Capítulo 28

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Liana



¡Dios no aguanto la cabeza!

Se escucha de nuevo el fuerte golpe en la puerta ¡Me estoy volviendo loca! Me levanto con pereza de la cama, en el momento en que estoy de pie siento un fuerte dolor en la cabeza como si alguien me hubiera golpeado toda la noche la cabeza.

El golpe se escucha de nuevo y camino lento, salgo al pasillo e intento ir más rápido, pero para desgraciada el dolor solo aumenta...

—¡Ya voy con un carajo! —grito y me arrepiento de haberlo hecho.

La cabeza me empieza a punzar y me mareo; pero los golpes solo se vuelven más insistentes, carajo. Choco con el sofá de la sala, continuo hasta la puerta. La abro y me arrepiento al instante de haberlo hecho.

—Te ves horrenda —su exquisita y adictiva voz suena

—¿Cómo me encontraste? —apenas logro decir

—Siempre supe dónde estabas, solo te estaba dando espacio —sus hermosos ojos me miran por fin.

Trago saliva con dificultad y finjo no prestarle atención a su posesiva acción.

—Es suficiente, quiero... Mas bien, necesito que no me busques más —susurro.

Dejo de verlo y me pierdo en la naturaleza de afuera.

Decidí alquilar una casa en medio de la nada para no ver a nadie, más bien para no verlo a él, y resulta que lo tengo frente a mí. Tan guapo y hermoso como siempre...

—Solo dame la oportunidad de hablar, y te dejaré de molestar. Lo prometo —mi corazón palpita tan rápido.

Soy demasiado masoquista, como para que él deje de molestarme. Por alguna extraña razón soy adicta a él, aunque a veces me haga tan miserable. Como lo odio y lo amó al mismo tiempo.

—John... Por favor...

—Solo esta vez, por favor —ruega.

Mi corazón sufre al escucharlo. No es sano para mí, pero él es mi adicción.

—Bien —me alejo de la puerta y camino a la cocina.

La cabaña es pequeña, pero tiene todo perfectamente bien arreglado, la cocina esta bien equipada y cuenta con todo lo necesario, la sala es grande con unos bellos muebles blancos...

—Liana... —suena a suplica

—¿Quieres algo de beber? —pongo la tetera

—No, gracias —se sienta en el comedor.

Hago lo mismo y me siento frente a él con el café y endulzante, lo dejo sobre la mesa lo más despacio que puedo, ya que mismas manos no dejan de temblar. Todo lo que ésta bestia provoca en mí.

—Solo quiero pedirte perdón por todo lo que te hice pasar, por lo que dije y por haberte agredido...

—Tampoco es que casi me matarás —le restó importancia

—No, pero te agredí y me arrepiento de todo, te prometo que no ocurrirá de nuevo y...

Se calla y yo me levanto huyendo de lo que me dirá; le doy la espalda y sirvo el agua en la taza, me quedo parada esperando que por fin me golpeé una vez más.

—Liana...

—Es suficiente, no quiero oírlo —digo sin voltear

—Ven, siéntate —suspiro y hago lo que me dice.

Me siento evitando verlo y preparo mi café en silencio. Mi corazón agoniza y solo puedo quedarme quieta y esperar a que termine de destrozarlo.

—No puedo darte lo que mereces, no soy para ti; tú te mereces a alguien mejor y con menos cosas con las que luchar... Liana, te amo más a que mi vida, pero no soy bueno para ti —toma mi temblorosa mano.

Por fin llego, el último golpe que necesitaba, una verdad tan directa que me rompe en tantos pedazos; ¿Cómo puede sentarse allí tan tranquilo y decirme esto? ¿Es que acaso no significo nada para él?

—¿Cómo sabes que es bueno para mí? Tú eres una bestia sin corazón ¡Tú no me amas ni un poco! —grito herida.

Me alejo de su mano y me levanto olvidándome del café. Debí rechazarlo, debí haberle cerrado la puerta en la cara...

—Liana, mi intención no es...

—Vete al diablo tú y tus malditas intenciones —se para rápido y trata de mantener una distancia entre nosotros

—No quiero lastimarte, solo trato de ser honesto e intento explicarte porque lo mejor es estar separados...

—No es lo mejor, lo sabes... ¿Es que acaso no me ves? ¿Cómo puede esto ser lo mejor? Si me amarás como lo dices, no me dirías esto —lo señalo.

Todos mis sentimientos están en el aire, como pasé del dolor al enojo, como puede estar allí parado sin sentir nada.

—Liana, no soy lo que quieres en realidad; un día encontraras a alguien con muchas más virtudes que yo, alguien que esté a tu nivel, que te trate como mereces... No puedes amar a alguien como yo...

—Deja de tenerte tanta lastima, tú eres todo lo que necesito, yo te amó y te acepto tal y como eres, lo sabes...

—No es así, no me conoces; no sabes nada de mí...

—¿Y por eso huyes como un cobarde?... Tienes razón no debemos estar juntos, no mereces mi amor —su mirada cambia y puedo notar que mis palabras lo han golpeado

—Es mejor así, más sano. Se feliz y nunca olvides que te amó —se dispone a irse

—Tú nunca me amaste... Por que quién ama, no se va —le respondo.

Se detiene y me mira en silencio. Pudimos ser felices por siempre, debo detener este martirio y sufrimiento; lo amo y lo quiero a mi lado por siempre, pero, no puedo luchar por ambos, no es justo.

—Adiós, John.... Espero que encuentres lo que quieres, porque nadie te amará como yo —le aseguro y me voy.

Lo dejo allí parado y corro a la habitación. Tengo que entender que no hay nada más que hacer, no pudimos luchar contra esto que nos mata; necesito ser fuerte y ahora luchar contra este desastre, tengo que reconstruirme, pues él se llevó todo dejándome sola y vacía.

—Llorare y sufriré, pero saldré de ésta; siempre lo hago —me dejo caer en la cama y abrazo la almohada.

Los recuerdos llegan cobrando factura por los bellos momentos vividos. ¿En qué momento me perdí? Le di tanto de mí que un día desperté y le pertenecía, mi mente, mis sentimientos, mis sueños... Un día solo anhele que estuviéramos juntos.

Se metió tan adentro que ya es parte de mí...















REDENCIÓN © (Tercera parte de AMOR).Donde viven las historias. Descúbrelo ahora