Silencio

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Apenas Alana vio a María perdió el suelo por completo, era verano, y el cumpleaños 19 de su amiga había acontecido hacia poco, después de un año en Francia, regresaba a pasar unos días a casa. La temporada se había alargado, y no podría ir a visitarla, así que en un movimiento que seguramente a su padre no le gustaría termino tomando un vuelo de regreso.

-Apuesto a que tu padre se volverá loco- dijo su tía apretando sus cachetes- pero no me importa, yo te extrañaba demasiado- beso su frente- le he dicho a tu madre que estas aquí-

-Sí, no planeo ir a las palmas, en realidad no tengo tanto tiempo, o no lo sé- se encogió de hombros tomando un taco de sal más animada

La primera semana se quedó en la ilusión, Alana y ella se pusieron al tanto de todo, le conto de cada rodeo que piso y de cada fallo, de todas las mentiras de pablo y de cada cuerpo que no pudo evitar recorrer, así era Alana, un alma libre y llena de vigor, algo muy diente a ella, que apenas había pisado Houston ya tenía sueños con Vicente.

Pero eso no lo menciono, lo que si le conto a su prima fue sobre sus amigos, lo increíble que era Francis, lo torpe que fue por salir con Adrien y lo increíble que era Leonel, Alana la analizo hablando de él, estaba emocionada, y sonreí al decir su nombre, era un hombre inteligente y con una prudencia sorprendente, el primer hombre con el que compartía cama, aunque no de manera completa, pero si el primero con el cual sentía que podría salir de ese bucle en su vida llamado Vicente.

-Tenemos que ir a Las palmas- Alana y Adán se quejaban después de recibir la llamada de su tío

-¿Por qué?- María hizo un gesto de desagrado abanicándose en el pórtico

-Papá quiere que estemos en las flores para el aniversario del Abuelo, así que aprovechando que viniste debemos ir

-No quiero que se vayan, ya saben que solo cuando me escapo puedo ir a las Cumbres-

-Igual no creo que papá quiera que estemos tanto tiempo por esos lados, así que supongo regresaremos pronto, solo iremos a lo de los abuelos.

María refunfuño todo el camino llevaba una perfecta semana alejada de sus tentaciones, esa mañana hablo con Leonel, quien escucho la queja de tener que visitar la ciudad que la vio crecer, recibió ánimos de su parte y quizá un poco de tranquilidad. Era solo un fin de semana, unos días, no tendría nada que temer, nada que a lo que faltar.

Que tonta fue, apenas piso Las Palmas sus pasos distraídos la llevaron a las Cumbres, a ella no le gustaba ir al paraíso y con el pretexto de esperar a su hermano a mitad del camino llego a "saludar" aunque su ánimo pronto desapareció, ni Vicente ni Víctor estaban en casa, así que tomándose algunos permisos sacó una yegua para montar por el lugar. Había extrañado demasiado cabalgar, el campo le llenaba las mejillas de calor y la piel de vida, era perfecto, tan perfecto que a veces solía cuestionarse como un lugar tan calmado como Las Palmas era el centro de tantos pecados, pero pronto la vida le daría la respuesta. Cerca del río que solía pertenecer a su familia vio una silueta familiar.

Vicente estaba de pie con los vaqueros desabrochados y la camisa en el suelo goteando agua. María comenzó a salivar sin saberlo e ignorando las advertencias que le daba su cabeza terminó cabalgando hasta él. Vicente la miró como si fuera un sueño, como si todo hubiese estado planeado. Se saludaron amables y le ayudó a amarrar el animal al árbol.

-Bienvenida- dijo aun goteando

-Gracias- contesto nerviosa incapaz de saber a dónde poner los ojos

-¿Cuándo llegaste?- intento parecer calmado, pero la verdad era que quería tomarla en sus manos en ese mismo momento

Las FloresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora