De los gemelos Villaseñor se pueden contar muchas cosas, desde la devoción a su nombre hasta lo ameno de su trato, Fausto los crio con paciencia, amor y mucha prudencia, después de cómo sus padres le trataron en la infancia se prometió que él no cometería los mismos errores, así que se tomó el tiempo de hacerlos crecer como hombres de bien.
Víctor lo sabía, desde joven se supo diferente a los de su entorno, y se sentía orgulloso de marcar la diferencia entre todo ese desastre que llamaba familia, siguió cada camino que se le marco y jamás le peso ninguna de sus decisiones, era feliz siendo un hombre de familia, viviendo en el mismo lugar que lo vio crecer. Por otra parte muy en el fondo guardaba una admiración desmedida por su hermano.
Desde niños marco la diferencia, siempre observando a su alrededor, fue el primero que probo todos los pecados y jamás se dejó arrastrar al infierno, conoció el mundo y supo lo que era no tener ni un centavo, admiraba su sed de conocer, y su sueño de crecer. Aun con todo ello, Víctor lo sabía, sabía que el peor miedo de Vicente era el amor, quizá tenía que ver con todos esos pecados pasados que se cobraron cuando ellos fueron niños, o bien porque lo miraba como una ancla a tierra, y para alguien con esas ganas de libertad era lo último que pudiera desear.
El amor era su más grande miedo, y aunque en el pasado Víctor nunca entendió hasta donde podía llegar ese temor, ahora podía verlo. No podía decir exactamente que paso, no conocía las palabras que Vicente y María se dijeron en el silencio, tampoco las miradas o los pasos que los llevaron a compartir pieles y ahora dolor, pero de verdad deseaba saberlo.
De poder saber entonces tendría las palabras adecuadas para calmar el alma atormentada de su hermano, esa noche de agosto encontró en él una mirada que jamás imagino, el confiado y siempre descarado Vicente estaba aterrado.
Dos noches después lo vio llegar a Las Cumbres con la misma ropa de ese último día, parecía tan cansado, inmediatamente salió a su encuentro, pero no existieron palabras pronunciadas que lo hicieran hablar, tenía un labio roto y una marca de arañazos en la mejilla, sus errores cobraron un precio y lo único que el sabia era que todo tenía como centro a María.
María se volvió viento prácticamente, desapareció con el verano frente a todos, no piso de nuevo Houston, tampoco Las Palmas, y en la boca de todos los involucrados se volvió un secreto. Pudo ver en Vicente como cada día que pasaba le mermaba. La ausencia de esa joven de la cual le exigió separarse lo volvió una sombra, y aunque los primeros meses se mantuvo firme en el ruidoso propósito de encontrarla, pronto la realidad le regreso a la tierra.
Con el pasar de los meses Víctor completo su propio rompecabezas, Vicente y Flor terminaron el camino que empezaron por razones egoístas, esas palabras y promesas no cumplidas le estallaron literalmente en la cara, Octavio Bravo le hizo saber que con su hija no se jugaba y ella saco todo ese despecho en gritos y patadas. Vicente recibió todo de pie, lo merecía, lo merecía por querer fingir lo que no era.
Quizá Víctor lo supo desde antes, pero la escandalosa realidad le hizo querer negarse a todo a tal grado de empujarlo un poco más al precipicio. Pero ahora estaba muy claro. Vicente amaba a maría, la amaba más que a su propia vida.
-¿Cómo va todo?- Víctor llegaba a las flores con el corazón en el estomago
-Que sorpresa- El francés se levantaba de su silla para recibirlo
-Está bien, está bien, solo venía a saludar- y acompañándolo en su hora del café se acomodó en ese viejo desayunador- ¿Has estado bien?- y dando un largo suspiro lo miro reír discretamente
-En realidad nunca estuve mejor- lo analizo mirando su sombrero sobre sus piernas nervioso- el amor fraterno es impresionante- soltó dejando las cosas sobre la mesa
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Las Flores
RomanceVicente y María, una historia que hacía falta contar, el amor y las miradas que se quedaron en el aire y todas aquellas palabras que se ahogaron en el final.