Capítulo 40

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THEO.


Ya perdí la noción del tiempo, no sé cuánto tiempo llevo sentado aquí; me dijeron que tenía que quedarme en la sala de espera como todos, pero me rehusé, todos los enfermeros me ven sorprendidos por mantenerme sentado en el suelo a un lado de la puerta de cuidados intensivos.

Nadie ha salido a darme información sobre la salud de mi esposa y de mi bebé, tampoco me dejan ingresar y preguntar, todos me repiten lo mismo una y otra vez: "Tiene que esperar a que salga el doctor" Suena tan fácil de hacer, pero difícil de llevar a cabo; Liana a venido varias veces a querer persuadirme de ir con ellos, pero me niego a alejarme de esta puerta; no hasta que tenga noticias de mi familia.

—Theo, toma —levanto la vista y veo un vaso de café frente a mí —Vamos, bebe un poco —la puerta se abre y esta vez sale un doctor.

Me levanto rápido ignorando a Liana.

—Doctor —lo tomo del hombro y voltea sorprendido —Doctor ¿Cómo está mi esposa y mi hijo? ¿Ambos están bien? Por favor, necesito saber que sucede —el doctor mira su tabla llena de papeles

—¿Señor Evans? —asiento desesperado 

—Sí, soy yo ¿Cómo se encuentra mi esposa y mi hijo? —pregunto nervioso

—Venga conmigo —se limita a decir.

Veo a Liana y sin entender sigo al doctor, apenas entro el doctor me extiende un cubre bocas y me indica que me lo ponga; hago lo que me dice y por los cristales veo a las tantas personas conectadas a aparatos, se ven tan quietas que uno podría pensar que...

—Le pido que mantenga la calma —regreso mi atención y el doctor abre una puerta.

Entro primero y las cortinas cubren lo que parece ser una cama, el doctor revisa de nuevo los papeles, con una mano toma la cortina y la corre dejando al descubierto a Marily. Tiene varios tubos conectados a su cuerpo, un mascara de oxígeno y unos cables conectados a su pecho.

—Pero... ¿Qué le sucede? —me acerco a ella y sin saber dónde poder tocarla, me limito a tomar su mano.

Aún se siente fría, está tan quieta, tan calmada... Ésta no es mi Marily, mi Marily suele estar siempre riendo, suele verse tan llena de vida y ahora, ahora parece que no lo esta.

—Su esposa, está en coma —el aire parece volverse tan espeso que me cuesta respirar, los oídos me zumban 

—¿En coma? —apenas logró emitir palabra.

"No es posible que ella esté en ese estado".

—Sí, aún no logramos entender cómo acabó en ese estado —continúa revisando su expediente —Pero le aseguro que no tiene nada de gravedad, todos los estudios que le hicimos están en orden y no muestran ningún problema...

—¿Entonces, por qué está en coma? ¿Cómo puede decirme tal noticia y no darme la razón del que lo provocó? —lo interrumpo de manera abrupta.

Lo que dice no tiene lógica.

—Verá... Su esposa responde a los estímulos, ella puede mover sus manos, creemos que esta consiente, pero por alguna extraña razón, no logra despertar —siento como su mano aprieta débilmente la mía, apenas y se logra sentir —Todo en su cerebro funciona como debería, no tenemos nada lógico que decir, solo suponemos que es ella, quien no quiere despertar —su mirada llena de pena y compasión hace que mi sangre arda de enojo.

No es posible lo que está diciendo "¿Por qué mi esposa no querría despertar? Ella tiene hijos a los que ama más que a su vida, una familia que espera por ella y, sobre todo, me tiene a mí, que sabe cuánto la amo y la necesito, mis hijos la necesitan".

REDENCIÓN © (Tercera parte de AMOR).Donde viven las historias. Descúbrelo ahora