Harapos

1K 106 3
                                    


Se miró al espejo, no recordaba la última vez que se preocupó por ponerse algo que le quedara bien, lo único que le importaba era poder cubrirse del frio, su cabello seguía siendo lo único que consideraba bonito en ella. No tenía grandes pechos como Alana, tampoco curvas de muerte como Molly, era bajita delgada, con un cuerpo poco estético quizá pero que le hacía feliz.

El desayuno en la casa fue un tanto ajetreado era 23 de diciembre, así que la mayoría estaba lista para irse, desde temprano se aseguraron de que la camioneta estuviera lo suficientemente segura como para entrar y salir entre la nieve, María se ofreció en llevar a Rosa donde sus hijas y quizá comer un poco antes de marcharse al departamento.

En toda esa mañana no vio a Vicente, salió del rancho sabiendo que Rosa le dejo comida suficiente y recomendaciones de los turnos que tendrían los peones, en la ciudad la navidad brillaba en todos lados, pocas veces sentía nostalgia, al menos no de esta manera. Paso un rato agradable con la familia de rosa, y cuando llego la hora salió del lugar. Paso al supermercado para poder armar su arsenal navideño, galletas, chocolate, vino, lo principal para morir al estilo Noche buena.

Mientras se dirigía al departamento su cabeza la agobio, no quería, de verdad no quería pensar en Vicente, pero el hecho de que estuviera solo en el rancho le estaba pudiendo de mas, deseaba ser desalmada, ser mas como Julia que toman una postura y no se mueven de ella, pero no podía, por eso escapo, porque de quedarse cerca de él terminaría perdonándolo, no tenía temple, al menos no cuando se trataba de Vicente.

Sabía que este no sería su movimiento más inteligente, sabía que no era la mejor de sus ideas, que era una pésima decisión, pero la nieve ya crecía y el camino frente a ella era tan lineal que lo sintió casi como una señal del destino. Aun podía cambiar de opinión, regresar, lo que fuera que no la llevara a él, pero era demasiado tarde, no pensaba claro y estaba a punto de llegar.

Las luces del rancho iluminaban todo, no le tenía miedo a la oscuridad, la verdad es que se había acostumbrado, a esos tonos funestos que daban las montañas y el claro cielo sobre su cabeza.

Cuando Vicente la vio volviendo por el camino se quedó frio, ese no era el plan, el plan era dejarla ir a la ciudad, ordenar su mente e ir a presentarse como una persona al día siguiente, quizá una cena de navidad en caso de una reconciliación, cualquier cosa seria buena... pero no esperaba esto...

-¿María?- lo vio correr a su encuentro- ¿Estas bien?- pregunto nervioso pensando que quizá algo le sucedía, y por ello termino regresando-¿Todo en orden en la ciudad?- la miro asentir sosteniendo las bolsas del súper con la nariz roja

-Sí solo, yo... en realidad mi plan siempre fue quedarme aquí...-

-Trae para acá- le quito las bolsas de las manos caminando delante de ella viendo como a cada paso el aire a su alrededor se volvía liviano-¿Tendrás una fiesta?- pregunto mirando las bolsas mientras abría la puerta-

-Más o menos- rio mostrando por primera vez desde que se encontraron esa hermosa expresión

-Creo que dejare esto aquí- paso sintiendo lo caliente del lugar- Wow, es un gran cambio a mi cabaña- se sonrió mirándolo apreciar todo el lugar...- María...- dijo sacando las cosas de la bolsa como si ese trato fuera lo más común entre ambos- crees que podríamos... hablar-

Lamio sus labios quitándose la chamarra húmeda por la nieve, lo observo, medito cada una de sus expresiones, lo conocía tan bien, lo observo durante años y sus gestos no cambiaban, ese hombre era su Vicente...

-¿Vino?- pregunto caminando hasta la cocineta

-Un poco...- le extendió un vaso que era lo único que tenía para servir- creo que nunca te he visto beber...-

Las FloresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora