Sus músculos resentían el esfuerzo físico. Se encontraba sudando a raudales; las gotas serpenteaban a través de su cuerpo, formando ramificaciones abstractas y húmedas, para después dejarse llevar por una inevitable gravedad que las guiaba hasta impactar contra el suelo.
Su rutina de ejercicios se había vuelto muy estricta. Desde su primera terapia, le habían recomendado concentrarse en crear una que mantuviera ocupada su mente durante un notable lapso del día. Y había estado funcionando. Por lo menos, la mayoría de veces.
Jungkook ejercitaba su cuerpo hasta que ya no podía más, hasta que sus músculos perdían toda la fuerza que habían acumulado desde la última sesión. Sin embargo, su cuerpo, aún herido, le había servido para marcar un límite para no colapsar y evitar convertir su nuevo pasatiempo en una actividad destructiva.
Puras mierdas.
Jungkook quería entrenar hasta morir, si era posible.
A esas alturas, su lobo desesperado, que aullaba a la nada, había conseguido fastidiar su humor, el cual terminó por agriarse con el pasar de los días.
A pesar de todo, disfrutaba de percibir sus músculos calientes, palpitantes, tensos y al borde del dolor, porque solo así era capaz de sentir algo. Solo así podía recordar que aún seguía vivo.
Después del mediodía, entraba en su coche y conducía hasta la empresa, trabajaba como una máquina, y se marchaba hasta que la noche se encontraba en pleno auge.
Tenía la imperante necesidad de mantener sus pensamientos lo más lejos posible de sí mismo. Debía asegurarse de que su cabeza se mantuviera callada.
Lo único bueno de todo ello, era que su productividad laboral se había alzado hasta por encima de las nubes; sus primeras reuniones habían sido un tremendo éxito, y los empresarios, socios y potenciales clientes habían recibido una excelente impresión de él, la cual auguraba opacar la decadente reputación que había venido arrastrando desde hacía varios años.
De esta forma, el otoño fue extendiéndose hasta colocar su manto sobre todo el hemisferio, con climas que iban tornándose cada vez más fríos, y lluvias cada vez más ocasionales. Durante las noches, era totalmente imposible salir al exterior sin llevar un abrigo encima.
Así, durante una de todas esas noches de mediados de otoño, Jungkook se preparaba para marcharse de la oficina. Sentía las pesadas ojeras del cansancio pesando en sus párpados. Quería regresar pronto a su departamento, para poder caer inconsciente sobre su cama sin preocupaciones por el mañana.
Estaba colocándose su abrigo de cuadros, oscuro y afelpado, cuando Hoseok entró de imprevisto en su oficina. Sin avisar ni tocar, pero con un semblante tan tranquilo y fresco como si fuera una vigorizante mañana de primavera. Se sentó en uno de los sillones frente a su escritorio mientras estiraba su espalda y aflojaba su corbata.
Jungkook frunció el ceño, instintivamente revisó la hora en su reloj, comprobando lo que ya sospechaba. Era casi medianoche, más o menos una jornada más tarde de la hora de salida del hombre.
— Afuera hace un frío que te cagas. Creo que la primera nevada llegará mucho más pronto este año. — Comentó mientras frotaba sus manos y soplaba entre ellas con fervor.
— Por supuesto que vas a sentir frío, si no llevas ningún abrigo encima. — Señaló.
Hoseok se encogió de hombros, restándole importancia. Jungkook estaba de pie, pero se acercó unos pasos antes de preguntar lo que se le vino a la cabeza desde el primer momento en que lo vio llegar.
— ¿Qué haces aquí?
— Vengo a visitarte a tu nueva cueva. — Hizo un ademán señalando toda la habitación. — Y de paso, también vengo para sacarte de ella.
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Vendimia || KookV
Fanfiction| Finalizada | Jeon Jungkook, acostumbrado a una vida sin conocer el cansancio y el esfuerzo, creció en el seno de una familia poderosa que le proporcionaba todo lo necesario para alcanzar sus metas. Como próximo líder de una de las cadenas de resta...