Miradas

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El apellido Villa Señor siempre fue pesado, lo supo Fausto cuando fue joven, lo supo Alba cuando regreso a Las Palmas y ahora Víctor y Vicente estaban comenzando a sentir esa presión en los hombros. No estaban seguros en que momento fue, si cuando eran niños y vieron llegar a su tía Alba con un ojo morado y con Jacob detrás con la cabeza entre los hombros, o bien cuando Alana comenzó a montar y a escapar de todo lo que era correcto, no estaban seguros, pero con el tiempo se convirtieron, en la caja negra de su familia y para fines prácticos eran también su propio infierno.

Víctor fue quien siempre se mantuvo al frente, tenía el carácter de su padre escandaloso y vibrante, atraía la atención en cualquier lado y sabia juzgar a las personas mejor que nadie, por ello Vicente se mantenía fiel a su hermano, jamás tomo una decisión que les pesara era prudente, observador y demasiado calculador para su gusto. Pero era bueno, el mejor hombre que conoció desde su padre y se lamentaba no poder ser igual.

Cuando Víctor tuvo 27 años regreso a El Paso, busco a quien fue el amor de su vida durante la universidad, y en un gran gesto de amor terminaron casándose en Las Cumbres, todos vestían de blanco y la sonrisa de su hermano era del tamaño del mundo entero.

En seguida las miradas terminaron sobre Vicente, ahora era su turno, pero eso no le interesaba del todo, formar una familia y volverse responsable, aun no estaba en su mente. Tenía muchas otras cosas en que pensar, quería recorrer un poco los rodeos, tener su propio ganado, hacer su propio mundo.

Durante años Vicente recorrió el país, visito los grandes ranchos, y trabajo lo que pudo, cuando regreso apenas si reconocía a su hermano, tenía un gesto mucho más duro, ahora era padre y muchas responsabilidades caían sobre él.

-¿Te divertiste?- Víctor le ofrecía una cerveza sentados en el pórtico de las cumbres

-No me quejo, en realidad el trabajo es mucho más duro de lo que esperaba-

-A que no es lo mismo ser peón que patrón- bromearon- ya en serio, me da mucho gusto que volvieras, las cosas se hacen ruidosas por aquí y la verdad es que no tengo mucha paciencia...me sentía un poco solo-

-La caballería ha llegado hermano, así que no te preocupes, ahora todo estará bajo control, y límpiate esas lagrimas que mucha vida hemos compartido ya, como para llorarnos por unos años- le empujo con el hombro juguetón al ver como todo el peso que cargaba comenzaba a desvanecerse entre ambos

Mientras los días pasaba, ambos pudieron ponerse al corriente con todo, a Vicente no le costó volver a reintegrarse al trabajo, a diferencia de su hermano estaba acostumbrado al sol, al trabajo duro a madrugar y anochecer en el campo y alguien lo noto.

Cerca de Las cumbres un par de ojos color miel se posaron en él, era igual al primo de su amiga, el mismo rostro, la misma altura, pero su andar, su porte e incluso su cabello eran distintos, sus negros cabellos solían estar revueltos, y sus ojos mostraban una paz que pocas veces podía ver.

María busco todo sobre él, donde estuvo los últimos años, lo que le gustaba y sobre todo si tenía a alguien en su vida. Para su sorpresa no tenía a nadie, pero aun así estaba en desventaja, ella tenía solo 15 años y el pasaba de los 30, seguramente ni en mil años la miraría de la manera en la que ella lo hacía. Aun así solía soñar con ello, adoraba la visita de su prima Alana porque cuando ella estaba en Las cumbres, podía visitarla todo el tiempo, y así ver a ese vaquero de bigote bien marcado cabalgando al sol.

-Se te cae la baba María- Alana la molestaba mientras montaban por las afueras del rancho

-¿Qué dices? Claro que no-

-Claro que sí, mírate, ni si quiera estas tomando las riendas- y apenas dijo eso se percató de que en realidad si estaba enajenada con ese hombre

-¡Rayos!-

Las FloresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora