que nunca lo había escuchado. Yo solo me quedé dura y en silencio observándolo reaccionar así mientras dio algunos giros bastante bruscos del volante para salir de la línea y colocarse justo al lado del coche que por poco nos hace colisionar hace segundos. Con el comando central bajó la ventanilla de mi puerta y, con expresión de enojo en su rostro, volvió a gritarle al otro conductor pero conmigo en el medio, prácticamente hundida en la butaca. - QUIÉN TE ENSEÑÓ A CONDUCIR ASÍ, TU PERRO? - Ni bien la luz volvió a cambiar a verde, aceleró velozmente haciendo chirriar un poco las ruedas sobre el asfalto y nos alejamos de ahí.

Tragué saliva con dificultad al mismo tiempo que trataba de entender de dónde había salido ese Adrien desaforado cuando él siempre mantiene su temple de forma tan prudente. - Qué... Qué fue eso? - Le pregunté terriblemente confundida.

Se sonrojó de sobremanera en el instante en el que me escuchó y giró su cabeza para mirarme aterrado. - Lo siento!! Perdón, Mari!!! Yo... Es que... Los malos conductores me sacan de quicio! Tú sabes que yo no soy así de violento, en serio, lo siento mucho, estoy muy avergonzado por mostrarte esa reacción... -

No aguanté ni un segundo que solté una carcajada en representación a los nervios contenidos y la expresión de horror de Adrien al darse cuenta de lo que había pasado. - Está bien pero... Jamás te había visto así! -

- Es que me puse nervioso por pensar en que por culpa de un idiota podrías haberte lastimado. -

- No ocurrió porque tus reflejos son excelentes. Si se habrá asustado el otro conductor que ni siquiera bajó el vidrio para responderte... - Sacudí mis hombros aún riéndome.

- Lo siento, mi amor. En serio. Te prometo que si llegara a ocurrir algo así de nuevo no reaccionaré de forma tan desquiciada. - Me acarició la mejilla rápidamente, sin perder la atención en el tránsito. - Con respecto a lo que hablábamos... Lo que me dijo mi padre es que la semana próxima tengo que salir de viaje. -

Vanilla Lemon -MLB AU Adrienette-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora