Los días pasaron y los nervios de Leonel se fueron rompiendo poco a poco, comenzó a mirar detenidamente a su alrededor, y no le gusto para nada lo que vio. Sí que era verdad que ese hombre pasaba de largo completamente de María, parecía ser invisible a su vista y muda a su oído, eso al principio le dio paz, pero poco le duro.
Fue cuando creían que nadie les miraba, cuando ella se sentía sola, cuando quizá le echaba de menos, que podía verla seguirlo por el campo a la distancia, que sonreía con solo escucharlo hablabdo en la misma habitación que incluso su cuerpo parecía llamarle inconscientemente, y que decir de él, cada detalle de su andar lo tenía de memoria, desde el caballo que montaba, el café que dejaba para ella, la sombrilla que le daba, no hacía falta que le mirara, ella eran sus ojos mismos y eso le estaba desquiciando.
Debía llevársela, no podían continuar en ese lugar, y de seguir como los planes marcados debía encontrar una manera de desencantarla, un error, un mal paso lo que fuera. Y para eso él tenía todas las armas.
Parte de su encanto fue hablar con todos, esa amabilidad que le caracterizaba no era más que una arma en este momento, poco apoco fue de boca en boca, escuchando historias uniendo hilos, todo tenía una razón de ser, y así fue como lo descubrió, ese lado de Vicente que seguramente no querría que viera María.
-Iré con Sergio a la ciudad- Leonel miraba a María regresar con Alana de las caballerizas- Tengo un problema con mi boleto de avión, y quiero arreglarlo antes de marcharnos- la atrapo entre sus brazos sintiendo un poco de incomodidad en esas palabras
-Si me esperas un poco puedo...-
-Está bien linda, descansa un poco de mi-le sonrió tomándola de la cintura viendo como a lo lejos ese par que trabajaba con los padres de Alana intentaban no mirar en su dirección- regresare más tarde, ¿Bien? –
-También podríamos alcanzarlos- dijo Alana uniéndose a la conversación- tiene mucho que no salimos todos a beber-
-Es cierto- Sergio contestaba desde la parte baja del pórtico- estamos todos, aunque Adán seguro que hace un berrinche-
-Eso déjamelo a mí- contesto Alana, le diré a Adolfo que venga con nosotros también-
-Pareceremos guardería- se quejó Sergio- o quizá también quieras llevar a Sara para que nos detengan por perversión de menores- comenzaron a bromear mientras se daba el plan
Vicente aprendió a detestar a Leonel en esos días, podía darse cuenta de cómo su mirada le desconfiaba, como sus palabras jamás se dirigían hacia él, y eso no era más que una clara advertencia de que ambos sabían exactamente en qué parte del juego estaban.
Odiaba verlo acariciando los mechones de cabello que María solía dejar sueltos, odiaba verlo descansar en su espalda tirados en el pasto y lo que más odiaba era que María disfrutara tan libremente de su compañía. Eso le jodia la vida.
Siguiendo las instrucciones de su hermano se mantuvo bastante al margen de ella, debía terminar con ello, después de todo nunca tuvieron oportunidad, y verla con ese hombre no era más que la prueba de que ella avanzaba, cambiaba y con el tiempo incluso él no le bastaría.
Aun teniendo todo eso en claro, el saberse con la oportunidad de verla le sobrepaso la razón, en el silencio de la Ilusión se coló lentamente hasta su cuarto, siempre que la imaginaba en su cuarto, no evitaba recurrir a compararlo con el de su prima Alana, una habitación rosa con muchos recortes pegados, y grande fue su sorpresa al encontrarse con todo lo contrario.
La habitación de María era por demás sobria, tenía una cama alta con una enorme zapatera debajo de ella, los libros apilados en su cabecera y un escritorio que parecía concentrar toda la energía de esa habitación, tenía flores como adornos, y una pared llena de fotografías, podía verla en cada rincón en cada lugar y entonces esa dulce voz tarare ante le dejo sin aliento.
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Las Flores
RomanceVicente y María, una historia que hacía falta contar, el amor y las miradas que se quedaron en el aire y todas aquellas palabras que se ahogaron en el final.