Finales

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Miro a Adán caminar frente a él, su cabello rubio estaba revuelto sentía esa deliciosa adrenalina que tanto asustaba a su padre, correr por su cuerpo, este día, terminaría todo, este día terminaría con ellos y Vicente caminaba con el corazón decidido a tomar la vida de quien le quito lo que más amo.

Antes de entrar Adán se adelantó un par de escalones, miro al cielo asegurándole a María que pondría a salvo a ese viejo que tanto la amo. Se giró dando un cachazo en la nuca a su cuñado haciéndolo caer inconsciente. No dejaría que se manchara las manos. Él estaba consciente de que debía y no hacer.

Cuando abrió la puerta vio a Pamela sujetando del cabello a Alana y en ese momento la cordura abandono su cuerpo. Se arrojó a ella como un animal salvaje. Le tomo por el cabello arrastrándola afuera del lugar.

-¡ADAN!- gritaba Alana llena de miedo- ¡NO LO HAGAS ADAN!- podría matarla en ese momento, podría hacerlo sin piedad, pero no se sentiría bien- la golpeo hasta dejarla inconsciente. No podía irse y dejarle dentro-Por favor, no hagas una locura- lo tomo por el brazo en cuanto la desato-

-Suéltame- dijo con un tono que desconoció- esto se termina hoy- y sacudiéndosela la dejo en el suelo.

Como pudo se puso en pie desfalleciendo pasos adelante, Adán regreso preocupado tomándola en brazos hasta acostarla en el viejo sofá del lugar.

-No te ensucies las manos, Adán, por favor, solo vámonos- lo volvió a sujetar por el brazo envuelta en llanto, pero él no cedería.

-Perdóname- susurro chocando su frente con la suya intentando contenerse para no besarla.

Adán salió de ahí con pamela en el auto, giro por toda la terracería para evitar a sus familiares, en cuanto se sintió seguro llego a la carretera y no se detuvo hasta llegar al paraíso.

Cuando estuvo ahí encerró a Pamela en una de las habitaciones de la casa. Subió y bajo por todos lados dejando el olor a gasolina tras él. Estaba fuera de sí, con toda esa frustración en su alma. La imagen de Alana con el rostro amoratado y toda esa sangre entre sus piernas se repetía constantemente.

Este sería el fin de todos, incluso de él de ser necesario.

Mientras regresaba al auto miro como el fuego se extendía. En su mente rogaba porque Vicente llevara a Alana a un lugar seguro, de no ser así no podría perdonarse por dejarla ahí. Tras de él un ruido sordo se escuchó. La mitad de su familia llegaba desesperada. Pedro le paso de largo al escuchar los gritos de su hija. "ojala él también se quemara con ella" pensó

-¿Qué demonios hiciste?- lo tomo Abel por ambos brazos- ¿Estás loco?-

-Alguien tuvo que tener valor- le contesto sin dudar.

A lo lejos Pedro salía con Pamela, ambos intactos, el rancho crujía cayendo por su propio peso, esa imagen no le gusto y antes de que pudiera tomar su pistola Abel le dio una bofetada y lo desarmo.

Pedro y Abel se quedaron de pie viendo como esa casa que los vio crecer se caía en pedazos. Y esa distracción fue suficiente para que Pamela se pusiera en pie arrebatándole el arma a su padre.

-¡Suelta eso!- grito Pedro viendo como en la carretera el sonido de la patrulla hacía eco

-Si él se va papá, todo estará bien- dijo señalando a Abel

-No seas tonta niña, suelta el arma- intento acercarse pero ella disparo al aire ensordeciéndolos

-Nos quitaron todo papá- decía e vuelta en lágrimas, temblando de pies a cabezas

-¡Nadie nos quitó nada!- le grito su padre intentando hacerla entrar en razón- Fui yo, yo fui quien les quito la felicidad mucho tiempo, ¡Entiéndelo!-

Las FloresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora